miércoles, 3 de febrero de 2021

EL CRISTIANO Y LA “NUEVA NORMALIDAD”

Dando honor y toda credibilidad a lo que la Palaba de Dios afirma acerca de la entrada del pecado y muerte al mundo, afirmando absolutamente con las Escrituras la descripción del estado caído de todo hombre, siendo conscientes de la estructura del mundo, de lo que es, de sus filosofías, debemos decir que el mundo ha tomado esta epidemia, para entenderlo, asimilarlo, y tomar resoluciones como mundo caído. Si bien, reconocemos que bienes verdaderos pero relativos pueden ser hechos en medio del mundo, este ha sabido tomar cualquier cosa, por buena que sea y la ha entendido, asumido y vivido con una mente carnal. Lo ha hecho con el mensaje infalible y prefecto del evangelio ¿qué no hará con las demás cosas? Hoy tenemos en la epidemia una realidad, pero al venir a este mundo, esta ha sido entendida con la visión de un mundo enemistado con Dios, que en su mejor caso es humanista. Ningún hombre del mundo puede llegar a ser objetivo en esto; aquí hay presupuestos, filosofías, tendencias, fundamentos, que hacen que el mundo haya actuado de tal forma y no de otra. Eso no es nuevo, solo quiero advertir en contra de lo que muchos cristianos han asumido: Que el mundo, en esto, es objetivo, cabal, justo, sin ninguna tendencia a hacer sino lo bueno, lo correcto; que todas las medidas que han tomado son razonables, adecuadas, casi que asumiendo que, en la pandemia, el hombre caído habla infaliblemente la voz de Dios y que nadie la puede cuestionar.

 

Permítame hacer unas preguntas ¿Hacia dónde, moral y espiritualmente, nos están llevando las disposiciones actuales derivadas de los cuidados por la epidemia? ¿Qué tipo de individuo está promoviendo las medidas que se han tomado en la epidemia? ¿Qué clase de persona se viene formando bajo el continuo bombardeo publicitario de cuidados y medidas en medio de la epidemia? ¿Cuáles son los rasgos de carácter del individuo de la “nueva normalidad”? Y con esto, debemos preguntar ¿Qué tipo de cristiano es el que se está promoviendo actualmente?

 

EL INDIVIDUO DE LA “NUEVA NORMALIDAD”

Eclesiastés 1:9 nos ofrece una máxima que nadie puede rebatir si la observa muy bien: «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol». Usted puede ver nuevos ropajes, nuevas tecnologías, pero debajo de lo que se ve ¿hay algo que vivamos hoy que sea completamente novedoso?  Pero a la luz de lo que podemos observar hoy, ¿existen algunos rasgos indiscutibles de los individuos hoy? ¿Se pueden distinguir algunos rasgos prominentes que hoy parecen asentarse en la conciencia de los hombres bajo la presión de adoptar una “nueva normalidad”? ¡Por supuesto! Y si fuéramos a sintetizar en un enunciado el rasgo general de los hombres hoy, y que se está promoviendo, publicitando y atornillando a la conciencia de los hombres es el de vivir en un antropocentrismo salvaje en medio de una degradación vertiginosa y ateísmo práctico. Lo que quiero decir es que hoy se vive en un ambiente donde se promueve un antropocentrismo crudo y brusco, en el contexto de un menosprecio a la verdadera humanidad de los individuos y el desprecio expreso al Dios de la Biblia.

 

Todos hoy se preguntan qué es lo mejor para la humanidad, y en general, nadie se está preguntando hoy ¿Cuáles son los derechos de Dios sobre su mundo? Esto no es nuevo, pero el énfasis que se ha dado, al ver el riesgo la vida del hombre, hace que todo en absoluto guie en torno a nosotros, convenientemente, amañadamente, pero el eje es el hombre. ¿Con qué principios se rigen los destinos de los hombres hoy? Con los principios de los hombres. ¿La palabra de quien prevalece? ¿Quién provee el miedo, el temor o la esperanza? ¿Quién está proveyendo el remedio? ¿Quién será exaltado al final? ¡El hombre, quien es hoy la medida de todas las cosas! Todos los mensajes esperanzadores que se escuchan de todos lados son para resaltar la solidaridad, la unión, el heroísmo, el poder de la resiliencia, donde Dios es solo un subordinado en este asunto, aun donde debería reinar más visiblemente, donde ha dado a su Hijo como Cabeza: la iglesia. Esto es antropocentrismo salvaje, crudo, arrollador. La gente se vuelve más hacia sí misma, y por eso, sin duda, como un derivado del humanismo cruel, tenemos un creciente aumento del egoísmo y la individualidad. Esto no es novedoso, pero el aumento y la recalcitrante publicidad hace que olvidemos el tejido de solidaridad y prefiramos sacar al perro a sus necesidades que visitar y asistir en sus necesidades más profundas de compañía y aprecio a un anciano ¿No es así? ¿Con qué pretexto hemos llegado hasta aquí?

