Como cristianos vivimos en la tensión de ser ciudadanos de
dos mundos. El Señor Jesús en su oración registrada en Juan 17 dijo: ‘11Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el
mundo, y yo voy a ti’, y luego añadió: ‘15No
ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal’. Por supuesto que nuestra ciudadanía celestial es la que matiza
nuestra existencia, y, sin embargo, no podemos huir de las responsabilidades y
demandas particulares de nuestra ciudadanía que al estar en este mundo tenemos,
luchando por no ser absorbidos por aquellas.
Todo verdadero creyente, es decir, todo hijo de Dios por la
fe en Jesucristo, debe vivir en un constante esfuerzo bajo la divina gracia, de
hacer todas las cosas para la gloria de Dios, aun cosas tan temporales y terrenas
como el comer y beber (1 Cor.10:31), y esto no es posible a menos que se obre
de acuerdo a los principios bíblicos que nos han sido revelados para nuestra instrucción
y guía. Seguramente reconocemos que Dios nos rige en unos ámbitos más
particularmente que en otros, pero siempre nos rige a través de Su Palabra, por
lo que es menester que todo hijo de Dios madure en poner el sello de un
principio bíblico sobre todo aquello que hace. El asunto debe ser remarcado
para no caer en el subjetivismo, donde algunos cristianos se rigen por sus
sentires o emociones o pensamientos que le hacen sentido a su corazón caído,
pensando que tener paz interior significa la aprobación de Dios sobre sus
actos. Por lo que se nos requiere más bien el saber guiarnos de acuerdo a las
Sagradas Escrituras, única manera de estar seguros de estar glorificando al
Señor.
Ahora, sabemos que en todo asunto, quienes hemos sido
redimidos debemos andar con la consigna paulina de Hechos 24:16: ‘Y por esto
procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres’, lo que subraya,
uno de los mayores privilegios de la vida en Cristo, el haber salido del temor
a los hombres, de salirnos de ser esclavos de las conveniencias humanas, del
pragmatismo que nos llevaba a veces a aceptar males con el fin de obtener
algunos beneficios, y poder vivir hoy, de acuerdo a la Palabra de Dios, sin
temor, con una conciencia limpia con la que podamos andar delante de Dios y de
los hombres. La buena conciencia con la que debemos peregrinar no es un asunto
de tranquilidad mental a pesar de estar obrando bien o mal, sino aquel solaz
producto de saber que se está obrando basado en la voluntad revelada de Dios,
buscando Su gloria y el verdadero bien del hombre.
Es en el conjunto de estas consideraciones que deseamos proponer una serie
de consejos pastorales, guías para que sean consideradas, antes de cumplir con
nuestras responsabilidades civiles de votar. Ni mi perspectiva ni mis propósitos
son políticos, quien escribe, es un pastor de la grey del Señor, que ha procurado
recopilar algunas debilidades de las personas que pueden llegar a hacer que en
algún momento su voto, contradiga sus principios bíblicos, deshonre su
ciudadanía celestial, proporcionar un mal mensaje al mundo, pero, sobre todo, con
el que no pueda glorificar a Dios y tener una limpia conciencia. Quien escribe,
no comparte la perspectiva de aquellos que ven en estos ejercicios civiles algo
vano, inútil y hasta mundano y muchas veces hasta diabólico. Mi deseo no es la
controversia sino la guía pastoral de aquellos que desean una instrucción al
nivel de los asuntos, con aquello que nos va a acompañar cada vez que se nos dé
la oportunidad de involucrarnos en asuntos civiles.
1. Repase Romanos 13:1-7
y 1 Pedro 2:11-17 con el fin de tener un pensamiento bíblico del propósito
divino para la institución de gobernantes, sus designaciones, el qué se puede y
debe esperar en líneas generales de ellos y para que no son dados y por lo cual,
qué no esperar de ellos. Estos textos no solo nos muestran a manera de principios
genéricos las responsabilidades de los gobernantes, sino que de paso, nos
recuerdan algo de las nuestras. Esto es necesario hacerlo, por la continua
insistencia de cristianos idealistas de responsabilizar al gobernante por
asuntos que no está supuesto a dar ni ofrecer, por desenfocar de forma dramática
el papel de un gobernante, pero por otro lado, a rechazarlo livianamente por
hacer exactamente lo que la Biblia sí afirma que el gobernante está llamado a hacer.
