Por: John J. Murray
La actividad de la
iglesia se extiende sobre un siempre creciente campo en la actualidad. Tenemos
iglesias nacionales de una naturaleza mixta, iglesias tradicionales, grupos
carismáticos, iglesias en casa, comunidades.
Mientras los acontecimientos en las iglesias que
aparecen [regularmente] en las noticias son principalmente acerca del rechazo
de la membresía, de los principios para abandonar la iglesia, de la adopción de
las costumbres del mundo, hay apenas algunas noticias de conversiones
múltiples, de crecimiento considerable o de un impacto hecho a la nación.
Muchas iglesias están ocupadas intentando llenar los espacios causados por la
negligencia de parte de otras instituciones en aspectos de vida familiar y
obligaciones del estado. La iglesia evangélica está luchando por su vida, pero
está entretenida en nuevas formas de adoración, nuevos ministerios y nuevos
lemas. Se intentan varias alianzas, pero, como el Dr D M Lloyd-Jones solía
decir, juntar dos cuerpos muertos no resulta en una resurrección. Debe haber un
cambio drástico en el centro.
EL MINISTERIO
La primera preocupación debe ser elevar el estándar de
los ministros. Richard Baxter (1615-1691), cuyo ministerio transformó a las
personas de Kidderminster, dijo: “Si Dios reformara a los ministros y los pusiera
en sus labores con celo y fidelidad, el pueblo sería ciertamente reformado.
Todas las iglesias crecen o caen a medida que el ministerio crece o cae, no en
riquezas o grandeza mundana, sino en conocimiento, celo y destreza en su labor”
(El pastor reformado, 1974). Mucho se hace hoy en día con instrucción en el
seminario, con estar expuesto a la escolaridad moderna y con lidiar con asuntos
contemporáneos. Pero, ¿estamos siendo bendecidos con ministros santos y
predicadores con unción que son usados como instrumentos poderosos para el bien?
¿Cómo era el puritanismo, el cual, como el Dr. J. I.Packer
afirma, era nada menos que “un movimiento de avivamiento” establecido en
Inglaterra? Cuando los intentos por reformar la Iglesia de Inglaterra
fracasaron al final del siglo XVI el crecimiento de vida espiritual y enseñanza
Reformada vino a través de un ejército de predicadores – “la hermandad
Puritana”. Si un verdadero avivamiento es el despertar de una conciencia de
Dios y una resultante convicción de pecado, entonces esa obra comenzó primero
en los corazones de los hombres que Dios usaría como instrumentos en el
avivamiento. Una comprensión bíblica verdadera de la santidad de Dios, de la
ley santa, de la depravación humana, del juicio, de la necesidad de
regeneración, del cielo y el infierno fue puesta a arder en sus almas.
Fue la predicación de tales hombres la que transformó
la faz de Inglaterra. Predicadores jóvenes aprendieron el modelo del ministerio
aún antes de que recibieran instrucción académica. Los ministerios de Thomas
Taylor en Reading (poblado de Inglaterra), de Richard Greenham en Dry Drayton y
de Richard Rogers en Wethersfield fueron campos de cría de predicadores
piadosos. Éstos fueron hombres que vivieron en la presencia de Dios y cuya
predicación estaba enfocada particularmente en la consciencia. Citando a Baxter
de nuevo: “El predicador que habla como si viera el rostro de Dios de cierto
afecta más mi corazón, aunque con palabras comunes, que un hombre irreverente
con las palabras más exquisitamente preparadas”. Los predicadores puritanos
trataban bastante con el corazón y la consciencia de sus oyentes. Como Robert
Bruce, un puritano escocés de la misma época, declaró; la primera necesidad de
la predicación evangélica es despertar la consciencia de tal forma que “muerda”
y “te envíe a buscar un remedio” (‘Robert Bruce’ en una herencia cristiana
escocesa, por Iain Murray, 2006).
LA PROFESIÓN
CRISTIANA
Una segunda preocupación deber ser elevar el estándar
de la profesión cristiana. No hay duda que un período prolongado de
enfriamiento espiritual en la Iglesia ha rebajado las expectativas de lo que se
requiere de una persona que busca la membresía. El Rev. Thomas Hog de Kiltearn
fue uno de los pocos ministros de Highland que permaneció leal al Pacto
Nacional* y sufrió la expulsión de su cargo. En sus días de juventud él fue
considerado como ejemplar en su profesión cristiana, hablando para la
edificación de otros y estando dispuesto a sufrir por causa de Cristo. Un
período posterior de convicción profunda y de conversión dramática lo llevó a
creer que su profesión anterior era falsa. Es impresionante lo lejos que uno
puede ir con una profesión externa, sin una obra verdadera de la gracia. Su
vida posterior y ministerio tuvieron un toque que buscaba las marcas de la
gracia en la vida de cualquiera que profesara el nombre de Cristo y evidencia
de buenos frutos. Aunque algunos de los requisitos pudieran haber parecido muy
altos, ciertamente produjeron generaciones de personas piadosas.
