lunes, 6 de julio de 2009

JUAN CALVINO (3)

HUMILDAD, DEBILIDAD Y GRANDEZA
Juan Calvino afrontó su vida con claras convicciones Bíblicas. La pasión que lo empezó a mover de joven, se fortaleció con los años que Dios le permitió vivir. Calvino combatió por la supremacía de Cristo en todas las cosas. Era necesario que la sabiduría de Dios y su voluntad gobiernen todas las cosas porque somos de Él. Así que exhortó al mundo de su tiempo con voz clara que toda nuestra vida debería luchar por su Gloria. Su voz sigue sonando hoy, la podemos oír, aunque la niebla mundana no nos permite verlo con claridad. Ese tal vez es nuestro problema.

Ningún hombre jamás tuvo ese sentido de la gloria de Dios como Calvino. Vio los abusos de los curas no como meras desviaciones doctrinales, los ataques contra la doctrina y el pecado no solo como graves problemas sino como ataques a la gloria y honor de Dios. El tema principal en todo aspecto era procurar remover todo lo que opacara la supremacía de Dios.

Ya para este momento, no sería extraño ver a Calvino en un palacio rodeado de riquezas y reconocimiento. Pero para vergüenza de la opulencia papal Romana, todas estas cosas fueron realizadas por un humilde hombre que vivía en la Calle del Cañón en Ginebra . Roma hizo que corriera un rumor de la supuesta riqueza y ostentación de Calvino para justificar sus aberraciones ostentosas. Ser de humilde condición económica y no pretender mejorarla, era una virtud desconocida en la iglesia de Roma. Como avergüenza tal hombre y lo que logró a la opulencia de ciertos ‘pastores’ que pasados décadas de ministerio jamás han predicado un sermón Bíblico.

Lejos de pensar que todos sus logros los llevó a cabo desde la vida cómoda, se debe recordar que este hombre fue un trabajador infatigable y sufriente. Cada dos semanas predicaba 10 sermones, cada semana daba tres conferencias de teología, asistía a la reunión del Consistorio de la ciudad a hacer sus amonestaciones. Cada viernes hacía un estudio de la Biblia. Nunca dejaba de visitar a los enfermos, de exhortar y aconsejar en privado y otras cosas más. Escribía a sus compatriotas franceses con regularidad y aun a muchos jóvenes mártires que no conocía pero que se sentía obligado a hacerlo. Todo esto en medio de la composición de libros, folletos y diversos tratados esplendidos.

Sobrevivió mucho tiempo con solo una comida al día sin comer nada más. Se dio cuenta que esta era la mejor manera de controlar sus fuertes migrañas. Se veía enfermo continuamente de su estomago, sufría fuertes cólicos, escupía sangre, era afectado con regularidad por fiebres palúdicas, tenía gota y sufría de dolorosas hemorroides. Sin embargo peor que todo lo anterior parece haber sido los cálculos en los riñones que tenía que soportar sin el alivio de algún sedante. Calvino intentó tener hijos con su esposa. Tuvo que enterrar a sus tres hijos quienes murieron tiempo después de haber nacido. Amaba a su esposa Idelette, quien también le fue quitada de su lado 9 años después de casarse. El dolor de estas pérdidas le afectó demasiado, según él mismo lo confiesa en algunas de sus cartas. Aun así nunca paró su vida agitada. Siempre había un sermón que predicar, una carta que escribir, un libro que completar, una exhortación, consejo o una visita que hacer.

Se sometió a la mano soberana de Dios con una determinación magna. Su fe era indudable y sus convicciones que de la mano de Dios todo proviene lo sostuvieron en sus muchas debilidades. Hubiese sido descuartizado por la ‘teología’ de la prosperidad de vivir hoy. Hubiese sido criticado de determinista por otros al asumir que Dios es Soberano en absolutamente todas las cosas. Hubiese sido llamado hereje por muchas iglesias si viviera hoy, por predicar incansablemente la supremacía de Dios en la salvación del hombre que salva a quien quiere sin pedir su consentimiento.

