lunes, 3 de noviembre de 2014

EL IDILIO DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Usted puede adornar y perfumar un montón de basura en estado de descomposición y finalmente tendrá eso mismo: ¡Basura! Puede hacer todo esfuerzo por hacerla parecer agradable y especial, pero la basura se seguirá descomponiendo sin cambiar su esencia por más adornos que posea.

Usted puede adornar el aborto y la eutanasia, pero finalmente tendrá un homicidio. Puede tratar de justificar todas y cada una de las vías que llevan a un individuo a optar por ello, puede engalanar las palabras y rebuscar adornos, pero al final tendrá que enfrentar el mal olor  de la filosofía del desprecio a la vida que viene de una cultura que se ha querido independizar de Dios y pretende ser soberana en cuándo y cómo debe usted empezar a vivir y cuándo y cómo debe usted abandonar la vida.

Es posible que se haga un idilio de esto, como en efecto ocurre en el caso de Brittany Maynard, una estadounidense de 27 años que sufría un cáncer terminal quién cumplió con su decisión de morir voluntariamente apoyándose en las leyes del estado de Oregón, para no tener que sufrir con el dolor de su enfermedad. Se puede adornar todos y cada uno de los asuntos que rodean su eutanasia, se puede justificar y engalanar cada argumento para presentar esa decisión como la decisión más valiente, racional, lógica, apropiada, necesaria y bella, pero solo tendrá el testimonio de una mujer, que como otros, prefiere atribuirse el derecho que Dios no le ha dado a la humanidad caída.

Por supuesto que no desconocemos el dolor de una enfermedad, ni teorizamos con el dolor ajeno, pero cuando se promociona la transgresión del sexto mandamiento entre videos, poemas, canciones y fiestas, entonces es necesario quitar el perfume y los adornos y descubrir lo que realmente es la eutanasia: Atribuirse el derecho de suicidarse con orgullo.


El valor de la vida debe ser el que se deriva de ser hechos a imagen y semejanza de Dios, por Él mismo. Este valor no debe depender del país, región, posición o situación en el que un individuo esté. El valor de la vida no debe ser un valor democrático o pragmático, el valor de la vida debería ser inviolable y cada uno debería hacer temblar su mano antes de estirarla para usarla o tomarla impíamente. Todo debe interpretarse a la luz que el ser humano no se pertenece sino que se debe a Dios. Mientras tanto, tendremos que tapar la nariz de nuestra conciencia para que parezcamos estar disfrutando del fétido olor del pecado adornado con muchos olores atractivos.

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