Por: Dr. Peter Masters
¿Se ve obstaculizada nuestra continua
santificación por la mundanalidad? ¿Se ha detenido la “resurrección moral” de
la que habla Pablo? A continuación veremos cómo podemos volver a descubrir el
poder secreto. “Y conocerle a Él, el
poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a
ser como Él en su muerte” (Filipenses 3:10).
Es posible malinterpretar estas palabras
y pensar que Pablo está esperando el día de la resurrección futuro. Algunos han
pensado que deseaba el martirio y que esto es lo que quiere decir cuando habla
de conocer la participación de los padecimientos de Cristo. Pero Pablo se está
refiriendo claramente a conocer el poder de la resurrección como una
experiencia actual en su vida. En otras palabras, está aludiendo a la
transformación continua de su propia vida a una de mayor piedad y describe este
proceso como una resurrección moral y espiritual.
Novedad
de vida
El poder mismo por el cual Cristo hizo
estallar las ligaduras de la muerte está funcionando en su pueblo en la
santificación. Empezó a actuar en la conversión, cuando el poder de la
resurrección emancipó la mente para que comprendiéramos las verdades salvíficas
que con anterioridad no significaban nada para nosotros.
Tal vez un creyente que te evangelizaba
te dijo alguna vez: “Todas las personas son pecadoras”, y tú no lo aceptaste.
Retrocediste y respondiste: “Eso es absurdo; hay mucha gente buena”. No podías
aceptar que nadie ha alcanzado la gloria de Dios y que, por naturaleza, todas
las personas son depravadas pecaminosas y corruptas. Quedaste horrorizado ante
la idea de que nadie merecía estar delante de Dios y que todos están
condenados, perdidos.
Pero entonces, por el poder de la
resurrección, el poder que da vida, tus ojos se abrieron y cambiaste de
opinión. Dijiste: “¿Por qué no podía ver esto antes? Veo esa corrupción en mí
mismo. Ahora la veo en todo el mundo, un mundo que no puede controlar su odio,
su extorsión, su opresión y sus guerras. Veo el pecado en toda la vida
comercial y privada, lo veo en mí mismo como nunca antes lo había visto”. El
poder de la resurrección visitó tu mente, impartiendo un nuevo entendimiento.
Al mismo tiempo, el poder de la
resurrección transformó tu carácter y te dio una nueva naturaleza, para que las
cosas que te dominaban antes ya no tuvieran el mismo poder sobre ti. Seguías
siendo un pecador, pero el pecado se había convertido en tu enemigo y lo
odiabas, y anhelabas verte libre de él. Nuevos gustos, valores y aspiraciones
fueron plantados en ti, y todo por el poder vivificador de Cristo.
Que la obra de ese poder de resurrección
continúe en la vida de cada creyente, para que cuando tengamos que hacer frente
a la pérdida de tiempo y a los programas impíos de televisión, o a cualquier
otra atracción que no edifique, que sea improductiva y hasta pecaminosa, la
voluntad renovada (nuestra toma de decisiones, nuestra determinación, la
facultad volitiva) lleve nuestra mente a mejores cosas.
Pensemos por un momento en nuestros
distintos pasatiempos e intereses. ¿Qué podemos hacer en este mundo? Existen
muchos intereses terrenales, actividades y formas de esparcimiento que no son
directamente espirituales y que son admisibles para los creyentes. En cierto
modo, Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
Podemos, por ejemplo, visitar lugares hermosos. Si tenemos la energía
suficiente podemos emprender actividades físicas y deportivas. Puede gustarnos
visitar lugares de interés histórico o dedicarnos a la lectura histórica. O tal
vez tengamos interés en la forma en que funcionan las cosas y en los triunfos
del descubrimiento humano, observándolos y aprendiendo sobre ellos.
La
música y la aventura
Es posible que la buena música nos
interese y hasta nos sea gratificante, y que quizás disfrutemos hasta cierto
punto de la ficción instructiva, pero en todos estos tipos de cosas tenemos que
estar seguros de que son saludables. No les prohibiríamos a los jóvenes
exponerse a la aventura e incluso a lo espectacular. Hay muchas cosas que
pueden atraer nuestra mente de un modo legítimo, ocuparnos y envolvernos. Pero
hagamos lo que hagamos, tenemos que mantener estándares piadosos y poner a
prueba nuestros intereses e ideas.
