SIN BIBLIA ES IGUAL QUE BIBLIA
MAL INTERPRETADA
A propósito de la exigencia continua de: Muéstreme el versículo que dice que…
La Importancia de la
hermenéutica bíblica
Por J.E. Castañeda
Sin duda que
para quienes por mucho tiempo fueron maltratados en iglesias que se profesaban
cristianas, donde se les adiestró a seguir sin cuestionar la voz de sus
líderes, y que han venido a la luz del conocimiento verdadero del Señor
Jesucristo, se mostrarán muy celosos ahora para hallar el fundamento bíblico de
todo lo que hacen. Su temor a ser otra vez manipulados por los hombres, les ha
traído un celo que debe ser característico de todo hijo de Dios, haya sido o no
maltratado en experiencias anteriores. Si bien, reconocemos la instrumentalidad
de los líderes para las iglesias en los planes de Dios mismo para Su iglesia,
reconocemos que su autoridad se deriva de la Palabra de Dios y no es de ellos
mismos. En otras palabras, la gloria que rodea el liderazgo bíblico es en guiar
al pueblo de Dios sobre el fundamento de las Escrituras y no sobre sus propias
opiniones o pensamientos. De hecho, es la Palabra de Dios el medio por el que
nuestro Señor Jesús pastorea a su pueblo. Esto ha sido así siempre y solo las
iglesias defectuosas truncan este principio y resultan siendo guiadas por la
palabra de sus líderes a costa de subordinar la Palabra de Dios.
Pero hay otro
asunto que vale la pena poner al frente para entender la necesidad de un
acercamiento correcto a la palabra de Dios y es ese hacer acercamiento que
parte de un presupuesto incorrecto: que a menos que la palabra de Dios muestre
un versículo especifico, un texto exacto del tema en cuestión, entonces quiere
decir que Dios nos da libertad de actuar según nuestro criterio, y así, se
cataloga el punto como un asunto indiferente o donde la Biblia no arroja luz, o
bien, se interpreta como que se nos permite echar mano a distintas fuentes de
conocimiento, lo que ha llevado a muchos a acudir a la psicología, sociología,
y filosofía para explicar diversos asuntos del hombre.
Un
acercamiento correcto
Si bien
reconocemos y enseñamos precisamente el gobierno divino a través de la Palabra
de Dios, reconocemos que acercarnos a la Biblia de cualquier manera, no corrige
los excesos y nos vuelve a dejar en el mismo problema, rigiéndonos por un
hombre, pero esta vez ese hombre somos nosotros mismos resultando en el mismo
lugar que criticamos, condicionando (cuando no manipulando) la Biblia y
arrojándonos a las ideas humanas. De nuevo, la Biblia subordinada y arriba de
ella, la voz de los hombres.
Deje explicarlo.
Existe un fenómeno bien particular en nuestro acercamiento a la Biblia, que se
ha acrecentado por la multiplicación de entidades teológicas que han aprendido
sus principios del mundo y no de la Palabra de Dios, y es, que aun cuando en el
mejor de los casos se reconoce que la Biblia es inspirada por Dios, infalible e
inerrante, los principios de interpretación bíblica son traídos de la lógica
humanista y del razonamiento filosófico. Eso nos deja con una Biblia inspirada
pero interpretada humanamente, destruyendo el Sagrado libro para nosotros. Este
problema se deriva de no ser conscientes que la misma Biblia usa su propia
hermenéutica, la Biblia misma tiene una manera en que razona, que nos llama a
interpretarla de tal manera. Muchos intérpretes de la Biblia imponen y
encierran la Biblia en sus postulados filosóficos y no honran la Palabra de
Dios esquivando estudiarla bajo Su propia hermenéutica. Exactamente lo que
acabo de asegurar es que la misma Biblia nos provee los principios de cómo la
debemos interpretar y que no necesitamos la lógica filosófica ni la
hermenéutica racionalista para acceder a su bello y útil significado.
La Analogía
de la fe
Uno de los principios que la misma Biblia usa para
interpretarse a sí misma se ha denominado “La Analogía de la fe”. Ahora. No
importa el nombre que se le dé, el concepto mismo, llámele como le llame es
profundamente bíblico y la Biblia lo usa continuamente para mostrarnos su
significado. El principio hermenéutico llamado la Analogía de la
fe, viene como una consecuencia de creer en Sola Scriptura. La
regla general de la Analogía de la fe dice que la Escritura debe interpretar la
Escritura o que la Escritura
se interpreta a sí misma. La presuposición fundamental es que sólo hay un sistema de
verdad o una teología en la Escritura, y por lo tanto cada
doctrina debe ser consistente con cada otra doctrina. La interpretación de un
pasaje específico no debe contradecir la enseñanza general de la Escritura
sobre ese tema, eso sería quebrantar as Escrituras. La Analogía de la fe
presupone que tenemos en la Biblia una unidad orgánica, un Tomo, donde detrás
está un solo autor, el Espíritu Santo, por lo que cada parte de la Escritura,
está de acuerdo con toda la verdad expresada en ella. La Biblia no se
contradice, no se corrige, no se traiciona a sí misma y por eso, se puede y se
debe interpretar la Biblia con la Biblia misma. Le dije que así razona la
Biblia y déjeme poner un ejemplo.
