La Palabra de Dios en Rom.12:2, nos exhorta así: ‘No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta’. Este texto debe entenderse como una exhortación a no dejarse amoldar al pensamiento de la época, a no dejarse llevar de forma consciente o implícita, ni tampoco ingenua o automática, por las filosofías que reinan en cada época, en su momento, lo que la Biblia llama en algunos contextos, el mundo o siglo. Este texto presupone que los cristianos estamos en la capacidad, por el Espíritu de Dios, de discernir el siglo en que vivimos y además que podemos ser capacitados para resistirlo y romper, al menos en nuestras vidas, el molde sugerido. Los creyentes debemos pisar esta tierra con conciencia, como el soldado que camina en terreno enemigo y no como el turista desprevenido en un sitio de recreo. Pero nadie escapa del peligro de ser afectado por el mundo y sus filosofías, por lo que haríamos bien en discernir estos tiempos a la luz de las sagradas Escrituras.
Una Forma de Relativismo
- ¿Qué es relativismo?
Con
respecto al tema que estamos tratando, el relativismo es la negación de la
existencia o pertinencia de valores absolutos, es decir, que no existen
verdades o valores vinculantes para toda la humanidad ni pertinentes para toda
época. Esto, por supuesto, contradice la idea de valores absolutos y objetivos
que se mantienen independientemente de las personas o los conceptos que ellas
puedan tener y que no están sujetos a asuntos circunstanciales. Por supuesto
que el relativismo indica que los valores o las verdades son circunstanciales y
dependientes. Así, lo que para una persona, grupo o época fue una verdad o
correspondió a un valor moral, para otras personas puede llegar a ser diferente
y hasta contrario. Así, no hay una verdad o un valor que pueda reclamar ser
absoluto, sino que las cosas son verdad depende la persona, el grupo, la época
o circunstancia, etc.
Si
meditas bien, podrás ver que “el hombre es la medida de todas las cosas”,
porque ¿Quién determina lo que es o no verdad, lo que es o no vinculante? El
hombre mismo, su propio criterio, pensamiento o razón. Esto lleva, no solo a
una desintegración y negación de la verdad, sino que pone los valores como
relativos, dependientes del contexto, lo que ha desembocado en una ética
situacional, es decir, una manera de proceder basada, no en valores, sino en la
situación que se presente. La verdad no gobierna, las circunstancias cambiantes
lo hacen, el pensamiento cambiante del hombre lo hace. Pero sin querer
confundir, solo permítame decir un comentario al margen: que el relativista lo
es hasta que afirma sus postulados como valores verdaderos. Es decir, ¿No se
contradice el relativista al decir que no hay verdades absolutas, enseñándonos
como verdad esa premisa? Estamos en el mundo de Dios y el relativismo
consecuente no existe, no puede caber, cada intento por relativizar algo se
convierte en una procura de dogmatizar algo.
- ¿Cómo se ha
infiltrado en la iglesia?
Aunque
todos los cristianos de forma general, decimos tener como fundamento la Palabra
de Dios, en verdad lo que tenemos hoy es que las opiniones de la Palabra de Dios
prevalecen por sobre la Palabra de Dios. “Yo creo que” ha venido a sustituir
“La Palabra de Dios enseña que”. El relativismo en la iglesia propone que la
opinión sobre algo prevalece sobre la doctrina sobre algo. Por supuesto que
logramos discernir que existe una gran diferencia entre una doctrina y una
opinión. Además, no en teoría, pero en la práctica, muchas iglesias siguen lo
que cada situación les sugiere hacer, lo que su propia congregación los lleva a
hacer, lo que su propia idiosincrasia les propone hacer. Muchas iglesias creen
lo que su propio concepto de algo, los lleva a entender, lo que su propia
cultura los lleva a dimensionar.
Los
valores posmodernos en la iglesia han hecho que prevalezca y se vea mejor y,
más aun, se perciba más cristiano y amoroso, poner las cosas en opiniones,
puntos de vista, sin sugerir que alguien pueda tener la verdad sobre algo,
mucho menos enseñar con dogmatismo un asunto. Esto se vería como pedantería
evangélica o como orgullo denominacional. Cualquier sugerencia a tener la
verdad sobre alguna doctrina revelada en la Palabra de Dios, y mucho más,
cualquier intento de enseñarla o contrastarla con otras enseñanzas, es visto
como un atentado a la paz entre el cuerpo de Cristo.