Asimismo, debemos racionar incluso las
cosas legítimas no vaya a ser que sustituyan a Cristo y su servicio, y estorben
el proceso de resurrección espiritual que se está desarrollando en nuestra
vida, estropeando nuestros gustos.
La música moderna de entretenimiento de
la peor especie está por todas partes, entrometiéndose constantemente en la
vida. En el pasado, los cristianos ignoraban las canciones populares, las
consideraban parte de este mundo y pertenecientes a la vieja vida. En torno a
mediados de la década de 1950, las canciones pop cayeron en picada y su
contenido moral se volvió incluso peor de lo que era antes, constituyendo una
campaña obvia y orquestada contra los principios de Dios y fomentando justo la
conducta opuesta. El mundo de la música de entretenimiento popular se convirtió
cada vez más en un ataque sin cuartel contra la autoridad, el orden y la
educación, compitiendo por una permisividad sexual sin restricciones, el
narcisismo y la autogratificación.
Esta cultura se convirtió en un mensaje
poderoso y peligroso, que se opone a todo lo santo y lo noble.
Sorprendentemente, al desarrollarse, muchos cristianos rompieron con su
tradición de mantenerse distantes, y se rindieron ante sus ritmos y sus letras seductores.
Pero se trataba de una cultura de “propaganda” diseñada para apartar a la
sociedad de Dios y hacer que se revelara contra él. Los cristianos no deben
darle cabida a lo que sus predecesores rechazaron.
Adaptar la música de entretenimiento del
mundo para la adoración y adoptarla fue un desarrollo sorprendente y,
ciertamente, desobediente a los mandamientos y principios contundentes de las
Escrituras. Es incorrecto utilizarla en la adoración y también lo es aceptarla
en el ocio y el placer personales. Algunas personas me han dicho que escuchan
rock y pop, incluso siendo creyentes. Otras han reconocido que tuvieron una
mala conciencia por ello cuando estaban recién convertidas, pero posteriormente
lo superaron y dejaron a un lado estos pensamientos.
Diseñada
para esclavizar
Amados amigos, esto es del mundo. Es la
producción del príncipe de la potestad del aire, canalizado a la sociedad desde
grupos bajo los efectos de las drogas, artistas notablemente impíos y rebeldes.
Fue creada para atrapar a las personas. Se presenta bajo una forma
poderosamente rítmica, es una manipulación emocional, es eufórica y está
diseñada para esclavizar. Si hemos sucumbido a esto en la vida de nuestra
iglesia o en nuestro hogar, es vital que vayamos delante del Señor con profundo
pesar y arrepentimiento, que empecemos a practicar el discernimiento y la
repudiemos. Va contra todos los principios y el orden, por no mencionar la
reverencia, y, ciertamente, eclipsará el privilegio de conocer el poder de la
resurrección en nuestras vidas.
Recuerdo haber leído, hace algunos años,
un artículo escrito por un joven que profesaba ser cristiano y que había
empezado a permitirse disfrutar profundamente de la música de entretenimiento.
Cuando fue a la iglesia todo empezó a parecerle extremadamente apagado y
monótono. Dejó de ser a su gusto. Contaba cómo los himnos empezaron a sonarle
vacíos y aburridos, y nada podía elevar su espíritu.
Evidentemente, lo que gobernaba su vida
privada lo había cambiado y había dañado sus sensibilidades y sus gustos
espirituales. Su espíritu buscaba ahora el entretenimiento, el impacto
emocional que provoca una audio-droga y no las bendiciones de la verdad.
Resultó que este hombre se convirtió en el fundador de un grupo de iglesias
carismáticas de música rock. La música de entretenimiento secular atrapó su
alma.
Sin lugar a duda hay muchas cosas que
podemos emplear y disfrutar en este mundo presente. Pero también hay cosas
profundamente manchadas por los principios depravados de hoy como el mundo de
las películas. No hay mucho en ellas que los creyentes deberían querer ver.
Tenemos que preguntar siempre: ¿Es limpia? ¿Es pura? ¿Es saludable? ¿Es
edificante? ¿Podría llevar al Señor allí a mi lado? ¿Podría tenerle junto a mí?
