miércoles, 11 de febrero de 2009

SIN SANTIDAD NO HAY PARAÍSO


SIN SANTIDAD NO HAY PARAISO
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Hebreos 12: 14


Una mirada simple y desapercibida acerca de la ingerencia de los medios masivos de comunicación en nuestra cultura, podría hacer parecer las voces que se levantan a favor de lo moral como ridículas. Solo basta mirar con solo un poco de agudeza y criticidad las propagandas y contenidos de algunos de los programas de TV y su consecuente impacto en nuestra sociedad, en nuestra propia familia, (En nuestra alacena) y hasta en nosotros mismos, para darnos cuenta, el poder que pueden llegar a tener dichos medios en la cultura.

Sin temor a exagerar, se ve claramente como la unión de medios-sociedad, ha hecho un profundo impacto en la realidad moral y ética de nuestra cultura. En vano discutiríamos a la hora de responsabilizar a alguien por estas malformaciones morales. ¿La TV es solo un reflejo de la sociedad? Suele ser el argumento de quienes introducen programas anti-morales en ella. ¿Es la sociedad un reflejo de lo que los medios quieren hacer con el consumidor? Suele ser el argumento de quienes notan el gran poder de los medios. Para los efectos, esto es de segundo plano. Nada sacamos discutiendo si la cultura sensual de ahora, es una incitación de los medios o si los medios solo reflejan la cultura sensual de ahora. Lo cierto es que ya existe el parámetro de lo que debe ser “un buen cuerpo” “una cara bonita” “una vida feliz”. Parámetro que evoluciona proporcionalmente con la pérdida de valores.

Entre muchos de los anti-valores que se promueven frente a los ojos acostumbrados y codiciosos de nuestra sociedad, está la abierta degradación de la mujer y la exaltación de las pasiones desordenadas del individuo. Solo mirar como un ejemplo, el comercial del desodorante para ver como ellas son tratadas como animales, donde solo hay que “marcarles el camino”. La mujer que nos señalan los medios, es una mujer esclava de la lujuria del varón, una mujer feliz en tanto que es consumista, una mujer a la que le es prescindible exhibirse para ser aceptada. El varón que nos señalan los medios, es un varón sensible a los encantos de la mujer, manipulado por su propia lascivia, hambriento de poder y materialista. La pregunta a hacernos es ¿Qué tanto ha calado este pensamiento en nosotros como Iglesia?

Las nuevas series de los canales de televisión, han ido evolucionando y hoy existe una pugna de llevar la delantera a la hora de promulgar lo antimoral. Creíamos haber visto todo cuando en “Los reyes” actuó por primera vez un verdadero travesti. Para muchos fue censurable, escandaloso y perjudicial. Pero dicho fenómeno, fue del halago de la mayoría de sociedad, tal vez por la forma cómica como se introdujo este pensamiento aberrado. Tal parece que tras la risa se pueden introducir cualquier bajeza moral y no es discernida por los televidentes. Ahora, bajo el emblema de “mostrar la realidad del país”, vienen series, invadidas de rameras, asesinos y vida fácil. Temas y escenas que parecen identificar y motivar la curiosidad y el morbo de las masas acerca de la vida de las prostitutas, matones e inmorales y tal parece, que a la postre serán paradigmas de nuestra cultura.

El punto que quiero señalar es que la exaltación de la anti-moralidad, de la enseñanza anti-familiar, que en otras áreas censuramos, la dejamos fluir sin contención por medio de los medios masivos, especialmente del T.V. Lo que no le permitiríamos a alguien sostener frente a nosotros, lo que difícilmente dejaríamos que alguien le dijera a nuestros hijos o susurrara en nuestros oídos, se lo permitimos de una forma abierta al privilegiado TV, quien puede llegar a ser oído alegremente y con ingenuidad por todos en casa.
Quiero poner en consideración del lector cristiano, de aquellos que tenemos la mente de Cristo, que nuestra permisividad, halago o indiferencia frente a estos hechos, ha sido el terreno abonado para el desarrollo de la avalancha inmoral. La discusión no es si seríamos considerados fanáticos o mojigatos, la discusión se plantea en nuestra posición frente a la inmoralidad como tal. Muchos creyentes que huirían del pensamiento de pasearse “por curiosidad” por las zonas de tolerancia de la ciudad, lo hacen sin discernimiento de manos del privilegiado TV. ¿Qué nos motiva a ver este tipo de exposiciones morbosas y lujuriosas? ¿Qué nos impulsa a estar atentos a ese tipo de contenidos? ¿Se ha vuelto nuestro corazón menos sensible por la continua exposición a estos programas?

No es coincidencia que la discusión de las leyes más trascendentales que se hayan podido discutir en el área moral en el gobierno colombiano, como lo son la despenalización del aborto, la regulación de igualdad de leyes para los homosexuales, estén siendo discutidas en sociedad al calor del bombardeo lujurioso de los medios. Es una forma abierta de acostumbrar y calmar la conciencia del hombre para luego dominarla. No hay mucha oposición, la sociedad piensa que “eso es un reflejo del país”. Pero ¿Quién es el país? Somos nosotros, lo construimos sea con nuestra intervención o nuestra indiferencia. Sin embargo, pensemos de nuevo, en nuestra posición como cristianos frente a esto.

La Escritura continuamente nos señala principios que nos previenen de la insensibilidad por la continua exposición al mal. No son mojigaterías (Como nos critican los de afuera) ni fanatismo (Como nos critican los de adentro). Tampoco sería sano, poner parámetros severos que ni aun los plantean las Escrituras, sino que quisiera, basado en los principios bíblicos, tocar la conciencia del lector

Salmo 101: 2y 3
“Entenderé el camino de la perfección
Cuando vengas a mí.
En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.
No pondré delante de mis ojos cosa injusta.
Aborrezco la obra de los que se desvían;
Ninguno de ellos se acercará a mí”.