‘Las
Escrituras no pueden ser quebrantadas’ (Jn.10:35). Este es un pasaje
donde es necesario atender al razonamiento que el Señor Jesús está presentando
frente a los judíos allí en Jerusalén. El Señor en el v.30 afirma que Él y el
Padre son uno. Por supuesto que quienes lo escuchaban reaccionaron buscando
apedrearlo. ¿Cuál era la acusación? Blasfemia, el v.33 afirma: ‘Le
respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la
blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios’. Y ahí va la respuesta
del Señor. Si en Sal.82:6 Dios llamó dioses a aquellos que lideraban al pueblo,
a aquellos que administraban la Palabra de Dios para otros, ¿Por qué no puede
decir que es Hijo de Dios aquel que ha sido santificado por el Padre, cuando es
evidente que sus enseñanzas y poder lo certifican? Si la Biblia le llamó dioses
a débiles hombres que eran exhortados aquí, ¿Por qué no a aquel que era santo,
justo y poderoso? Pero note la defensa del Señor en qué se basó: ‘Las
Escrituras no pueden ser quebrantadas’. En otras palabras, la Palabra
no puede chocar, no puede contradecirse, quebrantarse a sí misma. La
Palabra de Dios tiene congruencia consigo misma.
Ahora, es
precisamente lo que la expresión, tomada de Romanos 12:6: ‘De manera que,
teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía,
úsese conforme a la medida de la fe’, puede bien usarse para mostrar la
regla que aquí enfatizamos. En épocas cuando la Palabra de Dios estaba siendo
revelada y en la iglesia aún existía ese don de profecía, el apóstol ordena la
medida en la que este don debería ser usado: ‘conforme a la
analogía de la fe’, o medida o norma, relación correcta o congruencia de la
fe. Lo que indica que las revelaciones tenían una norma para aceptarse: si iban
de acuerdo al cuerpo de doctrina o fe, antes dada. “Por la palabra fe, se
entienden los primeros rudimentos y las máximas principales de la religión, y,
por consiguiente, toda doctrina que no esté de acuerdo con esto debe ser
declarada falsa y reprobada” (Calvino, Comentario a la epístola a los Romanos).
Muéstreme el
versículo
Seguramente la
intención de encontrar en la Palabra de Dios, en versículos claros y directos,
un principio o doctrina, es algo que deberíamos esperar del Sagrado Tomo,
teniendo en cuenta que una de sus características es su perspicuidad
(claridad). Sin embargo, al reconocer que, tanto las doctrinas como los
principios en la Biblia están inmersos en sus respectivos contextos, muchas
doctrinas y principios solo van a ser reconocidos y entendidos por enseñanzas
amplias de toda la Escritura, Biblia interpretando Biblia, Biblia comparada con
Biblia, donde a un versículo le será necesario interpretarlo a la luz de todo
el consejo de Dios y donde no nos neguemos a poner después de cada texto:
“escrito está también”, de lo contrario, esa búsqueda de versículos aislados
para encontrar una doctrina o un principio, desmebrará el cuerpo de doctrina.
Esa hermenéutica
de buscar “el” versículo para cada cosa, y no la enseñanza de cada asunto,
puede ser llamada letrismo o superliteralismo que surge como una manera de
proteger las Escrituras de ser contaminada por ideas humanas, pero lleva su
motivación a un lugar de error. Bajo este pensamiento, solo se acepta como
doctrina o principio, lo que literalmente esté prescrito en la Biblia y
avanzando más en esta idea, solo lo que esté prescrito específica o
explícitamente en el Nuevo Testamento. Así, el creyente del Nuevo Pacto solo
debe someterse a lo que sea explícito y particularmente explícito en el Nuevo
Testamento. Este error llega al extremo de acorralar la ética bíblica en un
extremo peligroso y muy común en ciertas personas hoy que reclaman que se les
muestre el versículo explicito donde tal o cual cosa está prohibida. Así, si
usted no puede mostrarles el versículo que hable del asunto, explicita y
literalmente, expugnarán cualquier intento de establecer una doctrina o ética
basada en los principios generales. Esta hermenéutica de desmembración ha sido
usada por alas antinomianas para negar la validez de los principios de la ley
de Dios, el decálogo, sobre los cristianos del Nuevo Pacto.
