miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mito N° 2 Los Reformados no le dan libertad al Espíritu Santo.

En el primer mito que abordábamos en la entrada anterior aclarábamos que efectivamente los reformados creemos en el Espíritu Santo y aunque buscamos una mayor influencia en nuestras almas de Su parte, encontramos que como todo hijo de Dios, debemos luchar y exponernos a los medios de gracia con diligencia para vernos cada vez mas llenos del Espíritu Santo, en lo cual, debemos aceptar que aun fracasamos. Aun así seguimos clamando en nuestro interior por el mismo Espíritu: Abba Padre.



El segundo mito a tratar, viene muy ligado al anterior y lo recibimos de amables hermanos que nos consideran cristianos, pero que nos llaman la atención por no darle libertad al Espíritu Santo en nuestras vidas e iglesias. A juzgar por lo que ven, muchas veces señalan que las vidas de los cristianos reformados no gozan de rebosante alegría, de dones espirituales, que sus iglesias carecen de abundancia de ministerios, y ni que decir de los cultos desprovistos de toda espontaneidad y libertad, más parecidos a un velorio que a una celebración. De esto, en parte, seguramente debemos aceptar un tanto la exhortación, pues infundadamente, muchos cristianos reformados intuyen que mientras más desprovistos de gozo enfrentemos la vida, siempre con el rostro semejante a un busto de Beethoven y mas displicencia en la adoración a Dios, mas reformado es. Es otro error, pero no es mi punto ahora.


Sin embargo, creo entender esto. Si alguien ha venido al evangelio en los anteriores 30 años, lo más común y casi que el estándar autorizado es encontrar el marcado énfasis en las expresiones externas sea individuales o eclesiásticas y con la cual se califica si alguno está rebosante en el Espíritu Santo o no (1) . Tal vez muchas personas lo único que conocen es el evangelio desarrollado en medio de algarabía, expresiones ruidosas, evidencias bullosas y más. Demasiados cristianos han sido enseñados a buscar la evidencia de la presencia del Espíritu Santo en los dones y no en el fruto (2), se les ha instruido en palmas e instrumentos y no en salmos, himnos y canticos espirituales (3), se les ha entretenido para hallar felicidad como un sustituto de la instrucción que lleva al verdadero gozo. Así que entiendo, si una comunidad de creyentes no presenta tales evidencias, debe ser porque no le dan libertad al Espíritu Santo.

 
Pero nuevamente, no es el caso de los reformados. De hecho al reconocer por las Escrituras cual es la obra que el Espíritu Santo vino a realizar (Regenerar, santificar, vivificar, guiar, influenciar, etc.), pretendemos no ponernos como los primeros tropiezos para que Él haga su obra (4). Así cuando predicamos – por ejemplo-, no presionamos a las gentes con métodos humanos para sacarles una decisión por Cristo sino que le damos libertad al Espíritu para que regenere quien quiere. Cuando exhortamos o guiamos a alguien en la palabra de Dios, le damos libertad al Espíritu que obre en la vida de cada creyente convenciéndolo de pecado y guiándolo a toda verdad y no lo amedrentamos con amenazas de la pérdida de su salvación. No estandarizamos qué dones son los que deberían tener los cristianos sino que reconocemos la libertad al Espíritu Santo para dar dones a quien quiere y el que quiere (5). No presionamos a que todos los creyentes deben manifestar su gozo de determinada forma unificada (6), más bien les guiamos por medio de la Palabra de Dios que es la herramienta que usa el Espíritu Santo para ello para que pueda presentar una adoración bíblica que glorifique a Dios.



Creo que sin ‘haberlo ya alcanzado’, nos extendemos a no impedir que el Espíritu Santo obre en medio nuestro como Él quiere, siempre buscando nosotros mismos no ser los primeros tropiezos para ello. Y en esta búsqueda hemos llegado a la antigua conclusión: Es cuando olvidamos la Palabra de Dios o la tratamos con ligereza, es cuando nos damos a nuestras propias opiniones, sentires e ideas que el Espíritu Santo de hecho si encuentra tropiezos en nosotros. De esa forma no vemos en conflicto la Biblia y el Espíritu Santo sino que vemos en ello la más rigurosa armonía en el que la divina Persona del Espíritu Santo, ha querido obrar.



P. Jorge Castañeda

(1) No quiero dar a entender con esto que la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes no vaya acompañada de expresiones externas, pero creo que poner la evidencia de la obra del Espíritu Santo en un individuo en su exterior es un error y mucho mayor error, el sobreenfatizar sobre ello.
(2) Note que el fruto o la evidencia del Espíritu Santo es fundamentalmente a nivel del carácter Ef.5:29.

(3) Mire el énfasis de la frase cantar con gracia en los corazones y salmos espirituales (Col. 3:16), lo que nos deja ver que si bien hay expresiones externas, fundamentalmente enfatizan lo interno.

(4) Seguramente debemos diferenciar que hay un sentido en que nadie se coloca como un tropiezo efectivo a los planes (decretos) de Dios. Pero en otro sentido, los creyentes podemos hasta entristecer al Espíritu Santo y apagarlo (Ef.4:30; 1 Tes.5:19), dando a entender con esto que por el pecado no confeso, el Espíritu Santo aparata temporalmente algunas de sus influencias santificadoras como corrección a sus hijos (Confesión Bautista de Fe de 1689, Cap. 5 Párrafo 5).

(5) En algunas comunidades, por ejemplo, se presiona a que todo cristiano verdadero debe hablar en lenguas como evidencia de un cristianismo vivo. Sin embargo lo que quiero resaltar aquí es que reconocemos la libertad del Espíritu para dar dones a los creyentes, sin embargo los dones a los que hacemos referencia aquí no son los dones apostólicos sino aquellos dones de continuación.

(6) Encontramos que en las reuniones de algunas comunidades muchas veces los creyentes son exhortados a: “Si tienes gozo aplaude al Señor” o “Ahora levanta tus manos para adorarle” y hasta la desafortunada arenga: “El que no brinque no es cristiano”.

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