Es aquí donde recordar los principios Bíblicos nos va a proveer de un fundamento
adecuado.
Romanos
13:1-7
‘1Sométase
toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de
parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2De
modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y
los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. 3Porque los
magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de
ella; 4porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo
malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios,
vengador para castigar al que hace lo malo. 5Por lo cual es
necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por
causa de la conciencia. 6Pues por esto pagáis también los tributos,
porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. 7Pagad
a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al
que respeto, respeto; al que honra, honra’.
1 Pedro 2:11-17
‘11Amados, yo os ruego como
a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que
batallan contra el alma, 12manteniendo buena vuestra manera de vivir
entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de
malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar
vuestras buenas obras. 13Por causa del Señor someteos a toda institución
humana, ya sea al rey, como a superior, 14ya a los gobernadores,
como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que
hacen bien. 15Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien,
hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; 16como
libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo
malo, sino como siervos de Dios. 17Honrad a todos. Amad a los
hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey’.
Deseo recordarle, cuando se acerque a estos textos, que las palabras “bien”,
“bueno”, “malo” y similares, deben ser entendidas en su acepción común, social,
civil, no en el sentido evangélico de la Palabra. Que el orden que deben
guardar es uno externo, a través de leyes, donde la vida, sus estructuras, convivencia,
sostenimiento, progreso, defensa y justicia, sean su fin. Y para eso los
apoyamos o no. Para eso pagamos impuestos, para eso nos sometemos a su
autoridad. Le recomiendo en verdad repasar esos textos y hacer una buena lista
de qué esperar, quizás pueda hacer algunas implicaciones generales y notará que
tendrá una perspectiva más sensata a la hora de votar.
2. Examine su alma antes
de ir a votar, pues recuerde que podamos hacer cosas licitas sin la motivación
adecuada y esto no redundaría para la gloria de Dios ni le dejaría con limpia
conciencia. Dos asuntos predominantes tenemos en mente para aconsejarle que
examine su corazón antes de votar:
1) No vaya a las urnas depositando su confianza en el hombre, ni su
esperanza de un mundo mejor en un gobierno o sistema político. Es muy fácil para muchos creyentes
apasionarse con un candidato sin darse cuenta que han pasado la línea hacia el
pecado. Podemos tener expectativas de un ser humano, pero no esa confianza que
debe ser únicamente puesta en el Señor como rey de todas las cosas. Recuerde
que Dios puede bendecir a su pueblo bajo gobiernos muy malos y apagar el
candelero en gobiernos esplendidos, todo esto porque Él es quien gobierna por
encima de todas las cosas. Recuerde que los gobernantes son hombres, casi todos
sin luz bíblica ni regeneración, y si el mismo cristiano es llamado a
desconfiar de su propio corazón, cuánto más en el corazón de los que solo por
gracia común se mantienen medianamente rectos. Sal.146: 3: ‘No confiéis en los príncipes, Ni en hijo de hombre, porque no hay en
él salvación’.
2) No vaya a las urnas motivado por el odio, la
amargura, el resentimiento y pecados similares. El pecado jamás será una
buena motivación para un cristiano a la hora de hacer algo. Este tipo de
pecados tiene la capacidad de enceguecer y de empujarnos a avalar cosas
igualmente pecaminosas solo por reaccionar ciegamente. Piense que, por combatir
ciertas injusticias, nuestro voto no vaya a apoyar otras, es decir, injusticias
opuestas, pero injusticias al fin y al cabo. Que, por ir ciegamente a combatir
ciertos excesos, no vayamos a reaccionar desmedidamente avalando los excesos
del otro lado del espectro. El creyente debe ser más sabio que eso y más
bíblico que eso.