Por supuesto que
un acercamiento así a las Escrituras tiene al menos dos obvios errores. El primero de
ellos es que desconoce la utilidad del Antiguo Testamento para los creyentes
del Nuevo. Si bien, reconocemos, bajo las enseñanzas del Nuevo Testamento, que
asuntos de leyes ceremoniales cumplidas y abolidas por Cristo, no aplican para
el creyente del Nuevo Pacto, ¿Qué hacemos con los principios detrás de estas
leyes? ¿Qué hacemos con los ejemplos que podemos derivar de las secciones
narrativas del Antiguo Testamento? ¿Qué hacemos con los Salmos y Proverbios?
¿Qué de los principios morales cuya enseñanza se puede sustentar bajo los dos
testamentos? ¿Qué de la amplia teología que de Dios nos dan los profetas
mayores y menores y de la justicia, perdón y restauración tan frecuentes en
ellas? ¿Acaso no dijo Pablo que Toda Escritura es inspirad por Dios y útil para
el hombre de Dios y que lleva a Cristo hablando del Antiguo Testamento? Aun, si
un principio o norma no estuviera explicita en las páginas del Nuevo
Testamento, eso no quiere decir que, bajo los principios obvios de tener una
Biblia y no tan solo un Testamento, no podamos sacar doctrinas o normas para
nosotros hoy.
El segundo error
obvio es que desconoce que las enseñanzas de la Palabra de Dios, sea en
doctrina, sea en ética, se encuentran claramente explícitas o necesariamente
implicadas. Miremos el clásico ejemplo de la Trinidad. Muchos unitarios o
arrianos piensan haber ganado la guerra exigiendo una respuesta a la demanda
de: “Muéstreme el versículo que diga la palabra Trinidad”, o “muéstreme el
versículo donde se enseñe que Existe un Dios en tres personas”. Tal versículo
no existe, pero eso no quiere decir que la doctrina, derivada de expresiones
específicas de la deidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la necesaria
implicación al no haber más que un Dios y tres personas distintas, podemos sin
temor ni error, hablar de la doctrina de la Trinidad. Y en esto, aunque para algunos
esta palabra esté vedada o la consideren peligrosa, al definir las enseñanzas
de la Biblia, se está haciendo Teología. El ejercicio teológico es legítimo si
viene como producto del estudio de la Biblia, pero es completamente ilegítimo
si lo que se hace es tener doctrinas y se busca en la Biblia como respaldarlas.
Siempre el ejercicio legítimo será inverso, escuchamos la Biblia en sus
principios, ejemplos, leyes y en sus necesarias implicaciones y de allí,
derivamos nuestra teología.
El letrismo o superliteralismo
es un error en la manera de concebir cómo la Biblia nos da su mensaje. Difícilmente
hallaremos una doctrina clara y básica que se apoye en un solo pasaje de las
Escrituras. Por lo general, todo lo que necesariamente han de saberse, creerse y
guardarse para salvación, se presenta y expone tan claramente en uno u otro
lugar de la Escritura, que puede aplicársele el principio de la analogía de la
fe. Aunque no ha de inferirse de esto que ninguna declaración específica de las
Escrituras sea autoridad a menos que esté apoyada por otros pasajes paralelos
(hermenéutica de la balanza o de la mayor cantidad), el peso de un solo
versículo, bien interpretado, no es menos que cien de ellos bien
interpretados. Tanto uno como mil, son Palabra de Dios y normativa. Esto nos
lleva a concluir que a menos que algo esté claramente contradicho o excluido
por la analogía de la fe, o por alguna otra declaración igualmente explícita,
una declaración positiva de la Palabra de Dios es suficiente para establecer un
hecho o doctrina. Por ejemplo, en Hb.9:11-13, es claro que la misma Biblia
deroga los sacrificios animales y aquí, la misma Biblia afirma tal abrogación
por un mejor pacto.
La Suficiencia de
las Escrituras
Pero aquí es
necesario señalar que por salvar la Biblia del “Letrismo o superliteralismo”,
no vayamos a negar de facto la suficiencia de las Escrituras. La suficiencia de
las Escrituras es aquella doctrina que dice que las Sagradas Escrituras, están
completas y son eficaces para el propósito por la cual Dios mismo las reveló.
La suficiencia de las Escrituras afirma que la Biblia no necesita un
complemento, una añadidura, un agregado, para cumplir la función por la que
Dios la envió. Quiere decir que la misma Biblia se basta para realizar dicha
función y que no podemos agregarle a la Biblia sin menospreciar su suficiencia,
sin llamarle insuficiente, escasa o pretender que se quedó corta. Atacar la
suficiencia de las Escrituras, no importa cuán de moda esté, es finalmente una
ofensa a la sabiduría divina, que pretendió hacer una cosa que realmente no
pudo.
