martes, 15 de diciembre de 2020

BREVE RESUMEN HISTÓRICO DEL MOVIMIENTO FEMINISTA QUE REDEFINIÓ LA MUJER

Si podemos resumir el movimiento feminista, sea que se entienda de forma teórica o funcional, se basa en el hecho que, contrario a Dios quien creó al ser humano y lo definió, la mujer del feminismo la ha creado el ser humano. El movimiento feminista es la antítesis de Genesis 1:27 que dice: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó», para sustituirlo por: “Y el hombre caído creó al hombre conforme a su imagen y filosofía, hombre y mujer conforme sus propias ideas, fueron creados”. El feminismo no ha sido el mismo siempre, como toda filosofía humana ha venido como una evolución de pensamiento. Entenderemos el feminismo bajo las tres olas más importantes que se reconocen, y que han sido representativas en los siglos 18, 19 y 20 respectivamente.



Siglo 18: La vindicación de los derechos de la mujer

La ‘Primera onda’ del feminismo tuvo inicio en la primera mitad de los años 1700, en el contexto de la revolución francesa cuando una inglesa, Mary Wollstonecraft, escribió un documento llamado “Una vindicación de los derechos de la mujer”. Un año después de esta publicación, Olimpe de Gouges publicó un panfleto en París titulado “Los Derechos de la mujer” y una norteamericana, Judith Sargent Murray, publicó un documento llamado “Sobre la igualdad de los sexos”. En este contexto intelectual de aquellos que empezaban a reconocerse como libres pensadores en medio de esa revolución racionalista, el feminismo primario no argumentó en principio acerca de la naturaleza inferior de la mujer, pues su lucha era más dirigida hacia a desigualdad de los derechos de la mujer.

Viene a la historia y en este contexto una mujer norteamericana muy relevante para el movimiento inicial llamada Elizabeth Cady Stanton, una cristiana nominal presbiteriana, que abanderó al causa abolicionista, y entre otras cosas y junto con otras mujeres, promovieron causas como el derecho al voto femenino, la participación política de la mujer, reformas de costumbres morales, la función familiar de la mujer, la custodia de la mujer, su derecho a la propiedad, derechos laborales, leyes de divorcio y hasta del control de la natalidad, pusieron las bases del feminismo. Esta mujer fue la promotora de la famosa Biblia de la mujer, un documento que pretendió comentar porciones de la Biblia, reinterpretándola desde la óptica de la teología de la liberación de los derechos de la mujer, haciendo anotaciones bajo los textos más relevantes que podrían vindicar sus filosofías y controvertir la interpretación tradicional.

En 1848 cerca de 100 mujeres se reunieron en una convención en Seneca Fall, Nueva York, para ratificar la Declaración de los Sentimientos, escrita para defender los derechos naturales de la mujer. Las autoras reclamaban que las mujeres estaban impedidas de tener posiciones en la sociedad con respecto a trabajos mejores, además de no recibir el pago equitativo por el trabajo que realizaban. Notaron que las mujeres estaban excluidas de profesiones tales como la teología, medicina y abogacía, y que todas las universidades estaban cerradas a ellas. La Declaración fue un marco profundamente significativo en el movimiento feminista. Las leyes del divorcio fueron liberalizadas y ocurrieron cambios drásticos con el estado legal de la mujer dentro del contexto del matrimonio.

De este movimiento del “feminismo de la equidad” de la primera ola dice un autor: “fue un movimiento histórico que con sus aciertos y sus errores pretendió superar algunas desventajas reales frente a los varones. Y si miramos bien, ciertos planteamientos del principio eran justos, tales como: permitir a la mujer mayor libertad junto con el varón en la vida social y cultural; superar los abusos a los que por mucho tiempo había llegado el “machismo” con posturas tales como: la no educación de la mujer, la desvinculación de ella de la cultura, de la vida social y política por medio de su voto y condición económica. La consideración de ellas como seres inferiores negándoles muchas veces la igualdad de su esencia humana frente a los varones (Gn.2:27), ciertamente era un abuso masculino. Esta uy otras posturas dieron un denodado impulso hasta dar origen a la primera ola del feminismo”.

