martes, 22 de marzo de 2016

RAZONES POR LAS QUE GRAN PARTE DE LATINOAMÉRICA HA ACOGIDO CON MÁS FACILIDAD LA NUEVA REFORMA QUE LA REFORMA CONFESIONAL E HISTÓRICA (1)



Ningún ser humano puede llegar a pensar que es completamente libre de su época. Todos, de alguna manera y unos más que otros, son hijos de su propia cultura. En un sentido genérico, esta realidad no tiene que verse como algo malo, sin embargo, cuando la cultura expresa los vicios y falencias de una sociedad que se aparta de Dios, independientemente si es o no religiosa, ser hijos de nuestras culturas es más bien un defecto.



El cristianismo en nuestras tierras suramericanas, es más bien nuevo, si lo comparamos con otros continentes, aun el Africano, el que fue en los primeros siglos, beneficiado con el cristianismo. La historia del conocimiento de la Biblia, puede remontarse al periodo de la conquista de los españoles a nuestras tierras a finales del siglo XV. La historia de Brasil, por supuesto, es una distinta, sus conquistadores y su propia lengua, casi que de alguna manera, le protegieron de la versión de catolicismo romano que le llegó a la demás Suramérica. Sin embargo, no podemos hablar de un conocimiento correcto del Evangelio ni de Dios, sin embargo en términos generales, nuestras tierras supieron de forma sostenida, otro sistema religioso que el autóctono.



Si hablamos de la entrada del cristianismo evangélico, la historia es aún más reciente. Los mediados o finales de 1800’s, marcaron para unos y otros, la llegada de misiones foráneas que trajeron el evangelio, el cual, como habría de suponerse, fue altamente resistido por el catolicismo romano. Sin desconocer el esfuerzo de misiones conservadoras, el evangelio llegó a ser más promovido y extendido por las misiones pentecostales, aun así no podemos hablar de una mayoría cristiana en nuestros países del sur del continente. Esto hizo que por un gran lapso de tiempo, el evangelio de acuerdo a como lo entendieron los reformadores, no representara un grupo considerable, aun entre los confesos cristianos evangélicos. En otras palabras, ya en nuestros países ser cristiano evangélico es una minoría, cuanto más confesarse como heredero teológico de la reforma.



Hablamos de una diferencia descomunal, porque mientras en otros continentes se puede hablar, no solo de una tradición evangélica sino reformada, de siglos probablemente, en Suramérica, no podemos hablar ni siquiera de medio siglo sostenido de una reforma consistente. No negamos la existencia ni ministerios de hombres fieles, solo hacemos un barrido en lo que más bien ha sido general. Puede ser que los 60’s o 70’s, hayan sido décadas que vieron el surgimiento de iglesias históricas de confesión reformada, las que han tenido que abrirse campo, no solo como evangélicos sino como reformados en un cristianismo evangélico que olvidó sus propias raíces.



En los primeros años de este siglo, se ha visto un resurgimiento de las doctrinas reformadas en nuestros países, algo así como un nuevo vigor o si se quiere, una promoción, publicidad y/o masificación, y a juzgar por lo general, casi que hablamos de la última década. Sin embargo, esta explosión de esa doctrina reformada, o si quizás pudiéramos afirmar, esta versión de ella, ha sabido ganarse un campo creciente en el pensamiento de muchos cristianos y en general de la cristiandad. Sin embargo, hablamos de una versión de las doctrinas reformadas, porque estrictamente hablando, esta nueva reforma, se ha desligado a conveniencia, de algunos postulados confesionales que eran intocables para la reforma confesional cuando surgió.



Por ello, aquellos que hemos visto, de alguna manera el avance de la Reforma Confesional e Histórica, logramos notar la diferencia con la Nueva Reforma y cómo nuestras cultura latina, ha sido más tierra fértil para el movimiento de la Nueva Reforma que para la Reforma Confesional e Histórica. No podemos ser ligeros y atribuirle, como lo hicieron los pentecostales en su tiempo, este avance a un avivamiento, porque de hecho, esto puede tener unas explicaciones más naturales y lógicas.



1. Nuestro Fuerte Trasfondo Católico Romano.

Cuando todos los complejos asuntos religiosos, políticos y sociales se estaban dando en Europa en los siglos XV y XVI, Suramérica no representaba casi nada para la historia del momento. Por la Reforma, la vida en el viejo mundo cambió, los poderes e influencias tradicionales tuvieron que reacomodarse. La Reforma había permeado Europa e Inglaterra y se extendía. El Catolicismo Romano se armó de nuevo en un frente contra reformador, y cada cosa empezó a tomar un lugar permanente. Para nuestros intereses, y de forma muy general, lo que para la Reforma llegó a ser Inglaterra, para el Catolicismo Romano llegó a ser España. Esta providencia no es de poco valor, porque cada intento colonizador, tendría una repercusión, dependiendo la afiliación de la Corona que apoyaba las expediciones.



En otras palabras, los asuntos son tan distintos como que el Nuevo Mundo, América del Norte, fue ocupado por algunos puritanos (los peregrinos) que salieron de Inglaterra, poniendo un talante tan distinto a las tierras donde llegaban, a diferencia del intento Español de conquistar las tierras del Sur. La historia para el Norte de América sería radicalmente distinta en sus comienzos que la suerte del Sur del mismo continente. Así, nuestras tierras Suramericanas, no pueden escribir su historia sin un profundo arraigo del Catolicismo romano desde sus comienzos como civilización.