Pero, cuando
hablamos del tema de la suficiencia de la Biblia, nuestra primera pregunta debe
ser, ‘¿Suficiente para cuál propósito?’ Siendo el registro inspirado de
revelación divina verbal, las Santas Escrituras son suficientes para lograr los
propósitos que Dios dio a la revelación verbal. La respuesta que nos ayuda a
identificar la C.B.F. 1689 es la siguiente: “Todo el consejo de Dios
tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del
hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido
en las Sagradas Escrituras”. Cuando hablamos del tema de la suficiencia de
la Biblia, por lo tanto, nuestra primera pregunta debe ser: ¿Suficiente para
cuál propósito? Siendo el registro inspirado de revelación divina verbal, las
Santas Escrituras son suficientes para revelar todo el consejo de Dios lo
que se refiere a cuatro cosas en particular:
- La Gloria de Dios.
- La salvación del hombre. (En el sentido más amplio de la palabra)
- La fe (El contenido de nuestra Fe o Doctrina)
- La vida.
- La salvación del hombre. (En el sentido más amplio de la palabra)
- La fe (El contenido de nuestra Fe o Doctrina)
- La vida.
Para revelar la
voluntad divina y para revelarla en estas áreas, todo está explícito o
necesariamente implicado. Por supuesto que eso no significa que creemos en la
micro-suficiencia de las Escrituras, pero no necesitamos que así sea. Ya sea
por vía de mandatos, leyes, ejemplos o principios generales, la Biblia encausa
la vida. Tampoco significa que no queda espacio para el sentido común
santificado. La misma Confesión de fe señala que: “hay algunas
circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la Iglesia,
comunes a las acciones y sociedades humanas, que han de determinarse conforme a
la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, según las normas generales
de la Palabra, que han de guardarse siempre”. Lo que ha sido dicho
acerca de la suficiencia de las Escrituras no significa que absolutamente toda
cuestión o detalle que se presenta en la iglesia puede ser resulta yendo a
enunciados explícitos de Escritura ni siquiera a buenas y necesarias
consecuencias de algún texto.
Hay algunos
asuntos en la Biblia que no son detallados y podemos decir que la Biblia no da
revelación directa en tales asuntos sino que nos deja a tomar decisiones, pero
de acuerdo a los mismos principios generales de la Biblia y de principios en el
contexto donde vivimos. Aquí dependemos de la revelación general de Dios y
gracia común. En tales asuntos, debemos orientar las cosas “por la luz de la
naturaleza”, es decir, de acuerdo a los cánones de gracia común y revelación
general, y por “prudencia cristiana”, es decir, de acuerdo a los dictados de
sabiduría santificada (no mundana), “según las normas generales de la Palabra,
que han de guardarse siempre”. Esta no es una regla suficiente, tampoco
infalible, a causa de la depravación remanente en el ser humano, aun en los
hijos de Dios, sin embargo es guía de mucha ayuda en muchas cosas. Como toda
revelación divina, ‘la luz de la naturaleza’ puede ser suprimida en injusticia;
sin embargo, donde sus instrucciones no son resistidas, marca ciertas cosas
como apropiadas y otras como inapropiadas.
Puede parecer
que estamos derribando el caso de la suficiencia de la Biblia y abrir la puerta
a un diluvio de innovaciones no permitidas por la Palabra de Dios. Pero no es
lo que queremos decir porque tanto la gracia común debe matizarse con
“prudencia cristiana” y “según las normas generales de la Palabra, que han de
Guardarse siempre”. El punto de esta frase es que siempre debemos ir al
tribunal de la Escritura como juez final de todos tales asuntos.
Como conclusión,
debemos tener cuidado de que no usamos estas matizaciones de la doctrina de la
suficiencia de la Biblia para negar arbitrariamente lo anteriormente expuesto
sea por alguna “iluminación” del Espíritu o por “algún principio cultural”. El
modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por Él mismo, y está
de tal manera limitado por Su propia voluntad revelada que no se debe adorar a
Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las
sugerencias de Satanás, ni bajo ninguna representación visible ni en ningún
otro modo no prescrito en las Sagradas Escrituras.
El deseo de tener la Palabra de Dios como
fundamento es un imperativo, pero no tener la Biblia para establecer nuestras
doctrinas sería igual que tenerla mal interpretada. Nuestro acercamiento a la
Palabra de Dios debe ser honrando su propia hermenéutica y bajo ella, el
“muéstreme el versículo”, no es coherente con su contenido. Más bien deberíamos
discernir si tal o cual enseñanza es una fiel a las enseñanzas de la Biblia
como un todo, porque toda ella es Palabra de Dios, y en labios del Verbo, las
Escrituras no pueden ser quebrantadas.
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