 

Si usted encontraba gente alienada, sumergida en su propio mundo día a día, la “nueva normalidad” trae consigo el aislamiento salvaje. Las medidas de aislamiento no se detuvieron en el asunto del cuerpo, y cunden el alma. La insensibilidad, distanciamiento personal de la sociedad, la deshumanización en la epidemia, hace que se prefiera, a conveniencia, lo individual.  Considere  el trato deshumanizante a los ancianos, a los niños, a la libertad del trabajo,  a los enfermos y a los que partieron de este mundo, donde las familias perdieron todo derecho a asistir a su familiar difunto y a decidir los asuntos de su última morada, y obligados a aislarse de los dolientes; mientras los perros tienen derechos más esclarecidos en la sociedad y donde a la par del trágico sistema de salud que debemos cuidar de no colapsar, el aborto jamás se puede negar por ser un derecho constitucional.

 

El internet ha provisto el sofisma de compensar la pérdida del ser social que tenemos como imagen de Dios, tal y como fuimos creados. Iglesias sin congregarse por convicción, sin hacer ningún esfuerzo por restaurar los derechos de Dios sobre su iglesia, rendidas al espíritu egoísta e individual, son testimonio de hasta dónde cunde al espíritu de la “nueva normalidad”. Separar a los hombres de las realidades de la vida, -en el caso de los creyentes de la realidad de la iglesia, su comunión, adoración, su llamado y sus tareas- está creando a un individuo más desconsiderado, más insensible y apático, que todo mide poniéndose él en el centro, apartándose de la exhortación a amar al prójimo como a sí mismo, y olvidado en la práctica del Dios de la Biblia. Claro, el principio de amor al prójimo ha sido hoy día y bajo la epidemia, astutamente trastocado para que se mire como señal de amor precisamente lo que evidencia su falta.

 

Lejos de ver más un contexto donde pueda correr la piedad, verá que el individuo de la “nueva normalidad” es más materialista, más sensual, más distraído y entretenido. Eso es lo que llamamos un ateísmo practico. Y es que a pesar que Dios es famoso en las crisis, su Hijo no es tan afamado. La gente busca a Dios, pero a otro novel, en otro entendimiento, con toda seguridad es un paganismo y pragmatismo lo que lleva a considerar supuestamente a Dios. Los valores que siempre han sido inversos en su alma, hoy se asientan con fuerza. Cristianos han perdido completamente de vista que la añadidura, incluyendo el comer, beber y todos los asuntos temporales, son secundarios a la hora de buscar el reino de Dios y su justicia. ¿A nombre de qué se ha hecho este cambio de paradigmas cristianos? Los creyentes han sabido como ahora vivir una vida cristiana humanista sin ruborizarse, hay mundanalidad, liviandad, falta de fe, confianza. El cristiano de hoy echó al olvido su creencia en el poder y la soberanía de Dios. Al parecer, Dios sí tenía límites, y ningún poder específico para la protección del pueblo que ha reclamado como posesión suya. El cristiano de hoy es desconfiado, temeroso, más dispuesto a creer la especulación, las teorías de conspiración, las voces de ¡paz, paz! O de ¡guerra, guerra! Que lo que lee en su propia Biblia.

 

