En mis viajes, ocasionalmente me encuentro presente en un servicio de adoración menos-que-simple. La mayoría de nuestras iglesias toman el Principio Regulador de la Adoración (PRA) muy en serio y evitan la intrusión de los coros o los solos. Pero de vez en cuando me invitan a predicar en una congregación que no entiende (o a veces no acepta) el PRA y tengo que soportar los estilos de la “música no tan especial”.
Seamos honestos. La mayoría de la música de iglesias de este tipo es, en el mejor de los casos, mediocre. El pastor (o el líder de adoración) sonríe después del acto, dándoles las gracias a quienes lo ejecutaron, y las personas dicen “amén” – o peor aún, ellos aplauden. ¡Que abominación!; y el intérprete (o los intérpretes) regresan a sus asientos ya sea para deleitarse en la aclamación porque su actuación ha sido percibida como bien ejecutada, o para revolcarse en una auto-desaprobación por una pobre actuación [...]
Quizás deberíamos dar a nuestros músicos "especiales" un título como "ídolos eclesiásticos". Esto encajaría bien con la disposición anímica de nuestros días y expresaría más exactamente lo que ellos están haciendo: actuar, no adorar. Y luego, los líderes de la iglesia pueden dar evaluaciones apropiadas. Incluso podría ser posible dejar que los que se sientan en la plataforma puedan responder a la actuación con comentarios.
Supongo que nuestra cultura dice algo de aquellos quienes codician “el estrellato” ellos son reconocidos como “Ídolos” (Idols) Pero no es irónico que en la adoración, la misma clase de idolatría es pasada por alto; ¿No deberíamos llamarla como lo que exactamente es? Escuchemos a Charles Spurgeon:
"Usted observará, en primer lugar, que toda alabanza es dirigida exclusivamente a Dios: “Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios” “la alabanza es tuya, toda la alabanza es tuya” y ninguna alabanza es para el hombre, o para cualquier otro quien pueda pensar que es, o pretender que sea, digno de alabanza. ¿No he ido algunas veces a lugares llamados casas de Dios, donde la alabanza ha sido ofrecida para una mujer -para la Virgen, donde la alabanza ha sido ofrecida para los santos, donde el incienso ha sido humeado para el cielo, y las canciones y oraciones han sido elevadas a los mártires difuntos y a los santos que se supone comparten el poder con Dios? En Roma es así, pero en Sión no lo es. La alabanza ofrecida para Ti, o para María, se ofrece en Babilonia. Pero la alabanza para Ti, oh Señor, está en Sión; hacia Dios y solamente hacia Dios la alabanza de su verdadera iglesia debe ascender. Si los protestantes son libres de este error mortal, me temo que ellos son culpables de otro, porque en nuestra adoración, con mucha frecuencia nos ministramos a nosotros mismos. Actuamos así cuando hacemos que la melodía y la forma de la canción sean más importantes que la sustancia de la misma. Me temo que donde los órganos, los coros y los hombres y mujeres cantores, son dejados para la alabanza de la congregación, las mentes de los hombres están más ocupadas con la debida interpretación musical, que con el Señor, quien sólo debe ser alabado. La casa de Dios está destinada a ser sagrada para Él mismo, pero con demasiada frecuencia se convierte en una sala de ópera, y los cristianos forman una audiencia, no una asamblea de adoración".
Quizás necesitamos pensar un poco más en las palabras de Juan: “Hijitos, guardaos de los ídolos” 1Jn 5:21
Escrito por James M. Renihan, Ph.D.
Traduccion libre.- Ps. Guillermo de Lama
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