Por Jorge E. Castañeda D.
Muchas personas, y con algo de razón,
miran con sospecha las doctrinas reformadas, pues al parecer muchos de sus
representantes han asumido como una reacción a sus experiencias pasadas en el
legalismo, vidas mundanas o al menos, viviendo un cristianismo sin una renuncia
completa a la mundanalidad. Por supuesto que no es culpa de las doctrinas
reformadas sino de aquellos que las usan para darle un alcance indebido a su
libertad cristiana y como un trampolín para un disfrute del mundo, ahora
avalado por un pseudo conocimiento intelectual de estas doctrinas.
Cuando hablo de sus representantes,
hablo de aquellos que profesan las doctrinas reformadas, aquellos que son la cara
de la reforma ante sus amigos, familiares y otros cristianos. Muchos que en
iglesias legalistas reprimieron su amor al mundo so pena de ser señalados como
impíos, ahora han encontrado en las doctrinas reformadas, una excusa para andar
de fiestas, vestir de forma inmodesta, ponerse a la par con los impíos en el
uso del licor de forma social, escuchar música del mundo, hacerse tatuajes, quebrantar
el día del Señor, vivir para sus deleites, hablar vanidades y liviandades, etc.
Sabemos que esto no corresponde a la esencia de lo que la biblia llama mundanalidad,
pero sí corresponden a su expresión práctica, más inmediata y evidente.
Estos individuos, malinterpretando las
doctrinas de la gracia asumen que la santificación personal y subjetiva, es
decir, la conformidad con el carácter santo de Cristo, es por imputación. Ellos
prefieren la teología puritana pero no su práctica, para ello pueden afirmar
que los puritanos eran legalistas, aunque los usan para darse reputación en sus
comentarios. Ellos afirman que guardar completamente el día del Señor es
legalista, que apartarse del mundo y sus cosas es fanático, asumen la membresía
con liviandad, su acercamiento a las entretenciones claramente sensuales y
perniciosas, es sin reparo, sus gustos, hobbies y más, dejan mucho que
pensar, a la par que sostienen admiración por Spurgeon y Whitefield.
Por supuesto que creemos en la libertad
cristiana, pero no en una que nos vuelva al mundo. Si quisiéremos saber más del
poder de la reforma en sus mejores momentos, debemos sonrojarnos al leer relatos
como la siguiente cita de Spurgeon, en su sermón llamado buenas obras. Quizás
el Señor siga usando exhortaciones como estas, para que aquellos que estamos en
un continuo entendimiento de las doctrinas reformadas vivamos vidas apegadas a
la verdad que es según la piedad:
IV. De esta manera les he mostrado el uso de las buenas obras. Ahora, sólo un momento o dos, para decirles que la religión que profesamos en este lugar, y que predicamos, está DISEÑADA PARA PRODUCIR BUENAS OBRAS EN EL HIJO DE DIOS. Algunos afirman que el llamado Calvinismo, que es un alias del verdadero Evangelio, está calculado para inducir a los hombres al pecado. Ahora, vamos a refutar eso, simplemente recordándoles que el pueblo más santo del mundo ha sido aquel que profesó la doctrina que nosotros sostenemos. Si ustedes preguntasen quiénes fueron las grandes luces morales del mundo en la Edad Media, la respuesta será: personas como Atanasio, Ambrosio y Crisóstomo; y luego, acercándonos más, hombres tales como: Wickliffe, Jerónimo de Praga y Calvino; y cada uno de estos sostuvo las doctrinas que proclamamos con entusiasmo. Y sólo permítanme recordarles que, nunca hubo mejores hombres en el mundo que los puritanos, y cada uno de ellos sostuvo con firmeza la verdad que amamos.
Me encontré un comentario en un libro, el otro día, que me agradó tanto que decidí leerlo ahora. El escritor dice: "los puritanos fueron los más resueltos protestantes de la nación; calvinistas celosos; predicadores cálidos y afectuosos. Eran las personas más pías y devotas de la tierra; hombres de oración en lo secreto y en público, así como en el seno de sus familias. Su estilo de devoción era ferviente y solemne, dependiente de la ayuda del Espíritu Divino. Tenían una profunda reverencia para el santo nombre de Dios, y eran enconados enemigos no sólo de los juramentos profanos, sino de la plática insensata y de las burlas. Eran estrictos observantes del día del Señor, dedicando todo el día a la devoción en público y en privado y a la caridad. Era marca distintiva de un puritano, en aquellos tiempos, verlo asistir a la iglesia dos veces al día, con su Biblia bajo el brazo.