Pero ¿ha visto algo sumamente extraño? No solo en las personas del mundo, sino en los mismos cristianos, al fin es un prototipo de “nueva normalidad” que está dada para todos. Es penoso ver la subordinación conveniente que se usa. Gente que prefiere no contagiarse y no contagiar a nadie en el trabajo, en la visita a sus ancianos, son los mismos que luego se abarrotan en fiestas, ofertas de multinacionales, marchas, campeonatos de futbol, y más. Doble moral aplicada sin ruborizarse. Pero ¿y los cristianos? Conocemos a muchos con gigantes prevenciones solo el Día del Señor, evitando a la iglesia, sus reuniones, la socialización, que se han montado en avión, buses, flotas, camiones, para hacer largos viajes, se han zambullido en piscinas, han ido a pasear, y lo han hecho en su libertad razonable entre su vida social y el cuidado personal. Pero el Domingo, allí hay otra ética, otra moral, eso sí es peligroso, adverso, imprudente. Gente se cuida del Domingo, pero el lunes amigos y hermanos hay que salir a laborar. Creyentes que temen y se abstienen de las reuniones de la iglesia, a la par, mantienen una vida familiar y social amplia y nutrida. Esto es subordinación conveniente. Al fin, no es la conveniencia de las cosas de Dios, al fin y al cabo, es un antropocentrismo salvaje en el contexto de la deshumanización de los individuos y un ateísmo práctico.

 


Le pregunto a usted, afanosamente, directamente ¿Está afirmando estos rasgos de carácter, que antes se hubiera negado a dejar correr en su corazón, pero que ahora justifica por las medidas tomadas en la epidemia y apoyado en cuidar su salud? ¿Se ha detenido a evaluar cuáles son los principios en los que hoy anda?



EL CRISTIANO Y LA “NUEVA NORMALIDAD”

Si la característica creciente en los individuos de hoy es el de vivir en un antropocentrismo salvaje en medio de una degradación vertiginosa y ateísmo práctico, el cristiano debe volver a vivir una vida teocéntricamente determinante en medio de una piedad creciente y sensibilidad verdadera. Hoy Dios es famoso, más que su Hijo Jesucristo; es invocado, popular en la jerga del hombre común, por la situación, por las enfermedades y muertes. Pero ¿Es el Dios de la Biblia amigos? No lo es, porque este Dios de la Biblia nos ha hablado por el Hijo, el Dios de la Biblia es solo conocible por Jesucristo quien le ha dado a conocer (Jn.1:18; Hb.1:1-3). Dios es tan verdaderamente famoso como su Hijo lo sea. Y ¿qué encuentra hoy acerca de Jesucristo como Salvador?

 

El incesante ruido de los vaivenes, publicidad e información, se han puesto como gruesas nubes negras que no dejan pasar los rayos del Sol de justicia, que es Jesucristo. La gente parece que medita y espera de Dios una respuesta, pero ¿Qué Dios? ¿Qué respuesta? Su Hijo es menospreciado, es olvidado. Si ya no era considerado, ahora está más lejos de las consideraciones de los hombres. En el mundo cristiano no es diferente. Hoy las palabras: sujeción, consuelo, prudencia, cuidados son el Cristo de muchos pulpitos ¿Dónde están los derechos de Dios sobre su iglesia? ¿Quién aboga aquí por los derechos de Cristo como Cabeza de la iglesia?

 

Dios debe volver al centro de todo y esto será posible cuando Cristo sea el centro de todo. Juan 5:23: «para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió». Ese terrible mal entendimiento de Dios, ese uso de Dios para las cosas vanas, es solo producto del desprecio de Jesucristo como Señor y Salvador. La gente estaría más dispuesta a creer hoy en Dios porque este le puede ayudar en su vida temporal y puede ayudar a conseguir una cura, que lo que está dispuesta a creer en Jesucristo para la salvación. El creyente debe mirar las filosofías de la “nueva normalidad” con prevención porque esta, como todas las “normalidades” que vienen del hombre, es una estructura que pone al verdadero Dios y a su Hijo como siervos de los hombres, cuando no, los echan al olvido. Jeremías 14:8: «Oh esperanza de Israel, Guardador suyo en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, y como caminante que se retira para pasar la noche?».  Hoy debemos orar con las palabras del Salmo 7:7: «Te rodeará congregación de pueblos, y sobre ella vuélvete a sentar en alto». El creyente verdadero debe quitar del eje de su vida, existencia y atención al virus, sus temores y sus afanes y poner de nuevo a Jesucristo, y solo entonces podrá vivir una vida teocéntricamente determinante.

 

¿Qué significa vivir una vida teocéntricamente determinante? Una vida verdaderamente centrada en Jesucristo, es que la vida gire apasionadamente en torno al hermoso y precioso heredero de las naciones, el Cordero de Dios. Es vivir desplazando cualquier miedo, temor y angustia y poner de nuevo allí a nuestro Dios en Jesucristo. Isaías 8:11-13: «Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo». Se vive una vida teocéntricamente determinante al desplazar del centro lo que el mundo quiere que pensemos, anhelemos y hagamos. Pues nuestra vida no se trata de vivir en torno y para el virus, para esquivarlo o para encontrar su cura ni para hacer de lo que nos conviene o no nos conviene el centro de nuestra existencia, pues Romanos 14:7-8 nos recuerda: «Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos». ¿Se nos ha olvidado esto? ¿Cuándo aceptamos la “nueva normalidad” olvidando el antiguo llamado del evangelio?

