...De bufones y payasos "cristianos"...
Al parecer para algunos evangélicos de hoy en día, el error cardinal es el pesimismo y su temor más grande es parecer pesimista. El distintivo predominante de gran parte de la publicidad de la iglesia es que el cristianismo es muy divertido. En muchas iglesias, la atmosfera que prevalece es de una jovialidad obligatoria, frenética más bien.
Quienquiera que presida las reuniones tendrá un esmerado
sentido del humor, demostrando ser un experto en “preparar” a la audiencia (no
ya una congregación). Los testimonios cristianos son incansablemente optimistas
y están interrumpidos por carcajadas. Quienes nos dan la bienvenida en la
puerta siguen sonriendo tan abiertamente que estamos tentados a concluir que acaban
de ponerse fundas en los dientes o que están practicando ventriloquía […] Pero tal
cosa, parecen creer, es una parte esencial del testimonio cristiano.
Sin embargo, a Señor Jesucristo no se le describe en los
evangelios como una figura jovial y risueña. El mismo dijo: «Bienaventurados
los que lloran» (Mt.5:4). Isaías lo describe como un «Varón de dolores
experimentado en quebranto» (Is.53:3). ¿Deberíamos, pues, imitar a nuestros contemporáneos
o a nuestro Maestro? ¿Deberíamos ser más serios que joviales?
Debemos serlo mientras haya un infierno en espera de
nuevos inquilinos. ¿Cómo podemos ir por la vida riéndonos con una risa tonta
mientras millones de personas a nuestro alrededor van camino a la condenación? Si
estuviera haciendo estragos una plaga con cadáveres por todos lados, ¿qué
pensarías de las personas que sortearan alegremente los cuerpos, riéndose
porque han encontrado una cura para sí mismos? El salmista se afligía por el
pecado que lo rodeaba; al declarar a Dios que: «Ríos de aguas descendieron de
mis ojos porque no guardaban tu ley» (Sal.119:136).
Esto no quiere decir que los creyentes tengan que ser hoscos.
Nosotros experimentamos un gozo inefable y glorioso (1 Pd.1:8). Nos regocijamos
aun más. Nos divertimos, reímos, jugamos, disfrutamos al máximo las buenas dadivas
de Dios. Pero hay una diferencia entre felicidad y frivolidad. La conciencia del
infierno debería producir en nosotros una seriedad subyacente, una gravedad, un
realismo en medio de los perdidos y de los que están muriendo.
Por este motivo en particular, estamos tratando con
verdades tan aterradoras como la muerte, el juicio y la condenación eterna. Hay
un lugar para el humor, pero no es este. Aquí, más que en ningún otro lugar, el
bufón cristiano es una abominación, y, sin embargo, estas realidades se tratan
chistosamente y algunas veces lo hacen personas sorprendentes.
[…] Los inconversos quizás nos llamen pesimistas. Quizás
consideren que nuestras reuniones están pasadas de moda y son aburridas, sin la
chispa de los distinguidos comediantes eclesiásticos, consideran que estas son
inaguantables, pero cuando tengan problemas, cuando estén en una verdadera
crisis, ¿Se volverán a los payasos? ¿Buscaran a alguien que les cuente
historietas y que les haga reír? Una y otra vez vemos que las personas que
tienen necesidad se acercan instintivamente a quienes son serios, a los que van
en serio, a los que tiene contacto con la vida real. Perciben a una persona de
toda confianza, perciben una capacidad para ayudar a un nivel profundo.
A la larga, el bufón tiene menos impacto que el hombre o
la mujer con lágrimas de compasión. Quienes una vez se burlaron de nosotros, quizás
lleguen a descubrir que, «mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de
los necios» (Ec.7:5). Seamos serios, estemos atentos, pues vivimos en un mundo
donde muchos de nuestros semejantes se están perdiendo.
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