Y mientras otros se dedicaban al juego y a las distracciones, a las parrandas, a caminar por los campos, o a la diversión del boliche, la esgrima, etcétera, estos, desde la víspera del día de reposo, se dedicaban con la familia a leer las Escrituras, a cantar salmos, a repasar sermones, a catequizar a sus hijos y a la oración. Y esta actividad la llevaban a cabo no sólo el día del Señor, sino que tenían sus horas de devoción familiar durante los días de semana; eran circunspectos en cuanto a todo exceso en la comida y en la bebida, en la ropa, y las diversiones sanas. Eran frugales, diligentes, honestos en sus tratos, y solícitos en dar a cada quien lo que le correspondía." Ese es un noble testimonio hacia la verdad puritana y el poder del Evangelio. Un sabio infiel dice que los calvinistas y jansenistas, "cuando son comparados con sus antagonistas, se han destacado, no en menor grado, en las virtudes más rígidas y respetables; ellos han sido un honor para su propia época, y el mejor modelo de imitación para las generaciones sucesivas." Imagínense a un infiel hablando así. Creo que fue infiel quien dijo: "vayan a escuchar a un arminiano para oír hablar de buenas obras; pero vayan a un calvinista para ver cómo exhibe esas obras." Y aun el doctor Priestly, que era un unitariano, admite que: "los que sostienen las doctrinas de la gracia, se conforman menos al mundo y tienen un principio mayor de religión, que nuestros propios seguidores: y quienes, con base en un principio de la religión, atribuyen más a Dios y menos al hombre que otros, tienen la mayor elevación de piedad." Y precisamente ahora que los unitarios están trayendo a todos sus grandes hombres (tan grandes que nunca habíamos escuchado sus nombres hasta este día), y están haciendo todos sus esfuerzos en Londres para conseguir adeptos para el Unitarismo, sólo les diríamos este hecho.
El doctor Priestly atribuye la frialdad del Unitarismo a la realidad que se han vuelto más indiferentes hacia la doctrina religiosa, y eso explica que sus capillas no tengan mucha asistencia, afirmando que los unitarios tienen muy poco apego a sus doctrinas religiosas. ¡Cuánta misericordia! Pues si continuaran aferrándose a ellas, inevitablemente se perderían. Un hombre que niega la divinidad de Cristo se perderá con certeza. Es inútil que afirmen ser cristianos; muy bien podrían afirmar que son santos ángeles. La mejor prueba que puedo ofrecerles de la santa influencia de nuestras doctrinas, es este grandioso hecho, a saber: que en cada época, aquellos que han sostenido las doctrinas de la gracia han mostrado en sus vidas una santa conducta y una santa conversación.
Pero además, al recorrer rápidamente las doctrinas, preguntamos, ¿qué podría hacer más santos a los hombres que las verdades que predicamos? ¿No les enseñamos, acaso, que Dios ha elegido para Sí un pueblo que debe ser santo? ¿Es esa una doctrina perversa? ¿No les decimos que Dios ha elegido para Sí un pueblo que en este mundo publicará Su alabanza por su vida santa? ¿Es esa una doctrina impía? Y les hemos dicho que el Espíritu Santo les da un nuevo corazón, y un espíritu recto, y que se requiere algo más de lo que ustedes podrían hacer; que son incapaces de llevar a cabo las cosas buenas que Dios espera de ustedes, por lo tanto, Dios el Espíritu debe renovarlos. ¿Llaman a eso una doctrina malvada? ¿Es acaso perversa la doctrina que los hombres son depravados por naturaleza y que necesitan gracia regeneradora? Y la doctrina de que los verdaderos santos perseverarán hasta el fin, ¿es malvada? Me parece que lo que se opone a estas doctrinas es precisamente lo más perverso del mundo. ¿Acaso es perversa la doctrina de que únicamente los creyentes tienen un interés en la sangre de Cristo?
La doctrina que predico, que Cristo ha redimido únicamente a los que viven en santidad, habiendo sido conducidos a ello por el Espíritu Santo, ¿es impía? No lo creo. Retamos a todos aquellos a quienes les encanta hablar en contra de nuestras doctrinas, que demuestren que una sola de ellas tiene algún componente impío. ¿Nos acusas porque no apoyamos las buenas obras? Ven y trata de entrar a nuestra iglesia, y pronto tendrás una prueba que estás equivocado. Vamos, no te recibiríamos, caballero, aunque nos dieras mil libras esterlinas, si no te consideráramos un hombre santo. Si no tienes buenas obras, pasará mucho tiempo antes de que te recibamos; y si vivieras en el pecado y en la injusticia, y te introdujeras subrepticiamente en nuestra iglesia, saldrías en una semana; pues pronto serías reportado al pastor y a los diáconos, y podrías comprobar que sostenemos la necesidad de las buenas obras. Si no las exhibieras diariamente te echaríamos fuera, pues no queremos tener comunión con las obras infructíferas de las tinieblas, sino que más bien las reprobamos. Nuestro orden eclesiástico es la mejor refutación de esa calumnia. ¿Qué más podemos agregar, entonces? Esperamos haber demostrado nuestros puntos a todos los hombres honestos y consistentes. Únicamente los despedimos a ustedes, hipócritas, con este mensaje resonando en sus oídos: "Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él." A menos que vivan según Cristo, no estarán con Cristo al final; si su espíritu no es santificado en este mundo, Dios no los santificará cuando vengan delante de Su trono.
Pero ustedes, pobres pecadores, que no tienen ninguna santidad propia, y que no tienen buenas obras: sé que no tienen ninguna porque no son hijos de Dios. ¿Sienten que no las tienen? Vengan, entonces, y Cristo les dará algo: Él se dará a Sí mismo a ustedes. Si creen en el Señor Jesús, Él les lavará de todos sus pecados, les dará un nuevo corazón, y de aquí en adelante la vida de ustedes será santa, su conducta será consistente, Él les guardará hasta el fin, y con toda certeza serán salvos. ¡Que Dios bendiga este testimonio para cualquiera que esté viviendo en pecado, para que pueda ser rescatado de él; por Cristo nuestro Señor! Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son importantes. "Que tus palabras sean las necesarias a fin de edificar a quienes las lean".