 

El creyente afronta la vida y se para firme en contra de la “nueva normalidad”, confiando en Dios con más fuerza y determinación, reposando en su soberanía, esperanzado en sus promesas. El creyente se enfrenta al tsunami de malas noticias, de informes pesimistas firme en el Salmo 46:1-3: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza», sin un temor paralizante a lo que la gente considera su mayor peligro, pues para nosotros el mayor peligro no es la muerte sino el pecado y eso Cristo ya pagó por ellos. Por eso vivimos con esperanza pues 2 Corintios 5:1 nos recuerda: «Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos». Con este escudo el creyente resiste el embate de la “nueva normalidad”. El creyente enfrenta las filosofías malignas de la “nueva normalidad” no olvidando las prioridades de su vocación, donde primero está la búsqueda del reino de Dios y su justicia y que considera la añadidura como esto. Lucas 12:29-31: «Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas». 

 

Los hijos de Dios por la fe en Jesucristo, enfrentamos los recalcitrantes llamados a adoptar una “nueva normalidad” con sus filosofías inherentes, en medio de una obediencia razonable, bíblica y usando el discernimiento, pues no olvidamos que la única obediencia absoluta y sin derecho a ser cuestionada es la de Dios, huyendo de ser ingenuamente sumisos, y menos, convenientemente sumisos, estando dispuestos a defender los derechos de Dios, y las ordenanzas de la creación del matrimonio, el trabajo y el Día del Señor, con humildad, prudencia y discernimiento, mirando cada medida con la convicción de Hechos 4:19-20: «Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído»; pero estando dispuestos a sufrir la afrenta y la presión «Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal» (1 Pd.3:17). Esperanzados, confiados en que si «también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis» (1 Pd.3:14). Muchos que han esquivado la iglesia se han contagiado en los contextos del paseo, de la reunión familiar, del trabajo, y nos preguntamos si esta era la mejor manera de sufrir o si era mejor arriesgarse como todos hicimos, por la mejor y más grande causa. El creyente pone sus prioridades en orden «para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios» (1 Pd.4:2).

 

Pero el creyente se enfrenta a la “nueva normalidad” expresando el carácter de Cristo siendo verdaderamente compasivo, sensible y dispuesto a compartir el único mensaje verdaderamente compasivo que existe, el evangelio, viendo en esta ocasión una de las mejores oportunidades para compartirlo desde nuestra fe. Hablo de ‘verdaderamente’, pues hoy día existe una idea, puesta y definida por el mundo, de lo que es el amor, la compasión y la sensibilidad. El creyente no deja endurecer su carácter, es dulce, esperanzador, compasivo, generoso, y lo es exactamente en donde se espera que lo sea. No es acaparador, injusto, desconsiderado, sino que recuerdan que según 1 Pedro 3:8, deben ser: «compasivos […] misericordiosos, amigables», y se apersonan del cuidado de sus hermanos, pues así serán recordados en al día final. Mateo 25:35-40: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». ¿Es este tipo de sensibilidad la que hoy define al pueblo de Dios? Sabemos de congregaciones donde nadie sabe que tal o cual hermano ha enfermado o pasa necesidad ¿Es esto una iglesia? ¿No es esto la “nueva normalidad” asimilada, y aplicada?

 

Queridos hermanos, son Dios días oscuros, pero jamás debemos permitir que la “nueva normalidad” haga surco en nuestra alma, eso es potestativo solamente de Dios. Considere, que el creyente bajo la “nueva normalidad”, debe ser el creyente que la Biblia jamás nos ha dejado de enseñar. El mundo, sus crisis y sus vaivenes, no deben ser nuestra Biblia ni nuestro eje. Tenemos un Dios, y un Señor Jesucristo, y hemos sido traídos a estar en Él para ya no ser nuestra y para ya no vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por nosotros. Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos ayude a vivir con el viejo evangelio en esta “nueva normalidad”.

 

Sermón completo:

https://www.youtube.com/watch?v=qKqgQVtlyAQ

 

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