lunes, 6 de julio de 2009

JUAN CALVINO (1)


A propósito del aniversario del nacimiento de uno de los mayores hombres que la bondadosa mano de Dios nos ha provisto, quisiera relacionar en tres partes, un ensayo elaborado por un muy buen hermano Colombiano, que de una manera sencilla nos muestra alguna informacion vaiosa de la vida de este hombre. Este escrito tiene la finalidad, segun el escritor, de aportar al grueso de la Iglesia y no pretende ser un estudio especializado del tema. Sin embargo se que será util compartirlo con ustedes.

Martinius Lucanius.

Juan Calvino
1509 – 1654

En una época donde como cristianos damos por sentado muchos asuntos concernientes a nuestra fe, podemos caer en el desacierto de mirar despectivamente las épocas cuando éstas no se daban por ciertas y privilegiados por estar en este lado favorable de la historia, podemos subestimar las épocas cuando otros estuvieron en el lado no tan privilegiado de la misma.

Continuamente nos veremos obligados, en honor a la verdad, a volver nuestros ojos a los tiempos pasados, a las raíces de nuestra fe, combatiendo el espíritu a-histórico de nuestra era posmoderna, que casi nos obliga a desligarnos de cualquier amarre histórico que nos pueda influir, solo negando en la teoría lo que en la práctica es una aventura imposible.

Tal vez para algunos, volver los ojos al hilo histórico de la fe cristiana evangélica , sea una empresa irrelevante, pues el futuro siempre está al frente, listo para ser conquistado. Para otros, mirar hacia las raíces de la fe se ha convertido en un fin en sí mismo, donde se ha perdido todo sentido de compromiso generacional. Sin embargo para otros, reconocer que no hemos surgido ex nihilo y que a la vez hemos heredado la tarea de progresar con el Evangelio del Reino de Dios en la contemporaneidad, escuchamos el clamor urgente con más precisión que nos es necesario hacer lo uno, sin dejar de hacer lo otro.

Los que sentimos un compromiso con la fe histórica, somos desafiados siempre a volver a los ríos de la verdad cuyos nacimientos se encuentran antes que nosotros y así poder regar las tierras de nuestra generación con la fe que una vez fue dada a los santos pero que su continuidad histórica obliga a cada hijo de Dios a ser una expresión fiel del buen deposito que le fue dado a la Iglesia como columna y soporte de la verdad.

Providencialmente estamos 500 años después del nacimiento de uno de los hombres, venidos de la mano de Dios, que se paró en la historia en la misma línea de la fe cristiana pura. Este hombre se situó no en los comienzos de la fe evangélica, pero si en su testimonial continuación. Hombre sujeto a pasiones como las nuestras, no solo construyó una gran represa donde desemboca el rio de la fe pura sino que hábilmente puso los cimientos, como ningún otro, para que esa agua limpia pudiera ser patrimonio de la Iglesia de Cristo en las vertientes de una teología sistematizada.

Quisiera poder expresar, no con exhaustividad, pero si con precisión, algunos aspectos de la vida de Juan Calvino y su papel en la formación de la fe cristiana Evangélica. Claro, vale la pena aclarar que hablo desde una perspectiva pastoral, pedagógica, no desde la palestra de la erudición. Quiera Dios que estas sencillas palabras nos lleven a reconocer a quienes nos han precedido en la fe y honrarles. Sobre todo animar a la Iglesia a emular su legado sin igual. Esto lo hago con humildad y a sabiendas que el solo hablar de Calvino en muchos círculos cristianos es asunto de segura e irreversible polémica, de sismas irreparables y de malos entendidos. Aun así, por amor a la fe cristiana histórica y pura, lo haré y más cuando la iglesia actual ha juzgado injustamente a este hombre, sin haber escuchado su defensa, al menos con mediana atención y dándole, tan siquiera, el beneficio de la duda.

Comprimir en unas páginas la influencia y el legado de Calvino, no solo para la Iglesia Evangélica sino para el pensamiento social occidental, es una ardua tarea. Hay especialistas en esto, yo no soy uno. Mi perspectiva más bien va encaminada a proveer elementos que nos permitan apreciar de una mejor manera la vida y obra de Calvino y valorar así su influencia en el cristianismo. Se podría pensar que esta influencia es más un deseo que una realidad. Sin embargo esta influencia se vive sin duda en los que se denominan Iglesia Evangélica. Es innegable y sería irreal negarlo, que muchos han vivido y se han desarrollado bebiendo de su influencia aunque la desconozcan y aun la critiquen sin conocerla.


No se podría exagerar la gracia de Dios en la vida de este hombre. Para muchos podría ser llamado el hombre del milenio. El mayor de los reformadores. Felipe Melanchton, el sucesor de Lutero, le llamó El Teólogo en una época donde llamarse Teólogo no era una cuestión de apelativos aduladores o títulos universitarios sino de vocación y erudición real. Omitir a Calvino de la historia de la Iglesia y de la civilización occidental es leer la historia con un ojo cerrado. Es una falta a la verdad y un grave descuido por quienes nos denominamos Evangélicos.