Es necesario que hagamos las preguntas,
que juzguemos y que sopesemos el asunto a conciencia o interrumpiremos el
proceso de la “resurrección moral” en nuestra vida y deshonraremos al Señor. A
menos que algo sea limpio y saludable no deberíamos verlo o escucharlo, e
incluso entonces, deberíamos racionar nuestra participación en estas cosas. Las
revistas cristianas y los blogs que revisan y aprueban las películas y los
videos de entretenimiento muestran su desdén por la vida cristiana auténtica y
la búsqueda de la santidad.
Tal vez podamos ver algo de lo que
emiten en televisión, pero los principios que acabamos de mencionar deben
aplicarse siempre.
Esto nos lleva a la pregunta:
¿Encendemos el televisor en el Día del Señor para alguna otra cosa que no sea,
por ejemplo, un boletín de noticias? Con toda seguridad, ¡no deberíamos hacerlo
jamás! ¡Es el Día del Señor, amados amigos cristianos! Es el día designado para
él y para su adoración y servicio. Consideremos las palabras de Pablo: “Y
conocerle a él”. Se aplican de forma primordial al Día del Señor, nuestro día
de dedicación, reflexión y comunión, y nuestro día para darle a conocer. No
podemos “conocerle” y permitir que los medios de entretenimiento se apoderen de
nuestra vida al mismo tiempo.
Nuestro versículo dice: “Y conocerle a
Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos”. ¿Qué
significa conocer la participación en sus padecimientos? Y, del mismo modo,
¿qué significa “llegar a ser como Él en su muerte”?
Deshonrar
a Cristo
Hemos observado que algunos maestros creen
que Pablo tenía la ambición de ser martirizado por Cristo, pero no es probable
que este sea el significado aquí. El tema es seguir conociendo el poder de la
resurrección para cambiarnos y moldearnos. Recordamos que nuestro Salvador
sufrió y murió en el Calvario para comprar nuestra salvación eterna, pero
también para que viviéramos vidas santas aquí. Tener participación en sus
padecimientos significa que vivo como para hacer que sus padecimientos valgan
la pena y sean efectivos en mi vida. Está claro que serán eficaces para comprar
mi alma eterna, ¿pero me motivan para luchar por la justicia en mi vida
terrenal?
Permíteme ilustrarlo de esta manera. Un
estudiante debe pagar ahora una matrícula muy alta para ir a la universidad en
Inglaterra. (Esa matrícula es, sin embargo, tan solo una fracción de lo que el
gobierno paga). Supongamos que alguien se apretara el cinturón y ahorrara para
que tú pudieras ir a la universidad y te diera el dinero, pero tú lo perdieras
en el juego. ¡Increíble! ¡Alguien hizo un enorme sacrificio y tú lo malgastas
en el juego!
Cristo no solo ha sufrido para asegurar
nuestra salvación, sino también para ponernos en el camino de la lucha por la
santidad. ¿Desperdiciamos la bendición y descuidamos el proceso de la
resurrección moral? Ser participante de sus padecimientos significa que vivimos
para honrarlos.
Por cambiar la ilustración, alguien nos
compra una casa; no solo da un depósito, sino la suma total y nosotros la
perdemos en el juego. Impensable. Es una ilustración mediocre, pero es como si Cristo
hubiera sufrido y muerto para hacerme justo y que yo desperdiciara el
beneficio. Ni siquiera intento vivir una vida justa, apartada de la cultura
manchada y corrupta de este mundo. Enciendo el televisor y veo cualquier cosa,
incluso cosas escandalosas, aun en el Día del Señor. Cristo no solo sufrió y
murió para comprar mi salvación, sino para librarme de una constante
participación en obscenidades, suciedad, idolatría material y todas las demás
cosas que son ofensivas para Él.
Dependientes
del estado de ánimo
Tal vez alguien esté viendo películas
que son del todo inadecuadas para un creyente, y que le manchan y lo abaten.
Asimismo, durante todo el día permite que el mundo incruste música beat en su
cabeza. Llega a depender de ella para estimular su estado de ánimo. Realmente
lo domina y lo gobierna. Parece no poder vivir sin ella. Un creyente así no
está participando de los padecimientos de su Señor. No está conformándose al
propósito de estos sufrimientos.
