miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Y QUÉ DE LOS PADRES Y SU SERVICIO A DIOS?


Todo creyente podría afirmar que la paternidad es una bendición demandante. Es lo mismo que dice la Biblia acerca de ello, pues los hijos son vistos como herencia del Señor y algo de mucha estima, una preciosa corona o como flechas en manos de un cazador. En fin, grandes apelativos se dan a los hijos, al reconocer que no son producto de una ciega unión celular provista por la naturaleza, sino que vienen como producto de la voluntad de Dios al conceder la vida.

Pero como todos los dones de Dios ¡Cómo se ha visto amenazada la paternidad! De hecho, el mundo ha sido hábil en presentar la paternidad como algo distinto de lo que es y al hacerlo, ha querido –con mucha eficacia-, quitar el privilegio de la crianza de los hijos a sus propios padres y reemplazarlos por sustitutos que desfiguran completamente lo que antes fue un don de Dios. El mensaje que se recibe de la sociedad hoy es que los padres no son los más adecuados para ver por la crianza de sus hijos, por lo cual, entre más temprano en la vida se pueda, el hijo debe dejarse en manos de tutores ajenos, a los que Dios no les dio la responsabilidad de la crianza de ellos y que en algunos casos, ni siquiera comparten la fe que es en Cristo.

Y aunque sé que el asunto es polémico ahora, la organización familiar de muchos creyentes, provoca que ninguno de los padres crie a sus hijos en persona. Se pretende que los hijos pueden ser criados ‘a distancia’ o a través de un ‘intermediario’. Pero crianza y distancia son dos cosas que no se llevan de la mano y solo en casos realmente justificables, (Como puede ser el caso de las madres solteras o una situación providencial muy adversa) es una opción que se toma, pero donde se es consciente que lo ideal, es decir, que los padres críen a sus propios hijos, no se toma en cuenta. Seguramente los principios de una sociedad moderna ha hecho que los padres miren su paternidad de manera distinta y que, en el caso de las familias constituidas regularmente, las madres se hayan dado el permiso de pretender ‘desarrollarse’ por fuera de su hogar, delegando a un tercero, lo que corresponde directamente a su rol.

Así, lo que es una oportunidad, y quizás una de las más grandes, de adelantar el reino de Dios en otras personas, se ve minimizado por dirigirse a un estándar que el mundo puso y no el sencillo proceder de las Escrituras. Pero allí no termina todo, los padres cristianos, absorbidos en este círculo, saben que su responsabilidad hacia sus hijos es muy grande, pero en la práctica, sus fuerzas no alcanzan para responder por todas las cosas fielmente. Ellos llegan cansados del trabajo y el tiempo y las fuerzas que les resta tienen que dedicarlas a sus hijos. Y esta práctica continua, obviamente dejará sin tiempo ni energía a los creyentes para adelantar asuntos a favor del reino de Dios por fuera de su hogar.

No me mal entienda. No estoy diciendo que tener una organización familiar adecuada, hará que el servicio a Dios, automáticamente se vea energizado. Pero si puedo decir que una organización familiar donde los roles sean observados y los padres puedan criar a sus propios hijos, proveerá de un ambiente más favorable para que esta tarea sea más eficiente, a la vez que no caeremos en la tentación de hacer rivales la paternidad y el servicio a Dios. Seguramente en el seno del hogar, la madre puede influir evangélicamente de interminables maneras a sus hijos al convivir con ellos a diario y a cada momento. El padre puede verse más enfocado al llegar a casa después de trabajar y así suplir a su familia lo que es propio de su rol como guía espiritual. Y bajo esta organización, seguramente habrá más tiempo y ánimo para orar, estudiar la Palabra de Dios, asistir a las reuniones de la iglesia, trabajar en los ministerios eclesiásticos, evangelizar y otras cosas más.

Entendemos así, que la resolución valiente del profeta Samuel, evidenciaba unas prioridades definidas a la vez que una organización que le permitiera asegurar que él con toda su casa servirían al Señor y le serían fieles. Y es el llamado a los padres que tomen una resolución valiente el día de hoy. Si meditamos bien, una organización familiar sencilla pero obediente, hará familias fuertes que a su vez, serán la fortaleza de iglesias firmes. Y si un hogar bíblico, pudo, por el esfuerzo valiente y obediente de sus padres, promover el bienestar de la iglesia y por ende del reino de Dios, entonces la paternidad valió la pena y se elevó por encima de los estándares comunes de la familia, porque no solo se miró por la educación en valores y moralidad de los hijos ni por su supervivencia física, sino que fue una herramienta a favor de lo que es eterno.

Seguramente la iglesia tiene grandes expectativas para los padres de familia que la componen. Desea verles asumiendo una paternidad lo mas bíblica posible, como un bendito medio para adelantar el reino de Dios en su familia, por medio de una obediencia viva y unas  devociones familiares constantes que a su vez dirijan y enmarquen un servicio a Dios más determinante fuera del hogar, y por supuesto en la iglesia. Pero no usando la paternidad como su mayor excusa para el servicio en sus ministerios. Y como es sabio hacer, no poniendo en aprietos el principio al plantear: O lo uno o lo otro, sino más bien saber, que esto es necesario hacer sin dejar de hacer lo otro.

P. Jorge Casatñeda

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