3. No apoye ni avale en
el secreto de su voto, pecados que como cristiano usted critica y combate, en público
y eclesialmente. Usted no puede ser enemigo público del pecado, enemigo eclesiástico
del pecado y su amigo político y secreto. Usted no puede defender el orden, los
roles, la vida, la justicia en público y luego contradecirlo todo dando su aval
a quienes mancillan esto. Le recuerdo que debe obrar bajo principios en todas
las cosas, y el voto no es un paréntesis en nuestra vida. Debe meditar muy bien
que como cristianos somos el pueblo que es más adecuado para proclamar el orden
de Dios en el mundo, que somos sal y luz, que si en alguien debería verse apoyado
aquello que es loable, debe ser en un cristiano, pero si el cristiano, por liviandad,
pragmatismo o cualquier otro motivo prefiere avalar a candidatos que contradicen
la estructura moral del mundo de Dios, ¿Qué esperamos del impío? ¿Si la sal no
sala ni la luz alumbra qué entonces?
4. Medite lo que su
voto hará a la larga. Lo decimos por el principio que rige el mundo de Dios
y es el de cosechar lo que se siembra. Gálatas 6:7 afirma: ‘No os engañéis; Dios no
puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará’. Sabemos
que este no es un principio automático que funciona aparte de Dios, sino que es
una herramienta en sus manos que usa como y cuando desea. Sin embargo, medite que,
en sentido general, ¿Por qué pensar que apoyar hoy un desorden social o moral
va a resultar en orden social y moral mañana? Lo relaciono para que no olvide
las estructuras básicas que Dios puso en este mundo, es decir el orden de la
creación básico de una sociedad en sus roles, los oficios particulares dados a
hombres y mujeres en la sociedad y en la familia. Medite en lo que su voto hará
a la larga con estas estructuras. Además, medite a la larga que tal o cual disposición
social que beneficia una sociedad a la corta resultará debilitándola y quebrándola
a la larga. Un buen ejemplo lo tuvimos en uno de los países más prósperos de Latinoamérica
hace un tiempo y su accionar social a la corta, lo que la ha transformado de
manera dramática a la larga.
5. No menos
importante, piense en cómo su voto puede llegar a afectar las acciones de la
iglesia en este mundo. Si bien la iglesia no depende de los gobiernos
humanos sino de la promesa del Señor, no olvide que la iglesia, por tener un
aspecto temporal de expresión, puede verse afectada bajo gobiernos o leyes
particulares. Si bien la iglesia puede llegar a pasar por varios tipos de males
y persecuciones ideológicas, religiosas y hasta físicas, ¿Por qué hacerlas
venir de una forma irresponsable sobre nosotros? ¿Por qué autoimponérnoslas? El
Señor nos enseñó el valor de saber el terreno que pisamos y no ser temerarios
ni livianos conduciéndonos en este mundo con el testimonio del evangelio en nuestra
mano: ‘16He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de
lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas’ (Mt.10:16). Si la misma iglesia no es sabia y prudente en su
accionar temporal ¿A quién le vamos a pedir tal tarea? Para muchos creyentes la
suerte de la iglesia es una consideración menor. Ellos prefieren buenas
carreteras, buena salud, buena educación, muchas veces buscados a costa de perjudicar
la libertad de la iglesia, de sus cultos, de su evangelismo y muchas veces al
costo de no poder ni hablar de nuestros principios públicamente.
6. Recuerde no votar con
la filosofía del “mal menor”. A veces, cuando la vida corre peligro, elegir
el mal menor es sabio. Hablo cuando en un contexto muy particular es mejor
quitar un miembro gangrenado que dejarlo que infecte todo el cuerpo. En este
caso el mal menor se recomienda y casi que se exige. Sin embargo, cuando
hablamos de asuntos morales, un creyente debe detenerse cuando empieza a considerar
apoyar un mal menor. Si bien no todos los males morales afectan de igual manera
a una sociedad, al punto es que la figura del creyente avalando un mal moral,
es una figura bastante extraña y peligrosa. Un creyente no podrá justificar por
la Biblia que Dios apruebe elegir un mal moral aun cuando este sea pequeño al
lado de males más grandes. Aquí el creyente no estaría eligiendo entre algo
bueno, y mejor, sino entre algo malo y más malo. Eso en su mejor caso sería pragmatismo
y liviandad, pero en su peor caso, sería apoyo a un mal y complicidad en la instauración
de males morales por aval directo. Medite que es bien distinto apoyar a un individuo
que prometió bienes y que al final resultó engañando a todos, que apoyar a un
individuo que por principio y sin ocultarlo, afirma que apoyará un mal y
asuntos que degradan el orden social.