El salmista nos señala hacia el camino de la perfección. Son interesantes los dos primeros círculos que la integridad afecta, el corazón y el hogar. Corazón y hogar testigos presenciales de nuestra dedicación o indiferencia a las cuestiones santas. Testigos de nuestra aceptación, deleite y permisividad de las cuestiones pecaminosas. El salmista nos da dos sencillos enfoques en los que anda en integridad. El primero de ellos es el recorrer, en medio de su casa, en la “integridad de corazón”, en la integridad de sus motivaciones y deseos, en la integridad de sus afectos. No hay curiosidad morbosa, no hay inquietud por el mal, sino que se mueve en su hogar en integridad. Nótese que no lo relega para los Domingos de 10:00 a.m. a 12:00 p.m., sino que “andaré” continuamente, intencionalmente, íntegramente, de corazón.

Pero el segundo aspecto nos habla de una de las demostraciones externas de lo que implica andar en integridad. No poner delante de los ojos cosas injustas, impías, cosas que nuestra propia razón nos señala como malas y que la ley de Dios las condena. ¿Por qué el salmista llega a esa determinación? El salmista había sabido de antemano, lo que el Señor manifestaría muchos siglos después:


Mt 6: 22 y 23
La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?

Por la vista nuestro cuerpo puede resultar iluminado o entenebrecido. Los sentidos, que el Creador nos los diera para que por ellos recibiéramos de una forma más impactante las impresiones de su obra, pueden ser los medios por los que llenamos nuestras vidas de tinieblas, si es que nuestro ojo es malo. El salmista lo supo. Mis afectos, mis sentimientos, mis pasiones, pueden avivarse a tal punto que no “andaré en la integridad de mi corazón”, por cuanto mis intenciones, mi conciencia, mis sentimientos, serán oscurecidos y empezare a ser insensible o a deleitarme en lo injusto, en lo impío, en lo que yo mismo combato externamente, pero que me atrae internamente por naturaleza.

Sin embargo la Escritura va más allá cuando señala hacia la complacencia interna que podemos sentir por los hechos pecaminosos de otros. Muchos creyentes condenarían con fuerza los hechos pecaminosos que se complacen en disfrutar frente al T.V. Sin darnos cuenta, podemos estar en un dualismo, por un lado condenando con sinceridad la maldad del mundo, y por otro lado apartando tiempo y deleitándonos en los contenidos inmorales sin discernimiento. Por esto el salmista tomó la decisión de

Sal 101: 3
Aborrezco la obra de los que se desvían;
Ninguno de ellos se acercará a mí”.

Además el Apóstol Pablo, denunciando las obras de maldad con la que los hombres detienen la verdad, confirma con radicalidad:

Romanos 1: 32
…quienes habiendo entendido el juicio de Dios,
que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

El creyente, conciente que su naturaleza humana y carnal le atrae continua e incansablemente hacia el mal, debe reparar en el hecho que no todo lo que su corazón aprueba, es justo. Hay cosas que resultan complaciendo, alegrando o al menos entreteniendo nuestro corazón, sin ser santas. Por eso el creyente debe cuidar de si mismo, guardarse no solo de hacer obras infructuosas de la carne, sino de deleitarse internamente en ellas.

Es cierto que hoy es urgente que el creyente sature su vida con las Escrituras, que se fortalezca en la oración, pues la corrupción que siempre ha existido desde el pecado del primer hombre, ahora es publica, comercial, aceptada y tiene entrada sin discernimiento a través de los medios masivos de comunicación. No quiero satanizar en si a los medios masivos de comunicación, pues la entrada a nuestra vida y a nuestros hogares del contenido inmoral que promueven ellos tiene como puerta la propia determinación del creyente frente al pecado.

No culminaremos sin antes advertir, que la mirada del creyente debe remontarse hacia lo alto, lo sublime, lo que es provechoso. Cada vez la visión del creyente de las cosas espirituales debe ser más nítida. Su mirada debe remontarse de la tierra al cielo y cada vez más y más arriba, de tal forma que miremos con más claridad a Cristo y su voluntad. Cuando nos movemos motivados por lo terreno, cuando solo recibimos la influencia del mundo, cuando nuestra mirada empieza a descender de lo eterno a lo pecaminoso y de allí hacia lo aberrado, cuando la vida de la prostitución y la matanza son asuntos de nuestra aprobación, alimentamos la carne, al viejo esclavo que pretendemos hacer morir de inanición, reanimamos al moribundo hombre carnal, con consecuencias lamentables para el creyente.

Por eso debemos esforzarnos mediante el poder de Dios por llevar a cabo, literalmente textos que disputen con nuestra naturaleza carnal, sin compasión con el pecado, pues “la obediencia terminará al final con el pecado, o el pecado terminará al final con la obediencia”

Filipenses 4: 8
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad

Queda realmente difícil “pensar” en las virtudes cristianas estando expuestos sin control o discernimiento al pecado. Oremos continuamente para que su palabra sea objeto de meditación y pensamiento del creyente. Oremos para que Cristo sea la porción del creyente y que nada le haga falta fuera de El. Oremos para que la presencia de Cristo en nuestras vidas y hogares haga morir los deseos pecaminosos de nuestra carne. Oremos para guardar la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Recordemos que en los asuntos del T.V. ¡usted tiene el control!

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