G.I. Williamson
Comentario a la Confesión de Fe de Westminster (1964)
Afirmar que la autoridad civil es de origen divino no es
decir que dicha autoridad no tenga límites. Toda autoridad divinamente establecida
en los asuntos humanos, está limitada por decreto divino. El magistrado civil
es establecido por Dios como “ministro” o sirviente de Dios “para el bien”. Su
responsabilidad es “llevar la espada” del poder físico como “un terror” contras
las obras del mal. Su responsabilidad es como “vengador que demuestra la ira de
Dios sobre los que hacen el mal”.
Mientras el gobierno civil se contente con restringir y
castigar el crimen y la violencia, proteger el bien y castigar el mal, el cristiano
debe apoyar, orar por y honrar ese gobierno. Pero cuando ese gobierno castiga a
los rectos y premia al malhechor, volviéndose militarista y agresivo, es la
responsabilidad del cristiano de resistir ese poder porque subvierte el mandato
de Dios. En muchos casos es, sin duda, difícil determinar precisamente cuándo y
hasta qué punto un cristiano debe resistir a un gobierno civil en particular.
No es nuestra intención hacer que esta decisión parezca fácil. Pero ciertos
principios son muy claros, y si se aplican correctamente, harán posible que el
individuo tome la decisión correcta en su caso en particular.
1. Debemos siempre obedecer los “mandatos legítimos”
de nuestro gobierno. En todas y cada una de las instancias debemos estar “listos
a hacer toda buena obra” (Tito 3:1).
2. Siempre debemos obedecer a Dios antes
que a los hombres cuando existe un conflicto entre los dos (Hch.5:29). “Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.
3. Podemos resistir activa tanto como pasivamente, si esto
fuera necesario para obedecer a Dios. Cuando una autoridad civil se vuelve un
terror contra las buenas obras y no contra el mal, creemos que los cristianos
tienen derecho a defenderse activamente (defender su vida o su propiedad) bajo
la sanción de la ley (Sal.84:2; Pr.24:11, 12, etc.). Así “el fin inmediato para
el que Dios ha instituido a los magistrados es el bien público, y el fin último,
el fomento de Su propia gloria” (Archibald Hodge).
Pero consideremos más detenidamente ciertos errores modernos
que han logrado un amplio apoyo, y que confunden la mente de muchos cristianos.
1. LA ABOLICIÓN DE LA PENA DE MUERTE
El primero que consideraremos es el intento modernista de descontinuar la práctica de la pena de muerte. En nuestra nación (norte América) hoy en día existe una corriente cada vez más fuerte a favor de abolir la pena de muerte. Y muchos grupos protestantes liberales han sancionado este cambio diciendo que no beneficia a la sociedad, no reforma al criminal ni refleja las enseñanzas humanitarias del Nuevo Testamento. Es decir, por varias razones, es muy popular hoy en día negarle al gobierno civil el poder de la espada para castigar el mal.
Tal posición en cuanto a la autoridad civil está, por lo menos,
completamente en contra de la enseñanza bíblica. No pensamos que se pueda
probar que la pena de muerte no sea de beneficio para la sociedad. Creemos que
lo es, aun si la única razón sea que la Escritura dice que el cumplimiento fiel
de la justicia es un terror para la maldad y un aliento para el bien. Puede que
sea posible que la pena de muerte no reforme al criminal. Pero también es posible
que la falta de terror contra la maldad tampoco reforme al criminal. Es más,
estamos seguros de que fomenta la maldad.
Pero, sobre todo, nos oponemos a la idea de que el poder
y la autoridad civil, deban reflejar las ideas modernistas de las enseñanzas “humanitarias”
del Nuevo Testamento. La justicia no es más “humanitaria” en el Nuevo que en el
Antiguo Testamento. Y la institución de gobierno civil no ha sido establecida
para enseñar el Nuevo Testamento; es para castigar el crimen y proteger a los
que hacen el bien.
Sin embargo, dudamos que el esquema de los liberales que
promueven la abolición de la pena de muerte sea “humanitaria”. Creemos que
mucho del crimen de la actualidad se debe al hecho de que existe demasiada
preocupación no bíblica por el malhechor y muy poca preocupación bíblica por
los justos.
2. EL DESARME DEL GOBIERNO
Otro ataque moderno contra la institución del gobierno civil se puede observar en los que promueven la corriente pacifista. Los concilios De la iglesia modernista han abogado por tales cosas como las siguientes:
a) El Completo desarme de una nación
b) El desarme unilateral
c) Negociación en vez de la defensa armada al ser confrontados
con la agresión, y
d) El reconocimiento de los que son agresores sin ningún tipo
de castigo justo.
La Confesión insiste que los magistrados civiles (aun si
fueran personas cristianas) “pueden legítimamente, bajo el Nuevo Testamento,
hacer actualmente la guerra en ocasiones justas y necesarias”. Los que apoyan
la política que básicamente exige que nuestro gobierno nacional renuncie al
poder de la espada y que renuncie sus esfuerzos para ser un terror contra el malhechor,
y que renuncie a la ejecución de venganza sobre ellos, piden nada menos que la
destrucción del mandato de Dios (Ro.13:1-5).
Y precisamente porque “se open a la autoridad” entonces “se rebelan contra lo que Dios ha instituido” (v.2), este pecado debe ser denunciado como lo que realmente es. Es un pecado contra Dios y es un pecado contra nuestro gobierno.
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