MUERTE
Enfermo y debilitado por la clase de vida que llevó, partió de este mundo el 27 de mayo de 1564 a los 54 años entre las 8 y 9 de la noche. Entre continuas y silenciosas oraciones y ataques de dolor, se quedó dormido apaciblemente esperando el día de la resurrección. El hombre cuyo nombre con el tiempo está más ligado a la doctrina de la predestinación que ningún otro, entró a la presencia del Señor dejando atrás una huella imborrable en la historia de la Iglesia y el mundo occidental. Cuando hoy se acusa a los reformados que la doctrina de la predestinación produce inactividad y pereza o tal vez descuido espiritual, este hombre nos enseñó todo lo contrario, que la verdadera gracia que sin merecerla llega a un individuo, produce un anhelo por la supremacía de Cristo en todas las cosas, pasión que es imposible retener en la actitud de la pasividad.

Antes de morir, dicta como parte de su testamento las siguientes palabras:

“En el Nombre de Dios, yo Juan Calvino, siervo de la Palabra de Dios en la Iglesia de Ginebra, debilitado por muchas enfermedades…doy gracias a Dios por haberme mostrado no solo misericordia, a mi su pobre criatura, y por haberme soportado en todos los pecados y debilidades y lo que es mucho más por haberme hecho participe de su gracia para servirle por medio de mi obra…Doy testimonio de que vivo y me propongo morir en esta fe que Dios me ha dado por medio de Su Evangelio, y que no dependo de nada más para la salvación que la libre elección que Él ha hecho de mí”.

“Acepto la gracia que se me ha ofrecido en nuestro Señor Jesucristo y acepto los meritos de su sufrimiento y muerte ya que por medio de ellos han sido sepultados todos mis pecados; y humildemente le suplico que me lave y purifique con la sangre de nuestro gran Redentor, que fue derramada por todos los pobres pecadores de modo que yo, cuando me presente delante de su rostro, pueda mostrarme semejante a Él”.

“Además, declaro que me he esforzado en enseñar su Palabra incontaminada y en explicar la Sagrada Escritura fielmente, según la medida de la gracia que Él me ha dado. En todas las discusiones que he tenido contra los enemigos de la verdad, no emplee ni astucias ni sofismas, sino que he luchado por Su causa con honestidad. Pero, oh mi voluntad, mi celo fueron tan fríos y flojos que me reconozco culpable en todos los aspectos; sin su infinita bondad, todos mis esfuerzos apasionados serían humo, más aun, la gracia misma que me dio, me haría resultar más culpable; por ello mi única confianza es que el Padre de misericordia quien como tal desea revelarse a mí, miserable pecador”.

“En cuanto a lo demás, deseo que después de la muerte mi cuerpo sea sepultado según la forma acostumbrada en espera de la bendita resurrección”.




DESAFÍO
Este ensayo ha pretendido honrar al hombre que infatigablemente trabajó por amor a la obra de Cristo en un tiempo cuando solo ser cristiano era ya pagar un precio muy alto para cualquiera, cuanto más trabajar para Sus intereses siendo el principal de los reformadores. Sin prometérsele un galardón mayor que al nuestro, sin tener un Cristo mayor que el nuestro, sin dársele medios más poderosos que los que se nos han concedido a nosotros, viviendo en el mismo mundo, trabajando con individuos pecadores a su alrededor como nosotros y aun así, viviendo la fe en medio de su debilidad tan distinto a nosotros que solo saberlo nos avergüenza. Como bien nos guían las Escrituras en Heb. 13:7 Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Eso mismo es este escrito.

Hoy en una época en que ser reformado pareciera ser una novedad teológica, cuando las doctrinas calvinistas son llamadas herejías o fanatismo, cuando para muchos ser reformado significa aceptar meramente las doctrinas de la gracia , o congregarse en un templo que antes se dedicó a la proclamación de la Palabra de Dios, o sencillamente un simple distintivo doctrinal, es necesario escuchar la voz de Calvino, que no es más que la explicación de las Escrituras y la aplicación a cada aspecto de la vida .