El catolicismo romano se impuso en nuestras tierras, a veces con convicción misionera, a veces por mera lealtad al imperio o estrategia colonizadora y los nativos, aceptaron el catolicismo o más bien, lo adaptaron a sus creencias en muchas ocasiones, como una forma de supervivencia y otras, porque no tenían otra opción real. Sin embargo, es bien conocido que el catolicismo fue resistido por la obstinación indígena, por lo que hubo un no pequeño sincretismo entre el catolicismo romano y la cultura nativa para que este pudiera sobrevivir y progresar. Nada extraño que el trasfondo de algunas prácticas católicas sea una superstición ancestral que ha sobrevivido y ha tomado un rumbo particular en nuestras tierras.



Esta es quizás una razón por la que doctrinas que en el fondo sigan identificándose con el sincretismo romano-indígena, sean nuestra experiencia más familiar y de más fácil adaptación en nuestras tierras que otras que difieran más. Pensamos en doctrinas como el sacramentalismo, el sacerdotalismo, el continuismo, el misticismo, una adoración no regulada por la Palabra de Dios y más, que han hallado espectacular cabida tanto en tierras católicas romanas como evangélicas en nuestro medio. Algunos católicos romanos han pasado a considerar al sacerdote romano como una especie de mediador, un ungido especial con alguna influencia mayor, que puede conectar al individuo común con la divinidad. Se les ha instruido que Dios habla por la Biblia, pero también por sus portavoces autorizados. Se les ha instruido que la divinidad por vía de todos sus santos, opera milagros. Se ha hecho dependiente al individuo, no de Dios sino de una estructura autorizada que media en su relación con Dios. Además, se ha puesto al adorador como parámetro de la adoración y no a Dios, por lo que adorar a Dios ha tenido que ver más con el individuo que con la Palabra de Dios.



Ahora, ¿Qué sino esto es lo que en el fondo subyace en iglesias carismáticas? Hay solo un cambio externo y una precisión en doctrinas, pero en el fondo, el lugar que ocupaba el sacerdote, lo ha ocupado el pastor, siendo este, un ungido especial del cual se depende. Para el carismático no es nada extraño esperar que Dios, además de la Biblia, le hable por sus profetas autorizados y que Dios continúe operando milagros tal cual como aparecen en las páginas de la Biblia. Para el carismático no es extraño adorar a Dios como le parezca aun usando los elementos caídos de su cultura. Por supuesto que estos son tres meros ejemplos de todo un andamiaje de doctrinas que pueden sobrevivir en ese arraigo cultural del que no podemos huir fácilmente.



Luego, viene la Reforma Confesional e Histórica, y señala un camino distinto. Se habla del sacerdocio de todos los creyentes, de un oficio pastoral delimitado por las Escrituras, del Cesacionismo de dones apostólicos, de la Sola Escritura (Sola de verdad) como único medio de revelación de Dios y de su voluntad para los creyentes, y este camino no es para nada cómodo. Es difícil, adverso, completamente contrario a nuestro arraigo cultural. Se habla de una adoración regulada, no de libertad del adorador, se habla de la dependencia absoluta de la Biblia y no de subjetivismo. De hecho, todas estas cosas, hasta llegan a desecharse por parecer una imposición foránea sobre nuestra cultura. Pero lo que ésta representa es el llamado Bíblico de renuncia a la conformidad con este mundo y por supuesto, todos sentimos el rigor de lo que sería adoptar el evangelio tal y como lo entendieron los mejores reformadores. Por supuesto que los que han cortado su mano, los que no han cosido un paño nuevo en vestido viejo, ven crecer lentamente sus aparejos espirituales, contraculturales y bíblicos.



Pero, y he aquí el lamentable pero, la Nueva Reforma viene como otro intento de reconciliar, ahora el evangelio como se entendió en la reforma, con lo que nos es más familiar. Provee una seguridad intelectual en algunos puntos, pero en el fondo, deja los puntos de la cultura sincretista, sin tocar, solo las modifica someramente para sus intereses. Así, alguien puede ser cristiano reformado y a su vez idolatrar a sus representantes cristianos, seguirlos en cada conferencia y negarse a aceptar que en algunos puntos pueden tener puntos ciegos. Ahora, según se ve, se puede ser reformado y a su vez creer que Dios pueda hablar por otras vías además de la Biblia. Se puede ser reformado y a su vez, adorar a Dios sin observar el principio que la regula, más bien echando mano de los elementos de su cultura popular. Es el camino donde más nos sentimos seguros culturalmente, es el camino que no incluye una renuncia fundamental o esencial. Por lo que no es nada raro que la Nueva Reforma, se adapte y crezca con más facilidad en nuestro medio que lo que ocurrió por varios años con la Reforma Confesional e Histórica.

  

No solo porque el conocimiento de Dios que nos llegó a Suramérica estuvo tan lejos de la reforma, sino porque como cultura hemos sabido adaptar la religión a nuestras maneras ancestrales de entender la religión,  queda más fácil tener una creencia que no nos arroje a una doctrina verdaderamente evangélica, histórica y confesional y mucho menos llevarla a sus implicaciones necesarias. Es un costo muy alto, por lo que es más cómodo quedarse en la mitad del camino, tranquilizando nuestra conciencia con la certeza que al menos hemos avanzado en algo. Pero si usted se fija bien, el fundamento es el mismo. He aquí una buena razón por la que Suramérica es una tierra fértil para todo tipo de doctrina que no implique renunciar a los vicios y supersticiones populares y por qué como reformados históricos y Confesionales debemos seguir siendo fieles aunque no tan populares.



Continuará…

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