Este movimiento, tal y como vemos, tuvo asuntos justos en sus manos, pero es un movimiento básicamente humanista porque no surgió de anhelar un mayor entendimiento bíblico de la mujer como imagen de Dios ni de sus roles definidos por las Escrituras, sino de lo que la luz de la razón simple pudiera sugerir. Sus luchas de vindicación civil de la mujer dieron sus frutos. Aquí en nuestro país desde los años 1920 el movimiento feminista se organizaba en Colombia con el fin de promover reformas que otorgaran a las mujeres derechos civiles y sociales que la República les había negado por más de un siglo, lo cual se materializó a partir de 1930 en una serie de leyes que les permitieron acceder a la universidad y gozar de autonomía civil y económica. El derecho al voto de la mujer en Colombia fue aprobado el 25 de agosto de 1954 y ejercido por primera vez el 1 de diciembre de 1957. Desde mediados de 1800 ya se habían implantado las semillas para lo que se conoce como la segunda ola del feminismo, más fuerte y más agresiva.


Siglo 19: El feminismo Liberal Socialista

No pudiéramos entender esta segunda ola de feminismo si no estamos en algo enterados del movimiento socialista de Marx y Engels. En el marxismo, la sociedad debe ser redefinida y sustituida estructuralmente. Para esta filosofía es fundamental dividir la sociedad en opresores y oprimidos, buscando las diferentes maneras en que un individuo pueda ser opreso u oprimido. La idea de igualdad de la humanidad requería abolir cualquier diferencia social, donde las clases, y aun la propiedad privada deberían ser abolidas. Dependiendo del lugar social en que usted se encuentre el opresor y el oprimido llevan nombres diversos. Con las ideas de Marx y Engels cuyo fin era más materialista, esa disección de la sociedad fue nombrada como la burguesía (los opresores), y el proletariado (los oprimidos) que es esa clase social que en el capitalismo alquila su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Entonces, el enemigo a combatir estructuralmente era el capitalismo, y la solución era un sistema más hacia la propiedad social y no la particular, de allí que también es sinónimo de comunismo.

Si pasamos la esencia de este pensamiento, el feminismo de la segunda ola, hija de los pensamientos del mundo, encontró la estructura opresora e identificó a los oprimidos. Así, se señaló que la principal estructura de opresión y esclavitud de la mujer era la familia, que se veía como la propiedad privada del opresor, a saber, el varón, donde la mujer era considerada uno de sus bienes. Así, aplicando los principios del marxismo, había que acabar con la propiedad privada, que en estos términos era acabar con la estructura familiar tal y como al concibe la Biblia. En opinión de Engels la mujer no debería ser considerada un ser a mitad de camino entre el varón y el niño. La mujer, según estos postulados, no es un ser libre en las sociedades burguesas y capitalistas, porque al estar sujeta al varón se convierte en una propiedad más de este. Alrededor de los años 30, como resultado de su educación profesional, las mujeres comenzaron a entrar en el mercado de trabajo como fuerza competitiva. Muchas barreras legales, políticas, económicas y educativas que restringían a la mujer fueron removidas y ella comienza a pisar el mundo que hasta ahora solamente pisaba el hombre.

Pero el marxismo filosófico no solo fue un movimiento que permeó la sociedad y la política, hubo una revolución cultural, en la ciencia, la religión, aun llegando a explicar todas las cosas en esas categorías de opresor y oprimido, y planteando las soluciones socialistas en cambio. Quizás se plantó de alguna manera los distintos niveles de interseccionalidad que hoy se ha estandarizado y que ha dado base a los derechos de las minorías. De manera que, en esa evolución de los pensamientos de cada época, con sus asuntos legítimos que pueda haber en medio, se fue desarrollando hasta alcanzar un punto mucho más revolucionario, que no puso su énfasis en la vindicación de los derechos civiles de la mujer, ni tuvo como eje el asunto materialista de la liberación estilo socialista, sino que, evolucionando, hizo una síntesis en el terreno de la liberación sexual. Este es el resultado de procurar definir al hombre y su existencia desde una perspectiva atea, apartada de Dios y lejos de la Biblia. Esto nos lleva a la tercera ola…

Siglo 20: Feminismo radical o de genero

Los problemas deben llevarse al extremo, para que esta filosofía se entienda. Y se trata de esto: El varón ha marginado siempre y en todas las civilizaciones a la mujer, limitándola a las tareas de reproducción y trabajo doméstico. Al final de los años 60 la autora feminista Kate Millett usó el término ‘patriarcado’ para describir el problema que afligía a las mujeres. El término tiene su origen en dos palabras griegas: pater, que significa ‘padre’, y arche, que significa ‘gobierno.’ La palabra ‘patriarcado’ era entendida como el ‘gobierno del padre’, y era usada para describir el dominio social del macho y la inferioridad y la servidumbre de las mujeres. Las feministas pusieron el patriarcado como la causa última del descontentamiento de las mujeres. Esta estructura patriarcal subordina a la mujer constituyéndola en un segundo sexo subordinada al varón y para complacer su egoísmo.

