Nadie se atrevería a afirmar que la verdad de la Palabra de Dios alguna vez ha gozado de popularidad y aceptación masiva. En un mundo caído en el pecado, la verdad tiene que abrirse paso en medio del tumulto agresivo de seres humanos caídos, y sus ideas. Pero cuando la verdad es atacada por quienes deberían ser sus defensores, ella tendrá un desafío extra, el ser vindicada a pesar de sus custodios.
Una postura ciertamente enigmática se ha empezado a tomar el lugar que le corresponde a la verdad, y es la filosofía de la tolerancia, ahora, más distinguida y cuidada que la primera. En los días actuales maltratar la verdad de la Biblia no es tan grave como denunciar, criticar o poner en evidencia a quien lo hace. Si hay un pecado imperdonable no es menoscabar la Palabra de Dios como evidenciar a quien lo ha hecho. El discurso posmoderno ha calado en las grietas del pensamiento superficial cristiano moderno, de manera que hay más afán en conciliar, armonizar, dialogar, que en vindicar las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas.
No es fariseísmo radical, intolerante e incongruente mirar con asombro cómo se adultera la Palabra de Dios, y como se arrincona sus preceptos, doctrinas y enseñanzas, al estante de la “libertad cristiana” o “formas distintas”. Si esta es la manera de concebir la verdad, la tolerancia sí que es un valor primario, pero si le damos el peso e implicamos la Sola Scriptura, entonces la obediencia y fidelidad y no la tolerancia son los valores a seguir con esmero.
Por supuesto que el defensor de la verdad, es cristiano aun cuando la defiende, y no existen salvoconductos para el pecado en pro de la defensa del evangelio. Nada sería más una contradicción que por defender la verdad, esta fuera menoscabada. Pero el amor cristiano y la prudencia, jamás deben ser confundidos con la tolerancia al error, más cuando estos se publicitan y promocionan sin rubor. Según se ve, no es tan malo promover errores públicamente, usando las grandes plataformas de la comunicación masiva, ah, pero defender la fe, si debe ser asunto privado, personal y “prudente”. Vale la pena aclarar que los medios de comunicación no son la iglesia y que la finalidad de los medios es la promoción, en el buen sentido de la palabra. De manera que los errores promovidos públicamente, ¿Por qué deberían ser reprendidos en privado? ¿Por qué querer tapar la boca del defensor de la verdad si el ofensor de ella está gritando y promocionando sus errores?
Más aún, si nadie puede decir nada porque todos somos pecadores, y nadie tiene autoridad moral para hablar de nadie, todos deberíamos callar, padres, pastores y la misma iglesia debido a que nadie está libre de pecado. Ni aun el que critica a quienes defienden la fe debería escribir en contra porque sus aseveraciones tienen doble filo y resulta cortándose él mismo con lo que dice. Si es coherente, también debería callar. A estos, permítame aclarar que, aunque nadie está libre del error, no todos los yerros tienen la misma proveniencia ni todos revisten el mismo peligro. Alguno puede errar porque es la luz que tiene, pero su deseo es la conformidad a Cristo y sus doctrinas. Otros pueden errar y desviarse, habiendo conocido la verdad y queriendo establecer sus propias ideas ajenas a la Biblia y a una fe histórica y confesional lo que los reformados entendemos que es sinónimo de sana doctrina. Y que no todos los yerros tienen la misma consecuencias, queda claro porque si yerras para ti mismo o para un grupo restringido de creyentes, las consecuencias amargas no son tan grandes como cuando yerras desde una plataforma masiva de influencia mediática desde la cual resultas afectando la vida y rumbo de cientos de creyentes.
Si algunos no desean llevar las implicaciones de ahondar en su conocimiento de la palabra de Dios, no pueden por implicación, amedrentar a quienes desean hacerlo. Si la diplomacia pesa más que la verdad en la escala de valores de muchos, que no se concluya que todos tienen el mismo temor de vindicar la verdad. Ya se lo hemos dicho al mundo, y ahora se lo afirmamos a algunos creyentes hermanos, si en verdad eres tolerante, debes serlo también con los que no piensan como tú, o ¿Estas exigiendo tolerancia solo para tus ideas?
Claro que alabamos la tolerancia en el cuerpo de Cristo, pero no toleramos el error. Ni menos cuando se publicita sin temor. Para no entrar en este subjetivismo cristiano, no se nos olvide que hemos recibido un depósito de la sana doctrina y que la iglesia es su custodio, somos columna y baluarte de la verdad y se nos encargó el retenerla y comunicarla con fidelidad. Si esto no nos mueve a procurar la sanidad en la doctrina ¿Por qué pensar que la tolerancia posmoderna lo hará?
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