Nuestra manera de ver la Biblia debe cambiar, nuestra predicación ha de ser transformada, nuestra vocación precisada, nuestra influencia mayor, la Iglesia debe volver a las sendas de la verdadera doctrina que hoy se está esfumando frente a nuestros ojos impávidos, nuestro llamado a glorificar el Nombre de Cristo en esta generación debe ser atendido con toda solicitud. Es necesario volver a la pasión por la Gloria de Dios mediante un acercamiento honroso y dedicado a la Palabra de Dios.

Este fue Juan Calvino, el hombre humilde que vivió toda su vida en Cristo bajo el lema:

Soli Deo Gloria, Solo a Dios sea la Gloria.

Oh Señor Jesucristo, que esa sea nuestra pasión en este siglo.

Jorge E. Castañeda Delgado

2 comentarios:

  1. Se le ha olvidado que participó en la ejecución de más de cincuenta seres humanos que no pensaban como él, entre ellos condenó a la muerte más horrible al sabio español Miguel Servet, crimen que horrorizó a muchos sabios de su época, con seguidores de Dios como él no hacen falta seguidores del demonio.

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    1. Saludos.
      Lo de la muerte de mas de 50 personas, creo nunca haber leído de eso.
      Del unitario Sevet. en la entrada 2 del mismo articulo se escribió:

      SERVET
      Sin duda alguna este valioso hombre dado a la Iglesia por la gracia soberana de Dios, ha sido rudamente juzgado por muchos quienes no pueden perdonar que en muchas cosas haya sido un hombre de su época. Dios nos permitió conocer de sus errores para que sepamos que la perfección es propiedad de nuestro Señor Jesucristo únicamente y que sus siervos están sujetos a la debilidad y el error todo el tiempo de su peregrinar. Los hijos agradecidos de Calvino, tenemos que reconocer que en el caso de Miguel de Servet, no obró de acuerdo a la luz que tenía.

      Era una época de hogueras y martirios. Una época cruel donde la libertad religiosa era una idea impensable. Los gobiernos y la religión pugnaban por el poder de las naciones. Los asuntos eran tan intolerantes que ir contra la religión del Estado significaba un crimen de estado. La herejía era penalizada como un delito. Servet quien había sido apresado por la iglesia de Roma y condenado al martirio por sostener ideas unitarias, se fugó de su prisión y no pudo ser asesinado por la Inquisición. No se sabe a ciencia cierta que lo motivó a ir a Ginebra. Calvino tiempo atrás había cambiado correspondencia con él, le advirtió que su aparición en Ginebra sería vista como un desafío abierto y que no se tendría compasión de él si llegaba allá.

      Finalmente pasados los años, eso mismo hizo Servet. Se apareció en Ginebra y fue apresado. Calvino asumió el papel de acusador en el juicio que se le realizó. Servet estaba confiado de su resultado pues gran parte de quienes podían decidir su suerte, odiaban a Calvino porque eran de aquellos que Calvino enfrentó por sus inmoralidades (llamados libertinos). Servet tomó confianza y aprovecho para voltear el juicio a su favor acusando a Calvino y estaba casi seguro de su victoria. Ambos sabían que la muerte le esperaba a quien resultara culpable. Para sorpresa de los libertinos de Ginebra, al asesorarse de algunos países vecinos (Zurich, Berna, Basilea y Schaffhausen), aconsejaron la muerte para Servet. Presionada a guardar la paz de la región, el consejo de Ginebra aprobó la ejecución de Servet por la herejía irretractable hábilmente puesta en evidencia por Calvino.

      Ni Servet mismo lo podía creer. Calvino pidió que para su ejecución se usara la espada para no alargar su sufrimiento. Su petición fue denegada y en 1553 fue quemado en la hoguera. No es cierto que Calvino mató a Servet, pero si es cierta su influencia en esta decisión. Aun así, el hombre que promulgo las libertades de conciencia, esta vez erró al no recomendar al Consejo de Ginebra que se las permitieran a Servet. En esto, Calvino fue un hombre de su época. Aun sus amigos íntimos lo apoyaron en la decisión que tomó. Sin embargo parece injusto que los errores de Calvino sean usados por sus detractores, para desechar la validez y peso de su mentalidad Bíblica y su Teología. Pero el que quiera hacerlo lo hará, injustamente, pero lo hará.

      Gracias!

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