Pero el problema fue planteado más a la raíz, es decir, que se llegó a la conclusión que la raíz del problema, de esta subordinación no es la explotación económica ni la exclusión de sus derechos civiles, sino algo que la mujer tiene y es por naturaleza: mujer. Se entendió que el problema por el cual la opresión venía era porque la mujer estaba atrapada en una estructura natural y biológica que no le daba otra opción que procrear y dedicarse a las labores relacionadas a su maternidad. Entonces la propuesta del feminismo radical para romper la servidumbre de la mujer, es precisamente amputar la raíz de su esclavitud, amputar todos los rasgos que la hagan mujer naturalmente y de la que no se puede deshacer por naturaleza, pero que lo puede hacer por opción, si no procrea, aun si el precio es juntarse con otra mujer para no hacerlo, y de tener el derecho de abortar para que no quede atada a los asuntos de maternidad. Amputada la feminidad natural que le otorga a la mujer ser coheredera de la gracia de la vida, y todo lo que viene alrededor, entonces podemos tener una mujer libre, igual al hombre.

La mujer que le dio inicio a este pensamiento fue Simone de Beauvoir, en su escrito “El segundo sexo” en 1949. Ella plantea que las mujeres jamás han sido definidas con referencia a ellas mismas, sino con referencia al hombre. Teniendo al hombre como modelo, la mujer hallaba su propósito. Así lo que había era que derribar este paradigma. Pero se fijó que la estructura natural de la mujer, es decir, que está totalmente creada para la maternidad era el problema fundamental. Para Simone, la mujer es un varón con un cuerpo molesto. Llegó a negar la existencia de una “naturaleza femenina”, sino que alegó que esto es una creación de la historia y de la cultura. La mujer, según este planteamiento, tiene una dimensión corporal que la condiciona y de la que debe desprenderse para poder llegar a ser igual al varón. La mujer entonces debe emanciparse, liberarse en doble vía de sus opresores: el primero, debe salir del dominio y la explotación del varón, y de las instituciones que sirven para tal fin, tales como el matrimonio y la familia. Por otro lado, debe ser libre de la represión sexual a la que la ha tenido sometida la religión y la moral tradicional, y donde su equipamiento natural es un problema. La mujer entonces debe trabajar, pensar, vestir y vivir como un varón, renunciando a su feminidad por ser esta una construcción opresora del varón. Para Simone, la libración verdadera de la mujer es la libración de la maternidad. Ella dijo esta frase que resume muy bien su pensamiento: “El feto es una parte de cuerpo de la mujer y es también un parasito que la explota”.

Al inicio de los años 60 una periodista norteamericana, Betty Friedan, transformó los conceptos filosóficos de Simone de Beauvoir en algo más fácil de asimilar para la mujer moderna, al publicar La Mística Femenina, un libro que examina el papel de la mujer norteamericana. Ella afirmó que esta mística del ideal femenino tradicional produjo mujeres infantiles y frívolas, casi como niñas, livianas y femeninas, pasivas, cómodas sólo en el mundo de la cama y la cocina, de sexo, de bebés y de casa. Friedan estaba de acuerdo con de Beauvoir que la liberación de las mujeres requeriría cambios estructurales profundos en la sociedad. Para esto, las mujeres tendrían que tener control de sus propias vidas, tendrían que definirse a sí mismas y dictar su propio destino.

Un autor señala muy bien que estas son: “las ideas que iluminarían a todo el feminismo radical, esto es, la posibilidad de construir un nuevo ser, la necesidad de que esa construcción comience desde la infancia, y el abierto rechazo a la maternidad y todo lo que esto implica”. Ya que el trabajo de ser madre es exactamente lo que esclaviza y es contrario al verdadero interés de la mujer, no puede obligársele a andar como ese tipo de mujer “tradicional”, sino que debe dársele la opción de liberarse de esto. ¿Le da sentido los intentos de los gobiernos por redefinir la mujer, el hombre, la familia y de hacerlo desde la primera infancia? Pero esto no para allí, esta mujer fue más lejos al escribir: “Pensamos que ninguna mujer debería tener esta opción. No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esta opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirían por ella”. Así es que hoy día el movimiento feminista radical promueve un tipo de mujer construida por ellos mismos, que en su caso más evidente es una mujer autónoma, independiente, inhibida de prejuicios, partidaria del amor libre, del aborto, atea militante, escandalosa y alternativamente heterosexual y lesbiana al mismo tiempo, y finalmente comprometida con el socialismo marxista, con el feminismo y con todas las causas progresistas y transgresoras del momento.

