Si podemos resumir el movimiento feminista, sea que se entienda de forma teórica o funcional, se basa en el hecho que, contrario a Dios quien creó al ser humano y lo definió, la mujer del feminismo la ha creado el ser humano. El movimiento feminista es la antítesis de Genesis 1:27 que dice: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó», para sustituirlo por: “Y el hombre caído creó al hombre conforme a su imagen y filosofía, hombre y mujer conforme sus propias ideas, fueron creados”. El feminismo no ha sido el mismo siempre, como toda filosofía humana ha venido como una evolución de pensamiento. Entenderemos el feminismo bajo las tres olas más importantes que se reconocen, y que han sido representativas en los siglos 18, 19 y 20 respectivamente.
Siglo 18: La vindicación de los derechos de la mujer
Los problemas deben llevarse al extremo, para que esta filosofía se entienda. Y se trata de esto: El varón ha marginado siempre y en todas las civilizaciones a la mujer, limitándola a las tareas de reproducción y trabajo doméstico. Al final de los años 60 la autora feminista Kate Millett usó el término ‘patriarcado’ para describir el problema que afligía a las mujeres. El término tiene su origen en dos palabras griegas: pater, que significa ‘padre’, y arche, que significa ‘gobierno.’ La palabra ‘patriarcado’ era entendida como el ‘gobierno del padre’, y era usada para describir el dominio social del macho y la inferioridad y la servidumbre de las mujeres. Las feministas pusieron el patriarcado como la causa última del descontentamiento de las mujeres. Esta estructura patriarcal subordina a la mujer constituyéndola en un segundo sexo subordinada al varón y para complacer su egoísmo.
SÍNTESIS DEL PENSAMIENTO BÍBLICO
Así como definimos en pocas palabras la síntesis del pensamiento feminista como ese movimiento que “creo” una versión propia de la mujer, la Palabra de Dios nos muestra que su creación a imagen y semejanza, su estructura particular y su papel en medio del mundo que Él mismo creó, fue puesto soberanamente por Dios mismo. La mujer del feminismo es un invento humano, pero la mujer, en todo el sentido de la palabra, la creó Dios mismo. No por supuesto, en su estado actual de pecado, porque bien está escrito en Eclesiastés 7:29: «He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones». Pero le mujer es una mujer según el diseño divino y no según las estructuras sociales ni mucho menos pecadoras.
Una de las necesidades de la mujer, que le proporcionarán propósito y ubicarán su dignidad al lugar que le corresponde es aceptar que Dios la hizo mujer con toda la dignidad y responsabilidad que eso conlleva. Nada más, nada menos. Nada más que las culturas y los hombres se vena tentados a idolatrarla, como vemos que ha pasado. Ni menos, para que la menosprecie y maltrate como también ha ocurrido. Hermosamente lo expresa así John Angell James[1]:
“En algunos países, [la mujer] ni siquiera es considerada como un agente moral y responsable; está tan solícitamente activa en su propia degradación que consiente en el asesinato de su descendencia femenina; queda excluida desde la infancia; sin educación; casada sin su consentimiento; en multitud de ocasiones es vendida por sus padres; excluida de la confianza de su marido y expulsada de su mesa; en la muerte de éste, es condenada a la pira funeraria o al desprecio que hace que la vida sea una carga… Algunas veces adorada como una diosa, otras tratada como un juguete y entonces castigada como una víctima, ella nunca puede alcanzar la dignidad e, incluso con todos sus más brillantes encantos, rara vez puede aparecer de otra manera que como una muñeca o una marioneta.
“Consideremos lo que hay en el cristianismo que hace elevar y mejorar la condición de la mujer… Del cristianismo, la mujer ha recibido su influencia moral y social, casi su misma existencia como ser social. El cristianismo ha desarrollado la mente de la mujer, la cual muchos filósofos, legisladores y sabios de la antigüedad condenaron a la inferioridad y a la imbecilidad. El evangelio de Cristo, en la persona de su divino fundador, ha descendido hasta esta despreciada mina, la cual aún los hombres sabios, han visto como sin valor y han educado muchas gemas sin precio, iluminándolas con la luz de la inteligencia y haciéndolas resplandecer con los amorosos tintes de las gracias cristianas. El cristianismo ha sido el restaurador de los derechos robados de la mujer y le ha provisto de las más brillantes joyas en su actual corona de honra. A su anterior degradación se debe, al menos en parte, la inestabilidad de la civilización antigua. Es imposible que la sociedad se eleve permanentemente allí donde la condición de la mujer es rebajada y servil.
Allí donde las mujeres son vistas como seres inferiores, la sociedad contiene en sí misma los elementos de la disolución y la obstrucción para toda mejora sólida. Es imposible que las instituciones y usos que se oponen a los instintos de nuestra naturaleza y los reprimen, violando la Ley revelada de Dios, puedan ser finalmente coronados con el éxito. La sociedad puede cambiar en su aspecto externo; puede exhibir la purpurina de la abundancia, los refinamientos del gusto, los embellecimientos del arte o los más valiosos logros de la ciencia y de la literatura. Pero si la mente de la mujer permanece sin desarrollarse, sus gustos sin cultivar y su persona esclavizada, los fundamentos sociales son inseguros y el cemento de la sociedad es débil. Allí donde se entiende y se siente el cristianismo, la mujer es libre. El Evangelio, como un ángel bondadoso, abre las puertas de su prisión y la llama para que salga fuera y goce de la luz de la razón y respire el vigoroso aire de la libertad intelectual. Y en la medida en la que el cristianismo puro prevalezca, así será siempre…El cristianismo eleva la condición de la mujer por su naturaleza de sistema de equidad y benevolencia universal”.