Cristo murió para hacer de mí totalmente
una mejor persona, y yo lucharé con su ayuda para resistir al pecado. Esto es
tener participación en sus padecimientos. Él hizo el sacrificio para que yo
pudiera vivir la vida. Yo viviré por aquello por lo que él murió. Esto es
“llegar a ser como Él en su muerte”.
El apóstol usa este mismo tipo de
argumento a lo largo de Romanos 6, relacionando la muerte y la resurrección de
nuestro Salvador con nuestra santificación presente.
El versículo 11 y los siguientes
confirman que Pablo está hablando de la obra presente de santificación en
nuestra vida, y la lucha y el esfuerzo que esto implica. Dice: “A fin de llegar
a la resurrección de entre los muertos”. Es obvio que no se está refiriendo a
su resurrección futura, porque no hablaría nunca de ello como si fuera algo
incierto. Diría: “Sé que llegaré a la resurrección de los muertos”. Afirmaría
con confianza que Cristo no lo dejará nunca ni lo abandonará.
Pero en este versículo once está
hablando de la resurrección presente, progresiva y moral que podemos frustrar y
obstaculizar. El lenguaje es, por tanto, menos cierto: “A fin de llegar a la
resurrección de entre los muertos”.
Con toda seguridad deberíamos decir, del
mismo modo: “Si pudiera ejercer más prudencia en los días de esta semana que
viene, más discernimiento y sopesar con mayor cuidado las cosas que hago. Si
pudiera rechazar las cosas pecaminosas, inútiles, que pueden robarme mis gustos
espirituales, hacerme perder el tiempo y corromperme”.
“No que ya lo haya alcanzado”, procede
Pablo a decir, confirmando más aún que ha estado hablando sobre nuestra
resurrección moral presente. Observamos que es una obra progresiva. Él no la ha
alcanzado en su totalidad, ni es aún completo, pero, dice: “Sigo adelante”.
Pablo parece decir con gran fervor: Mi
Señor ha muerto por mí y me ha agarrado con brazos de amor. Me ha cambiado, me
ha hecho suyo y anhelo asirme a Él, estar más cerca de Él, conocerle mejor y
llegar a ser más conforme a sus santos principios. Así que prosigo, me estiro
hacia Él”.
No podemos pasar por alto el lenguaje de
esfuerzo, preocupación, diligencia y vida cristiana concienzuda. ¿Es esto
cierto en nosotros? Este “afán” es tan importante que Pablo reitera (versículos
13-14): “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado [agarrado]; pero
una cosa hago: olvidando lo que queda atrás [la vieja vida con sus deleites
pecaminosos, sus distracciones y cosas que no aprovechan], y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
¿Cómo somos nosotros? ¿Somos informales
en nuestra vida espiritual? ¿Pasamos el día soñando o nos esforzamos al máximo?
¿Sopesamos las cosas? ¿Preguntamos es esto moral? ¿Es esto para Cristo? ¿O está
promocionando al mundo? ¿Es esto intoxicante? (Recordamos las palabras de
Pablo: “Yo no me dejaré dominar por ninguna [cosa]”). ¿Estoy viviendo de manera
descuidada o con cuidado?
Nuestra
promesa diaria
Digamos: Determino ser concienzudo,
esmerarme en honrar a mi Señor. Deseo el proceso de la resurrección en mi vida.
Quiero conocer más de su poder. Anhelo más oración y más mediación en un
ministerio de intercesión.
Muchas cosas nos son permisibles y
deberíamos interesarnos en las cosas terrenales, pero necesitamos fuerza de
mente para evaluarlas y sopesarlas incesantemente, y fortaleza para racionar
las cosas en las que nos implicamos.
Tenemos la ayuda de Cristo. Tenemos toda
su omnipotencia. Piensa en el poder que ejerció en la resurrección cuando su
alma se reunió con su cuerpo, y rompió las ligaduras de la muerte, volviendo a
infundir vida en su propio cuerpo; y se levantó de entre los muertos. Ese poder
está disponible para nosotros y procede del Cristo vivo para renovar nuestra
mente, nuestra voluntad, nuestros gustos, nuestros deseos, cada parte de
nosotros. Este debe ser nuestro anhelo y nuestra oración.
Tomado con permiso de https://www.ibrnj.org/poder-santificador/
The Sword & Trowel 2014, número 2. Usado
con permiso.
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