*Tomado de Reforma Siglo 21, de Marzo de 2004, paginas 11-16
Ideología de Género y feminismo radical, Mario Cely Quintero, Editorial CLIR, pags.31-42

SÍNTESIS DEL PENSAMIENTO BÍBLICO

Así como definimos en pocas palabras la síntesis del pensamiento feminista como ese movimiento que “creo” una versión propia de la mujer, la Palabra de Dios nos muestra que su creación a imagen y semejanza, su estructura particular y su papel en medio del mundo que Él mismo creó, fue puesto soberanamente por Dios mismo. La mujer del feminismo es un invento humano, pero la mujer, en todo el sentido de la palabra, la creó Dios mismo. No por supuesto, en su estado actual de pecado, porque bien está escrito en Eclesiastés 7:29: «He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones». Pero le mujer es una mujer según el diseño divino y no según las estructuras sociales ni mucho menos pecadoras.

Una de las necesidades de la mujer, que le proporcionarán propósito y ubicarán su dignidad al lugar que le corresponde es aceptar que Dios la hizo mujer con toda la dignidad y responsabilidad que eso conlleva. Nada más, nada menos. Nada más que las culturas y los hombres se vena tentados a idolatrarla, como vemos que ha pasado. Ni menos, para que la menosprecie y maltrate como también ha ocurrido. Hermosamente lo expresa así John Angell James[1]:

“En algunos países, [la mujer] ni siquiera es considerada como un agente moral y responsable; está tan solícitamente activa en su propia degradación que consiente en el asesinato de su descendencia femenina; queda excluida desde la infancia; sin educación; casada sin su consentimiento; en multitud de ocasiones es vendida por sus padres; excluida de la confianza de su marido y expulsada de su mesa; en la muerte de éste, es condenada a la pira funeraria o al desprecio que hace que la vida sea una carga… Algunas veces adorada como una diosa, otras tratada como un juguete y entonces castigada como una víctima, ella nunca puede alcanzar la dignidad e, incluso con todos sus más brillantes encantos, rara vez puede aparecer de otra manera que como una muñeca o una marioneta.

“Consideremos lo que hay en el cristianismo que hace elevar y mejorar la condición de la mujer… Del cristianismo, la mujer ha recibido su influencia moral y social, casi su misma existencia como ser social. El cristianismo ha desarrollado la mente de la mujer, la cual muchos filósofos, legisladores y sabios de la antigüedad condenaron a la inferioridad y a la imbecilidad. El evangelio de Cristo, en la persona de su divino fundador, ha descendido hasta esta despreciada mina, la cual aún los hombres sabios, han visto como sin valor y han educado muchas gemas sin precio, iluminándolas con la luz de la inteligencia y haciéndolas resplandecer con los amorosos tintes de las gracias cristianas. El cristianismo ha sido el restaurador de los derechos robados de la mujer y le ha provisto de las más brillantes joyas en su actual corona de honra. A su anterior degradación se debe, al menos en parte, la inestabilidad de la civilización antigua. Es imposible que la sociedad se eleve permanentemente allí donde la condición de la mujer es rebajada y servil.

Allí donde las mujeres son vistas como seres inferiores, la sociedad contiene en sí misma los elementos de la disolución y la obstrucción para toda mejora sólida. Es imposible que las instituciones y usos que se oponen a los instintos de nuestra naturaleza y los reprimen, violando la Ley revelada de Dios, puedan ser finalmente coronados con el éxito. La sociedad puede cambiar en su aspecto externo; puede exhibir la purpurina de la abundancia, los refinamientos del gusto, los embellecimientos del arte o los más valiosos logros de la ciencia y de la literatura. Pero si la mente de la mujer permanece sin desarrollarse, sus gustos sin cultivar y su persona esclavizada, los fundamentos sociales son inseguros y el cemento de la sociedad es débil. Allí donde se entiende y se siente el cristianismo, la mujer es libre. El Evangelio, como un ángel bondadoso, abre las puertas de su prisión y la llama para que salga fuera y goce de la luz de la razón y respire el vigoroso aire de la libertad intelectual. Y en la medida en la que el cristianismo puro prevalezca, así será siempre…El cristianismo eleva la condición de la mujer por su naturaleza de sistema de equidad y benevolencia universal”.

Dios crea la mujer

«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn.1:27). Ser hecho a la imagen de Dios, es poseer los atributos valiosos que son divinamente otorgados. Como portadoras de la imagen divina, las mujeres poseen un espíritu inmortal, y son dotadas con cualidades que reflejan a Dios mismo. La mujer tiene la capacidad de conocer a Dios y de ser conocida por Él.