Juan Calvino como todo hombre de su época, nació bajo el poderío del Catolicismo Romano y sus primeros años fue envuelto en los ritos y costumbres de dicha religión. Sin embargo por varias providencias de ubicación, posibilidades familiares y constitución propia, muy joven fue inclinado a la academia. En una fecha desconocida, después de sus veinte años fue convertido verdaderamente a Cristo no sin dolores y lágrimas, no sin afrontar el golpe de saberse pecador y consiente de la pocilga donde sus primeros años se había revolcado. Ahora la luz de Cristo le alumbró y le inflamó con intensos anhelos de servirle.

LA GLORIA DE DIOS
La motivación que movía la vida de este hombre era una inigualable pasión por la Gloria de Cristo, según Él se ha revelado en las Santas Escrituras. Sin duda, la historia nos muestra que pocos hombres han tenido ese mismo sentir, pero ninguno como él. La preeminencia de la Gloria y Majestad de Dios era su centro, la Palabra de Dios el bendito e inigualable medio por el que Su Majestad era comunicada y las obras de la providencia entendidas. Calvino hizo de la gloria de Dios el fin de todo lo que hacía y elevó la gloria de Su Palabra, tan olvidada en la experiencia viva de la cotidianidad y religión de su época.

Al parecer sus convicciones son las nuestras, a primera vista, pero aquí hubo un hombre que no solo estuvo lleno de palabras muy evangélicas sino de una vida y obra Evangélica. Podemos tener mucho lenguaje evangélico y sin embargo seguir siendo nosotros el centro. Podemos proyectar como meta la propia salvación dejando a Dios como auxiliar en todo este proceso, podremos hacer de esta vida nuestra vida y aun confesarnos abiertamente evangélicos, seguidores del que llevó la cruz negándose a sí mismo. Para Calvino esta disociación no existía.

LAS SANTAS ESCRITURAS Y LA PREDICACION
Su amor por la Palabra de Dios era evidente. Estudioso y conocedor de los idiomas Bíblicos originales , se esforzó toda su vida en interpretar correctamente las Sagradas Escrituras porque sabía que la vida y fe del individuo dependen de la pureza con que ellas se expongan. Por ello su devoción por la Biblia fue demostrada por el ministerio que desarrolló.

Predico alrededor de 4000 sermones desde el pulpito. Con su agudeza exegética y paciencia pastoral, honró la predicación de la Palabra de Dios al darle la preeminencia que Según la Escritura, es necesario que tenga la exposición de la Palabra de Dios en la Iglesia. No es común ver este tipo de dedicación hoy. Aun más cuando la alabanza deja tan poco tiempo a la predicación y cuando los oyentes están más preocupados por oír cosas nuevas, agradables a sus oídos, relacionadas con el progreso personal y la autoestima. No es común encontrar hombres que honren el ministerio de la Palabra de Dios en sus congregaciones, dedicándose a la exposición regular de ella y más hoy cuando muchos pastores son perezosos y prefieren el activismo y los programas lúdicos que aplicar su mente y la de la Iglesia a entender la Biblia, que finalmente es la Palabra de Dios.

Pero podemos dar una impresión muy general de lo que Calvino asumió como predicación si no precisamos los términos. Este hombre dedicó su vida a predicar expositivamente la Biblia. Explicando versículo por versículo los libros Bíblicos a su Iglesia . No cayó en la tentación de correr a las ‘necesidades percibidas’ de la congregación, porque sabía que es la Palabra de Dios lo que necesita el pueblo de Dios. Así que dedicó su vida a exponerla con claridad, con continuidad, sistemáticamente, por largos años. La predicación de la Biblia no era un programa de la Iglesia, era la manera en que Calvino asumió el llamamiento santo del pastorado, lo cual está muy acorde con la enseñanza general de las Santas Escrituras.

En armonía con su alto aprecio por las Santas Escrituras, no solo predicó sino que escribió comentarios Bíblicos. Cubrió el 75% de la Biblia en sus comentarios. Comentó 24 de los 27 libros del Nuevo Testamento. Al morir ya había dejado 45 volúmenes de comentarios Bíblicos de más de 400 páginas cada uno de ellos. Fue intensivamente un predicador expositivo, nunca abandonó su costumbre de ir libro tras libro de la Biblia. Y todo esto lo hacía con una mezcla excepcional de rigor exegético como erudito que era y sencillez y amor pastoral. Calvino nos dio el más hábil, claro, palpable y gran ejemplo de exposición de las Escrituras que hemos visto por siglos.

¿Será por este motivo que el nombre de Calvino es tan molesto hoy? ¿Será porque evidencia nuestra negligencia ministerial? ¿Sera porque por la gracia de Dios fue él quien propuso verdades más claramente que cualquier otro hombre que jamás respiró y no reclamó honra para sí mismo? ¿Será porque mientras tengamos memoria histórica de este personaje debemos hacer varios esfuerzos para no ser llamados infieles como ministros del evangelio?