La
trampa del relativismo en las iglesias se ha escondido bajo la frase: “Nadie
tiene la verdad absoluta”. Y aquí debemos hacer una distinción pertinente. No
hablamos de la verdad en el sentido más amplio de su significado, hablamos de
la verdad que nos ha sido revelada, de la Palabra de Dios. Y en esto sí debemos
preguntarnos ¿Hay verdades absolutas? O ¿Todo es relativo o circunstancial?
¿Existen en la Palabra de Dios valores absolutos? ¿Existen asuntos que estén
bien hechos o mal hechos o existen igualmente varias maneras validas de hacer
algo? ¿Quiénes determinan la verdad de algo? ¿Las iglesias, los líderes, la
Palabra de Dios? No podemos esquivar el tema tan fácilmente encogiéndonos de
hombros y afirmando que la Palabra de Dios no ofrece absolutos. ¿Existe una
norma absoluta de lo que es verdadera adoración? ¿Es o no suficiente la Palabra
de Dios? ¿Dios es o no soberano? ¿Lo que la Biblia dice que es pecado, lo es
siempre?
- ¿A qué nos
puede conducir?
Dicha
negación en la práctica y cada vez más en teoría, lleva a la iglesia a lo que
llamaremos: Agnosticismo Bíblico. El agnosticismo afirma que, si la verdad
existe, no la podemos conocer, que, si tal o cual cosa es verdad, quién sabe
(Martson). A lo mucho podemos solo tener
opiniones de ella. ¡Qué contradictorio para el evangelio y para la Palabra de
Dios, la cual es llamada la Verdad! (Jn.17:17). ¡Qué diferente suena al tono de
la Palabra de Dios que reclama ser verdad para todos los hombres, que señala un
solo camino de salvación, un solo fundamento de santificación, unas normas que
no dependen de los hombres ni de su entendimiento ni de su cultura! La iglesia
que alaba y admira a los padres de la iglesia que dieron su vida por sostener
verdades absolutas, a los mártires de la reforma, es la misma que dice que no
podemos llegar a un conocimiento certero en nuestras doctrinas, que solo en el
cielo podremos saberlo, calificando la verdad en niveles de vinculación, es
decir, tal cosa es vinculante, tal otra menos vinculante. En eso debes creer a
pie junto, en esto, cualquier cosa que creas, está bien. Si solo podemos tener
opiniones de la verdad y todas ellas respetables, nadie puede tener el
conocimiento de la verdad.
Si
bien no podremos llegar a todas las implicaciones, sí podemos llegar al
conocimiento de la verdad o de lo contrario ciertos textos bíblicos serían una
burla o una vil mentira. ‘y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres’ (Jn.8:32), ¡Oh, vamos! ¿Cuál verdad?
“Solo podemos llegar a opiniones, puntos de vista y las demás cosas las
entenderemos en el cielo”. ‘me ha sido
necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha
sido una vez dada a los santos’ (Jud.1:3b) ¿Qué fe? “Solo podemos llegar a
aproximarnos”. ¿Contender por la fe, por cosas de segundo y tercer nivel? ¿No
es eso muy flato de amor y divisivo? ‘Mas
si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente
del que os hemos anunciado, sea anatema’ (Gal.1:8) ¿Cómo distinguir ese
otro evangelio o reconocerlo si ni siquiera tenemos la certeza de tener uno
verdadero, si solo podemos tener opiniones más o menos cercanas? Al menos en 4
textos (1 Tim.2:4; 2 Tim.3:7; Tito 1:11; Hb.10:26), en nuestro
español, tenemos la frase ‘conocimiento
de la verdad’ como algo a lo cual se puede llegar y se sanciona el no
hacerlo como en 2 Tim.3:7 hablando de las mujercillas cargadas de pecados por
sus pasiones: ‘Estas siempre están
aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad’.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son importantes. "Que tus palabras sean las necesarias a fin de edificar a quienes las lean".