Por lo cual, tiene un valor innato que demanda un cuidado especial. Ser hecho a imagen de Dios hace referencia a la dotación de varias virtudes con las que, como humanos, reflejamos a Dios y podemos cumplir nuestro llamado. Aun el cuerpo distintivo que Dios le dio a cada sexo, es una imagen de la sabiduría de Dios. La imagen de Dios en el ser humano es un don inalienable, nadie puede dañar a un ser humano sin destrizar la imagen que no solo lleva sino la misma imagen que cada ser humano es. El asunto de la creación divina es un patrimonio que debemos resguardar y mantener vivió en la conciencia, pues se sabe que al cambiar la revelación de Dios en esto y reemplazarla por una idea, cualquiera que esta sea, repercutirá en la manera en que se vive.

Importa grandemente lo que hombres y mujeres creamos de la naturaleza de una mujer. Los ateos creen que una mujer es, simplemente, una colección de diversos átomos casuales y que pueden hacer lo que quieran con ella: Divorciarla, abusarla, abandonarla. Los hindúes creen que las mujeres son una carga desventajosa y su doctrina de la feminidad les da a los hombres la libertad de despreciarlas y, aún, de matarlas. Por ejemplo, si tu esposo muere en esas culturas, tú puedes ser quemada en su funeral porque serás considerada una carga. En el Islam, las mujeres son vistas como una propiedad, para ser usadas para placer y explotadas para procreación. Si eres una mujer nacida en China, puedes ser asesinada al nacer porque no eres considerada valiosa para la sociedad pues allí, los hombres son considerados de mayor valor que las mujeres.


En las filosofías no cristianas y religiones del mundo, las mujeres son devaluadas. ¿De donde viene esto? Romanos 1:28 lo afirma claramente: «Y como ellos [los hombres en sus pecados] no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen». Pero en un notable contraste, la cristiandad coloca a las mujeres en alto honor.  Una manera en la que Dios honra a las mujeres es en rodearlas de protectores que están bajo específicos mandamientos de conocer, proteger y cuidar y, aún, morir por ellas. En este sentido podemos, no sólo afirmar la igualdad esencial de la mujer con el hombre, sino el cuidado de Dios al ponerla bajo cuidados especiales. Efesios 5:25: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella»; y 1 Pedro 3:7: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo».

El problema de la mujer

El feminismo, al fundamentarse en los postulados de una razón caída, ha identificado varios problemas que afectan a la mujer. En el mejor de los casos debemos decir que han atinado en algunos asuntos, solo superficialmente. La filosofía feminista lucha aun con Dios mismo e inculpa a varios factores externos a la mujer por su desgracia. Sin embargo, dando por hecho que muchos de estos asuntos en verdad han dado un trato pecaminoso a la mujer, el gran y radical problema de ella es que ahora es un ser pecador. Sus mayores problemas no vienen de sus condiciones externas a ella, sino en que ahora comparte con el hombre, ser una creatura caída en pecado, no hay diferencia, no hay justo ni aun uno (Rom.3:9-12). 1 Timoteo 2:14 afirma que: «la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión». Eso indica que aquella dotación especial de ser imagen divina, ahora es dañada por el pecado. Debido a esta condición aquellas características naturales de la mujer ahora son tomadas para servir al mal, Claro, esta imagen no ha desaparecido, el pecado no corresponde a una característica necesaria de su creación, pero esta semejanza ha sido distorsionada por el pecado.

La restauración de la mujer, entonces, no se dará en el marco de mejoras externas a ella, al menos en principio. Una mujer puede seguir experimentando su miseria en una vida de pecado aun cuando todas las condiciones externas a ella sean optimas. Como ves, eso es exactamente lo que se nota en la lucha feminista actual, la que no puede producir una mujer medianamente satisfecha y feliz. Al ser ahora su existencia en pecado una realidad, es el glorioso evangelio el que le proporciona la salida necesaria para que cada hijo de Adán sea restaurado a la imagen de Cristo y a todas las bendiciones de la gracia al estar reconciliados con Dios, pero esto solo es posible en el evangelio: «y revestido del nuevo [hombre], el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos» (Col 3:10–11). La mujer fue creada por Dios, dañada en su imagen por el pecado, sujeta a las consecuencias desastrosas de un mundo impío, pero puede ser restaurada en la gracia, al estar en Cristo mediante el arrepentimiento y fe. La mujer debe ser re-creada, pero no por el mundo, sino por Dios quien da vida a los muertos.

[1] Una Teología dela Familia, Publicado por Chapel Library, Publicaciones Aquila, The NationalCenter for Family Integrated Churches, Pags.108-109


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