Dios crea la mujer
«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn.1:27). Ser hecho a la imagen de Dios, es poseer los atributos valiosos que son divinamente otorgados. Como portadoras de la imagen divina, las mujeres poseen un espíritu inmortal, y son dotadas con cualidades que reflejan a Dios mismo. La mujer tiene la capacidad de conocer a Dios y de ser conocida por Él.
Por lo cual, tiene un valor innato que demanda un cuidado especial. Ser hecho a imagen de Dios hace referencia a la dotación de varias virtudes con las que, como humanos, reflejamos a Dios y podemos cumplir nuestro llamado. Aun el cuerpo distintivo que Dios le dio a cada sexo, es una imagen de la sabiduría de Dios. La imagen de Dios en el ser humano es un don inalienable, nadie puede dañar a un ser humano sin destrizar la imagen que no solo lleva sino la misma imagen que cada ser humano es. El asunto de la creación divina es un patrimonio que debemos resguardar y mantener vivió en la conciencia, pues se sabe que al cambiar la revelación de Dios en esto y reemplazarla por una idea, cualquiera que esta sea, repercutirá en la manera en que se vive.
Importa grandemente lo que hombres y mujeres creamos de la naturaleza de una mujer. Los ateos creen que una mujer es, simplemente, una colección de diversos átomos casuales y que pueden hacer lo que quieran con ella: Divorciarla, abusarla, abandonarla. Los hindúes creen que las mujeres son una carga desventajosa y su doctrina de la feminidad les da a los hombres la libertad de despreciarlas y, aún, de matarlas. Por ejemplo, si tu esposo muere en esas culturas, tú puedes ser quemada en su funeral porque serás considerada una carga. En el Islam, las mujeres son vistas como una propiedad, para ser usadas para placer y explotadas para procreación. Si eres una mujer nacida en China, puedes ser asesinada al nacer porque no eres considerada valiosa para la sociedad pues allí, los hombres son considerados de mayor valor que las mujeres.
En las filosofías no cristianas y religiones del mundo, las mujeres son devaluadas. ¿De donde viene esto? Romanos 1:28 lo afirma claramente: «Y como ellos [los hombres en sus pecados] no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen». Pero en un notable contraste, la cristiandad coloca a las mujeres en alto honor. Una manera en la que Dios honra a las mujeres es en rodearlas de protectores que están bajo específicos mandamientos de conocer, proteger y cuidar y, aún, morir por ellas. En este sentido podemos, no sólo afirmar la igualdad esencial de la mujer con el hombre, sino el cuidado de Dios al ponerla bajo cuidados especiales. Efesios 5:25: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella»; y 1 Pedro 3:7: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo».
El problema de la mujer
El feminismo, al fundamentarse en los postulados de una razón caída, ha identificado varios problemas que afectan a la mujer. En el mejor de los casos debemos decir que han atinado en algunos asuntos, solo superficialmente. La filosofía feminista lucha aun con Dios mismo e inculpa a varios factores externos a la mujer por su desgracia. Sin embargo, dando por hecho que muchos de estos asuntos en verdad han dado un trato pecaminoso a la mujer, el gran y radical problema de ella es que ahora es un ser pecador. Sus mayores problemas no vienen de sus condiciones externas a ella, sino en que ahora comparte con el hombre, ser una creatura caída en pecado, no hay diferencia, no hay justo ni aun uno (Rom.3:9-12). 1 Timoteo 2:14 afirma que: «la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión». Eso indica que aquella dotación especial de ser imagen divina, ahora es dañada por el pecado. Debido a esta condición aquellas características naturales de la mujer ahora son tomadas para servir al mal, Claro, esta imagen no ha desaparecido, el pecado no corresponde a una característica necesaria de su creación, pero esta semejanza ha sido distorsionada por el pecado.
La restauración de la mujer, entonces, no se dará en el marco de mejoras externas a ella, al menos en principio. Una mujer puede seguir experimentando su miseria en una vida de pecado aun cuando todas las condiciones externas a ella sean optimas. Como ves, eso es exactamente lo que se nota en la lucha feminista actual, la que no puede producir una mujer medianamente satisfecha y feliz. Al ser ahora su existencia en pecado una realidad, es el glorioso evangelio el que le proporciona la salida necesaria para que cada hijo de Adán sea restaurado a la imagen de Cristo y a todas las bendiciones de la gracia al estar reconciliados con Dios, pero esto solo es posible en el evangelio: «y revestido del nuevo [hombre], el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos» (Col 3:10–11). La mujer fue creada por Dios, dañada en su imagen por el pecado, sujeta a las consecuencias desastrosas de un mundo impío, pero puede ser restaurada en la gracia, al estar en Cristo mediante el arrepentimiento y fe. La mujer debe ser re-creada, pero no por el mundo, sino por Dios quien da vida a los muertos.
[1] Una Teología dela Familia, Publicado por Chapel Library, Publicaciones Aquila, The NationalCenter for Family Integrated Churches, Pags.108-109
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