7. Aunque el voto es
secreto, honre su conciencia iluminada por la Palabra de Dios, tanto que,
si su voto fuera revelado en público, frente a sus hermanos en la fe, frente a
la gente que usted ha evangelizado y enseñado en principios bíblicos, usted no
bajaría su cabeza avergonzado. Medite que si algo en su voto le produce mala
conciencia, cree que no es honroso que usted apoye tal o cual cosa, que no le permitiría
orar porque Dios bendijera a su candidato con buena conciencia, si tuviera un
problema de conciencia en la adoración a Dios, si piensa que de saberse su voto
se le acusaría de estimular o avalar el mal o lo malo en otros, que revelaría
algo vergonzoso de usted como esos amores al mundo, a pecados, anhelos
desordenados, ¿Por qué votaría así? Recuerde la máxima paulina de andar con una
limpia conciencia delante de Dios que sabe nuestros corazones y delante de los
hombres. Vote con la conciencia de poder exhibir su voto al cielo y a sus
hermanos.
8. No olvide que no
está obligado a votar por un candidato en particular. Medite que, si ningún
candidato llena sus expectativas y pasados por el rasero general de la Palabra
de Dios, ninguno pasa al otro lado, si por su examen realista de los candidatos
usted no podría apoyar a ninguno con limpia conciencia, por ahora y gracias a
las reglas de juego que tenemos, aun queda una opción que honra su
entendimiento, el voto en blanco. Asegúrese en los lineamientos de su país cuál
es el destino del voto en blanco, a causa de tantos mitos alrededor de esto,
pero al menos en mi país, la mayoría de cosas que se dicen de esta expresión de
inconformidad generalizada, es mentira. Pero si votar en blanco es su manera de
honrar la conciencia iluminada por la Palabra de Dios, que así sea. Al final
sería mejor votar, hacerlo en blanco que apoyar contra la Palabra de Dios y su
conciencia y mal.
9. Por último,
recuerde que Dios reina, que el voto es un medio que Él usa, pero que en ultima
instancia, Él es quien pone el rey, el gobernante, el magistrado. El pueblo
de Dios puede acudir a estos ejercicios púbicos y civiles meditando que: ‘La suerte se echa en el regazo; Mas de
Jehová es la decisión de ella’ (Prov.16:33).
Que ‘no hay autoridades sino de parte de
Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas’ (Rom.13:1), recuerde
que el Señor ‘en su vestidura y en su muslo tiene escrito este
nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES’ (Ap.19:16). No olvide que ‘Él muda los
tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios,
y la ciencia a los entendidos’ (Dn.2:21). Meditar sobre estas realidades nos llevará
a no jactarnos, pero a no desesperanzarnos. Más bien, luego de los resultados,
a meditar en lo que Dios ha querido poniendo este gobernante, y someternos a
sus designios, porque, aunque el pueblo se equivoque, Dios reina.
Seguramente hallará buenas herramientas en estos consejos
pastorales antes de votar, siendo mi última recomendación que el día de las votaciones
es también día del Señor, y siempre aconsejamos al pueblo de Dios organizar sus
asuntos para cumplir lo mas pronto posible con este deber y luego quedar libres
para pasar el día con el Señor en adoración y ministración los unos para con
los otros. El centro de este día del Señor no son las votaciones, es el Señor
porque de Él y por Él y para Él todas las cosas, a Él sea la gloria por todos los siglos. Amén.
Jorge E. Castañeda Delgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son importantes. "Que tus palabras sean las necesarias a fin de edificar a quienes las lean".