martes, 13 de junio de 2017

EN BUSCA DE LA BELLEZA

Por. William VanDoodewaard

En el 2008, la YMCA (Young Men’s Christian Association) estadounidense publicó un informe titulado “La belleza a cualquier precio”: “En los Estados Unidos, toda mujer participa en un desfile diario de belleza, le guste o no. Absorbida por una cultura popular saturada de imágenes de belleza física idealizada, retocada e inalcanzable”, la lujuria presiona a las féminas cada día a unirse a la idolatría, y hasta los hombres impulsan el ciclo.

La belleza distorsionada
La trampa de la idolatría de la belleza es patente en nuestra cultura. La búsqueda de la belleza femenina ha llegado al grado máximo. La belleza natural no es lo que se espera. Ni siquiera el maquillaje hace ya su trabajo; necesitamos bótox y cirugía plástica. Los vendedores de producto trabajan con artistas gráficos para que retoquen y reformen las imágenes. Los resultados se anuncian en las revistas, la televisión, las películas, las vallas publicitarias y en Internet.

La presión a unirse a esta idolatría es tremenda. Las mujeres, las esposas y hasta las jóvenes cristianas se sienten con frecuencia desalentadas por su apariencia, sintiéndose feas y poco atractivas. Los síntomas de convertirse en adictas a esta belleza mundana son muy diversos. Físicamente pueden incluir la anorexia, la bulimia y la depresión. La belleza física femenina idealizada, combinada con las presiones de una cultura pornográfica y promiscua, igualan las relaciones más estrechas. Impactan en los matrimonios, ya que las mujeres desean superar a sus homólogas del celuloide, temiendo que esas hermosas imágenes seduzcan a sus maridos. Incluso el lugar de trabajo se ve impactado: la investigación muestra que las mujeres que mejor se ciñen a los principios de belleza social tienen más probabilidades de ser empleadas y ascendías.

Entonces, ¿cómo puede romper el cristianismo esta idolatría? ¿Cuál debería ser la opinión de la mujer y su búsqueda de la belleza? La cultura del Nuevo Testamento no era diferente de la nuestra; la sociedad grecorromana también estaba obsesionada con la belleza física. Dios lo sabía, como también lo sabe hoy. Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, se hizo carne, supo esto y lo sabe. Y, por tanto, dio instrucciones a su mensajero, el apóstol Pedro, por medio del Espíritu Santo, que nos hablara sobre ello. En 1 Pedro 3:3-5, nos instruye acerca de esto con gentileza: “Que vuestro adorno no sea externo…; sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”.

La belleza celebrada
Aunque las estadísticas informan que, el año pasado, los estadounidenses gastaron dieciocho mil millones de dólares solo en maquillaje, deberíamos reconocer desde el principio que parte de esto es, sencillamente, una bendición de prosperidad. Es bueno poder comprar champú. Contrariamente a aquellos ascetas que rechazarían la belleza física, las Escrituras no niegan la belleza y el adorno, sino que más bien hace gala de un deleite en ellos como reflejo del trabajo manual y de la bendición de Dios. En Ezequiel 16, Dios describe el lujoso adorno de su esposa. El Salmo 45 habla de la princesa “toda radiante” en su belleza, preparándose para su esposo. La esposa del Cantar de los Cantares también se deleita en estar bella para su marido. Ciertamente, existe una búsqueda legítima, saludable y hasta gloriosa de la belleza; la Palabra de Dios la celebra. San Agustín observó: “La belleza es, en realidad, un buen regalo de Dios”. Sin embargo, las Escrituras también enseñan una y otra vez que, cuando la búsqueda de la belleza se distorsiona por motivos vagos o por fines pecaminosos, se convierte en una idolatría.


Pedro y el salmista nos dan aquí instrucción divina. Motivada de forma errónea o idólatra, la belleza es vana El adorno no es meramente externo. Más bien, la verdadera belleza solo existe cuando ha comenzado por dentro. Pedro nos dirige a la prioridad básica de la belleza interna que viene por medio de la fe y de la vida en Cristo. Describe la búsqueda de la verdadera belleza como la búsqueda del adorno con el fruto del Espíritu. La verdadera hermosura, por medio de la salvación en Cristo, también está a la vista en el Salmo 45. El salmista celebra la salvación de Dios por medio de la imagen de una novia que se ha hermoseado. El objetivo es glorificar a Dios, vivir en adoración. Cuando este es el caso, cultivar la belleza externa y la amabilidad encaja en su lugar adecuado, secundario y bíblico.

La belleza física externa solo tiene la profundidad de la piel; por los efectos de la maldición, es temporal, se disipa con el tiempo y la enfermedad. Nadie puede ganar la batalla de llegar a parecerse a la mujer de la portada de la revista. Pero considera a la mujer de piadosa belleza: se deleita en Dios, su marido la admira, sus hijos se levantan y la llaman bendita. No rechaza el adorno físico, pero sigue la palabra de Cristo buscando primeramente, y por encima de todo, la belleza espiritual, la belleza que resplandece a través de la persona, haciéndola parecer hermosa a los dieciocho, a los cuarenta o a los ochenta y cinco años. Su lema es “sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios”.

¿Anhelas tú también, e incluso gimes en ocasiones, por una hermosura física continua y perfeccionada? Puedes hacerlo con esperanza confiada en Dios, la resurrección y la promesa de una nueva creación. Por ahora, descansa satisfecha en Cristo, sabiendo que aunque la tienda externa perece, incluso eso es un precioso cuerpo a la vista de Dios y será redimida por completo. ¡Hay un contraste tan grande entre la mujer consumida por la imagen decadente de la belleza y la mujer santa! Esta es una persona de belleza verdadera, gloriosa y atractiva en todo su ser. Para ella, su Salvador es Aquel del que se dice: “todo él es deseable” (Cantares 5:16), y ella está siendo hecha como él, radiante en belleza y en gloria.

Tomado de: http://www.ibrnj.org/en-busca-de-la-belleza/

El Dr. William VanDoodewaard es un ministro ordenado de la Associated Reformed Presbyterian Church, que sirve como profesor asociado de Historia de la iglesia en el Seminario Teológico Reformado, Grand Rapids, Michigan. Reeditado de Evangelical Times, agosto 2011.

Publicado en Reflexiones con permiso de Banner of Sovereign Grace Truth. Traducción de IBRNJ, todos los derechos reservados © 2014.

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