CALVINO Y TEOLOGÍA
Calvino estableció un estándar teológico y doctrinal sano de las Escrituras. Para el reformador, no es teología sana centrar los pensamientos del hombre hacia sí mismo. EL Catolicismo romano hacia del hombre el centro de sus ritos y doctrinas. Hoy se podría acusar a gran parte del Cristianismo Evangélico de hacer su doctrina bajo la misma perspectiva. Para Calvino la teología debería centrarse solo en Dios, los demás quedaba subordinado a este aspecto.

Asombra encontrar personas que califiquen a Calvino como un ignorante Bíblico cuyo pensamiento sea fácilmente superado por la especulación de un maestro contemporáneo que dice no necesitar el estudio riguroso de la Biblia para saber la voluntad de Dios. Sin embargo, la historia está allí, la podemos ignorar, podemos desviar nuestra mirada, pero eso no anula que siga habiendo un testigo en Juan Calvino, de cuando la centralidad de la Palabra de Dios en la Iglesia empezó a ser una realidad.

El movimiento de la Reforma protestante del siglo XVI siempre se identifica con Martin Lutero. Sin embargo, la Reforma debe su precisión más exactamente a Calvino que a Lutero mismo. Para ilustrar de alguna manera el papel de Calvino en la Reforma podemos tomar las palabras del gran predicador inglés quien dijo que Lutero fue un volcán derramando ideas de fuego en todas las direcciones, sin patrones ni sistemas, pero ideas. Pero las ideas no pueden sobrevivir y perdurar sin un cuerpo. Se necesitaba quien pudiera darle forma a la doctrina que era ciertísima entre los cristianos o de lo contrario el cristianismo pudiera haber sido fácilmente silenciado por la maquinaria poderosa de la Iglesia Católica que se volcó para silenciar la Reforma. La obra de Calvino fue la obra de un arquitecto más que la de un ejército de choque. La obra se Calvino fue más la de un molino que poco a poco tritura que la de una gran explosión.

Para nosotros, por ejemplo, definir en pocas palabras lo que creemos de la cena del Señor, o asumir que es indudablemente correcto que la Iglesia esté compuesta solo de los creyentes y que no es asunto de nacer en un país nominalmente cristiano, es algo en lo que no reflexionamos, simplemente lo damos por cierto. Pero piense en la época cuando estas cosas no se daban por sentado y no solo estas sino muchas más necesitaban ser definidas, ordenadas, explicadas, defendidas y aplicadas en contra de la tradición y la religión Católica Romana. Calvino fue el hombre que llenó las expectativas en estas labores.

De sus manos surgió la mayor obra literaria de la Reforma protestante, la cual se usó como un texto de Teología sistemática y que sirvió como ayuda para la instrucción de los pastores y sus congregaciones. También se usó como base para la elaboración de Confesiones de Fe, Catecismos y tratados que hicieron oír la voz del pueblo de Dios que se rehusó ser identificado con la Iglesia apostata. Esta obra es la Institución de la Religión Cristiana. Calvino la escribió a los 25 años relativamente poco tiempo después de su conversión. Cuando él tenía 27 años, en 1536, se publicó por primera vez. La primera edición contaba con 6 Capítulos, 111 páginas y un aproximado de 85.000 palabras. Al pasar de los años y después de 5 ediciones que ampliaban su contenido, el ‘Templo de Verdad’ de sus Instituciones llegó a su forma final de 80 Capítulos, 4 Libros y 450.000 palabras aproximadamente.

Aunque en la historia de la Iglesia algunos hombres procuraron sistematizar las doctrinas Cristianas Evangélicas, finalmente fue Calvino quien llevó estas procuras a una realidad. En sus Instituciones se abordaron de una manera ordenada las áreas de doctrina que identificaba la Iglesia Cristiana Evangélica. Siguiendo el orden del credo de los Apóstoles desarrolló con meridiana claridad dichas doctrinas. Comparando la primera edición con la última, se encuentra que no se anexaron más temas sino que se ampliaron. El anciano que por última vez revisó las Instituciones antes de morir, seguía pensando igual que el muchacho francés que le dio inicio. ¿Por qué? Porque Calvino no desarrollo su propio pensamiento que puede cambiar naturalmente con los años, sino que se apoyó en la Biblia que permanece para siempre. Prueba de ello las Instituciones cuentan con 3000 referencias bíblicas aproximadamente. Calvino dice con claridad: La Reforma no es una novedad teológica, está asentada suficientemente en la Palabra de Dios. En contraste la iglesia Católica de Roma es la novedad teológica.

Este fue, por la gracia de Dios, el arquitecto de la teología reformada. El teólogo. Calvino se paró en los hombros de los apóstoles, profetas y padres de la Iglesia para dar testimonio de lo que es el cristianismo Bíblico ortodoxo. Además de ello hubo miles de tratados impresos venidos de su pluma, donde abordó varios temas con genio exegético, profundidad y valor permanente. Por eso afirmamos que en verdad, nadie puede con justicia despreciar el calvinismo o llamarle una nueva idea.

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