Esto es, sin duda el fundamento que se necesita para
examinar una profesión cristiana en nuestros días. El primer paso en la
conversión debe ser, por cierto, la conciencia de la majestad y santidad de
Dios. Existimos para la Gloria de Dios, pero hemos pecado y hemos sido
destituidos de Su gloria. La convicción de pecado nos hace perder toda
confianza en nosotros mismos y depender completamente en Cristo. Toda la gloria
debe ser atribuida al Dios trino. Qué tan largo o profundo pueda ser el proceso
varía, pero al menos se produce un odio por el pecado y amor por Dios. Se
manifiesta en fe y verdadero arrepentimiento. La regeneración que concede vida
nos hace como el árbol plantado junto a corrientes de agua que da su fruto a su
tiempo (Sal.1:3). El conflicto con la vieja naturaleza es un ejercicio por el
resto de la vida y como peregrinos estamos en guerra hasta que lleguemos a las
puertas del cielo.
LA VIDA DE LA
IGLESIA
La Tercera preocupación debe ser acerca de una vida
auténtica de iglesia. R. B.Kuiper en su obra clásica, El glorioso cuerpo de
Cristo (1967), comienza afirmando que “la iglesia cristiana es gloriosa en su
misma naturaleza”, pero luego continúa diciendo: “Hoy la gloria de la iglesia
está densamente velada. No es una exageración decir que principalmente muestra
una imagen de decadencia avanzada y de extrema debilidad.” ¡Y Kuiper estaba
escribiendo a la mitad del siglo pasado! Él afirma que la iglesia visible es
gloriosa en la medida en que se asemeja a la iglesia invisible. Una iglesia no
puede ser más gloriosa que lo que los miembros que la constituyen son. Sólo las
adiciones divinas merecen ser llamadas adiciones (a la iglesia), las adiciones
hechas por el hombre son siempre detracciones a la gloria de la iglesia. Ésta
es la razón por la que el tipo de profesión descrita antes es tan vital.
La iglesia fue concebida en el propósito eterno de
Dios el Padre (Jn.6:37), comprada por la sangre de Cristo, su redentor (Jn.10:11)
y traída a la vida por el Espíritu Santo (Ef.2:1). La iglesia como un todo es
el cuerpo y la esposa de Cristo, así como cada expresión local de ella. La
iglesia es la plenitud de Cristo (Ef.1:22-23). La iglesia debe estar satisfecha
con ser la iglesia de acuerdo a las prioridades propias de Dios, dadas en Su
Palabra. La adoración es su función principal. Para mantener su vida allí debe
haber la predicación pura de la Palabra, la administración correcta de los
sacramentos y el ejercicio de la disciplina eclesial. Como John Knox dijo:
“Esta iglesia debe mantenerse separada del mundo mediante el ejercicio fiel de
la disciplina para que no venga reproche a Dios por el carácter de sus
miembros, para que el bien no sea afectado por el mal, y para que aquellos
corregidos puedan ser recuperados.” (Obras de John Knox). Y hay otras muchas
cosas que contribuyen al bienestar de la iglesia, como el gobierno de los
ancianos, la instrucción eclesial, la religión familiar y la observancia del
día de reposo.
Lo triste es que con todo el énfasis en la
recuperación de la doctrina Reformada en los últimos sesenta años no hemos
visto un restablecimiento de “la verdadera cara de la iglesia de Cristo” en el
Reino Unido. Si el celo por el honor de Dios es la esencia de la piedad
verdadera, entonces es tiempo de que nos levantemos como hombres de Dios.
Aunque la iglesia más pequeña que lucha fervientemente por la verdad está
contribuyendo mucho más al avance del reino de Cristo que un conglomerado de
iglesias que oscurece la verdad con ambigüedad y error, no debemos estar
satisfechos sino debemos volvernos al Señor “y no dar tregua, hasta que ponga a
Jerusalén por alabanza en la tierra” (Is.62:7).
* Nota del
traductor: El Pacto Nacional, fue un acuerdo solemne realizado por ministros
escoceses en 1638, en el cual rechazaban el intento del Rey Carlos I y de
William Laud arzobispo de Canterbury de forzar a la iglesia de Escocia a
conformarse a las prácticas litúrgicas y al gobierno de la iglesia de
Inglaterra.
Traducción: Nelson David González
Tomado de Banner of Truth
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